miércoles, 25 de mayo de 2011

Parásitos manipuladores

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en 
Milenio Diario, 25 de mayo de 2011



Hormiga parasitada
por hongo Cordyceps:
nótese el tallo lleno
 de esporas
No, no me refiero a los políticos y funcionarios mexicanos (aunque ganas no me faltarían… pero éste es un espacio dedicado a la ciencia). Lo que pasa es que un reciente post en el magistral blog del escritor científico Carl Zimmer, The loom (auspiciado por la revista de divulgación científica Discover), me hizo recordar –y ampliar mi conocimiento– sobre las inquietantes maneras en que los parásitos pueden llegar a manipular el comportamiento de los animales a los que infectan.

Es bien conocido el caso del protozoario Dicrocoelium dendriticum, o duela menor del hígado, que para infectar a rumiantes como vacas y ovejas (en ellas, igual que en el humano, se aloja en dicho órgano) pasa primero por un hospedador intermedio (el segundo, en realidad, pues antes invade al caracol Cochlicopa lubrica), las hormigas de la especie Formica fusca. Pero las vacas no comen hormigas: lo que hace Dicrocoelium es invadir el sistema nervioso de la hormiga y convertirla en un “zombi” que por las tardes, cuando baja el calor y los rumiantes se alimentan, sube hasta la punta de las hierbas y se queda quieta ahí, lista para ser devorada y pasar el parásito a su siguiente víctima.

Suena escalofriante, pero el caso no es único: Zimmer describe cómo un hongo del género Cordyceps infecta hormigas y las hace subir a plantas de mediana altura, donde se sujetan firmemente, con sus mandíbulas, a la parte inferior de las hojas. El hongo luego perfora por dentro el exoesqueleto de la hormiga para formar un órgano de reproducción lleno de esporas (que literalmente sale a través de la cabeza de la hormiga). Así, las esporas pueden caer sobre otros insectos e infectarlos a su vez.

Perro infectado por
el virus de la rabia
Pero lo increíble es que incluso los virus, esas unidades mínimas de la reproducción, en el límite de lo vivo y lo inanimado, pueden también manipular animales. El virus de la rabia es un ejemplo bien conocido: convierte a un animal doméstico y juguetón como el perro en una furiosa máquina que busca desesperadamente infectar a otros animales mediante su mordida, que transmite el virus en su saliva.

Fruta extraña:
oruga infectada
 por baculovirus
 cuelga esperando
 a morir para esparcir
nuevos virus
Pero hay casos más sutiles: los baculovirus, que infectan a invertebrados (como los insectos). Zimmer narra cómo pueden obligar a una oruga a trepar a lo alto de una planta y quedar ahí, colgando. Luego el virus se reproduce en cantidades inmensas y termina disolviendo a la oruga, diseminándose así sobre las hojas de otras plantas para infectar a nuevas orugas.

Naturalmente, no es que los virus, protozoarios u hongos manipulen conscientemente a sus víctimas, como titiriteros malévolos. Lo novedoso es que ahora se comienzan a entender los mecanismos con que lo logran. El hongo Cordyceps, por ejemplo, al parecer paraliza los músculos de las mandíbulas de la hormiga luego de que ésta se fija a la hoja, para impedir que la suelte. Los baculovirus, por su parte, tienen un gen que produce una enzima que hace que la oruga busque la luz.

La selección natural, nuevamente, muestra que lo que desde nuestro punto de vista puede sonar monstruoso, en el mundo biológico es sólo una estrategia más (en esta ocasión, de los parásitos) para sobrevivir.


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miércoles, 18 de mayo de 2011

El virus de la cafetería

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en 
Milenio Diario, 18 de mayo de 2011


Virus gigantes y sus moléculas
A los biólogos les encanta clasificar. Y no es simple obsesión de filatelista: la taxonomía –la clasificación de los organismos–permite contestar muchas de las preguntas más profundas sobre la vida.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Evidentemente, el huevo, pues su origen se sitúa al menos desde los peces y anfibios, antecesores evolutivos de los reptiles y sus (probables) descendientes, las aves. En el árbol de la evolución, las ramas de estos grupos, que ya se reproducían mediante huevos, se sitúan más cerca del tronco principal que la rama de las aves, indicando que la reproducción ovípara es mucho más antigua que las gallinas.

Otra pregunta: ¿quién está más cerca de la raíz del árbol evolutivo, que representa el origen de la vida: los virus, o las células a las que éstos infectan, y cuya maquinaria reproductiva parasitan para poderse propagar? Puede parecer absurda la pregunta, pues los virus no pueden reproducirse sin células que invadir; pero la simplicidad de estos seres –básicamente, genes de ácido nucleico (ADN o ARN, ácido ribonucleico) dentro de una envoltura de proteínas–sugiere que en los albores de la vida pudieran haber surgido antes que las células o simultáneamente con ellas. Nuevamente, la taxonomía evolutiva ayuda a proporcionar respuestas.

Estudiando una clase de virus llamados “grandes virus nucleocitoplásmicos de ADN” (NCLDVs, por sus siglas en inglés, NucleoCytoplasmic Large DNA Virus), se ha revivido la hipótesis de que el árbol de la vida, en lugar de tres grandes ramas, tiene cuatro.

Breviario cultural: no estamos hablando, claro, de los tres “reinos” que nuestros abuelos estudiaban en la escuela (animal, vegetal y mineral), ni los “cinco reinos” que se pusieron de moda cuando yo estudiaba la licenciatura, en los 80 (bacterias, protozoarios, hongos, animales y plantas), sino los tres “dominios” que los métodos de taxonomía molecular revelaron en los 90: bacterias y arquea (ambos sin núcleo) y eucariontes (células con núcleo, incluyendo a protozoarios, hongos, animales y plantas). Fin del breviario cultural.

Cafeteria roenbergensis
Habíamos ya mencionado aquí al protozoario marino llamado Cafeteria roenbergensis (nombrado así por una discusión de científicos en la cafetería de una estación biológica en Rønbjerg, Dinamarca, y porque era muy comelón), que es parasitado por un virus gigante de la familia de los NCLDVs (el más famoso de ellos es el gigantesco “mimivirus”, que parasita a una amiba acuática e inicialmente fue confundido con una bacteria, por su gran tamaño; el que parasita a Cafeteria se llama, muy adecuadamente, “virus de Cafeteria roenbergensis).

Árbol de la vida mostrando los 4 dominios:
bacterias, arquea, eucariontes y (en rojo) la
 nueva rama de los virus nucleocitoplásmicos de ADN
Pues bien: analizando su genoma, y comparando sus genes con los de otros virus gigantes, y con el resto del árbol de la vida (hoy resulta relativamente sencillo, gracias a las grandes bases de datos genómicos en internet y a los modernos programas de análisis filogenético), el virólogo Didier Raoult y sus colegas, del Centro Nacional de la Investigación Científica, en Francia, hallaron que esta “familia de los mimivirus” (los NCLDVs) parece representar una rama hasta hoy desconocida del árbol de la vida.

Quizá no hayan surgido independientemente, pero al menos por lo que respecta a estos virus gigantes, tomarlos como simples “parásitos” surgidos como una especie de degeneración de los seres vivos propiamente dichos quizá sea una gran sobresimplificación. ¡Lo que se puede descubrir clasificando!

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miércoles, 11 de mayo de 2011

Milagros, ciencia y arte

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en 
Milenio Diario, 11 de mayo de 2011



El primero de mayo el mundo católico celebró la beatificación (en fast track) de Juan Pablo II. Más allá de los serios cuestionamientos sobre su calidad moral, se trata de un proceso religioso respetable. Pero es válido también señalar que se trata de un ritual con raíces en un pensamiento arcaico, basado en la creencia de que existen entidades y hechos sobrenaturales.

Para declarar a un beato, se requiere (excepto en el caso de los mártires) demostrar que ha ocurrido al menos un milagro por su intercesión (para declararlo santo, en el proceso de canonización, se requiere un segundo milagro, que haya ocurrido posteriormente a la beatificación). Lo curioso es que para demostrar un fenómeno sobrenatural (que sabemos imposible), se recurre a la investigación racional. “La mayoría de los milagros son de naturaleza médica”, explica la página Catholic.net, y aclara que hay milagros de otros tipos, (como la multiplicación de tres tazas de arroz en una boda en Badajoz, España, en 1949, que sirvieron para alimentar a “una gran multitud”) pero para ser válidos deben ser “milagros físicos”, pues “no basta un milagro moral” (como lograr que alguien malvado se vuelva bondadoso, supongo).

Específicamente, en los milagros médicos, “se debe descartar una curación por causas médicas que aún no se explican, pero quizá algún día se conocerán”. Con ese criterio, ningún milagro pasaría. Pero la beatificación de Juan Pablo se basa en la supuesta curación milagrosa de la monja francesa Marie Simon Pierre, que sanó del mal de Parkinson luego de rezarle al recién fallecido papa.

Quizá es mucho pedir coherencia racional ante un hecho sobrenatural. Finalmente, se trata de las muy respetables creencias religiosas de un grupo. Pero entristece que tampoco los artistas sepa distinguir creencias místicas de hechos.

Acaba de anunciarse el estreno nacional del documental El milagro del papa, del cineasta José Luis Valle, salvadoreño naturalizado mexicano y egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, que relata la historia de José Herón Bodillo, quien de niño supuestamente curó de leucemia, luego de estar desahuciado, cuando Juan Pablo II visitó Zacatecas. En el boletín oficial, distribuido por la UNAM, Valle afirma que “confrontó de manera equitativa las distintas posturas” y que su afán “no es comprobar o desmentir este hecho”, sino retratar la vida de este personaje singular. Aún así, llama la atención que en un documental se tomen en serio como “milagros” hechos médicos que pueden explicarse de forma natural (el niño recibió quimioterapia, y el propio Valle declara que los médicos están convencidos de que eso fue lo que lo curó… una explicación bastante más probable).

En su pasmoso ensayo “Trenzas” (que forma parte de su libro La ciencia como cultura, Paidós, 2005), el poeta, historiador y (cómo no) divulgador científico Carlos López Beltrán muestra que el arte puede ser mejor cuando concuerda con la ciencia. “El poeta que escribe -cita López Beltrán- que quiere escapar a un valle lejano ‘donde la luz endulza las naranjas’, ha dado con un verso seductor. Pero la calidad del hallazgo se potencia si sabemos […] que la lluvia de haces de luz sobre los campos de hecho activa un proceso metabólico sutil al interior de las hojas que se abren para recibirla; la fotosíntesis, que tiene como función la generación de azúcares[…] No habría sido tan eficaz […] escribir ‘donde la brisa endulza las naranjas’”.

No es que creer en milagros tenga nada de malo. Es sólo, opino yo, que la comprensión racional de la naturaleza ofrece muchas más oportunidades para maravillarse… con la ventaja de que son reales, no imaginarias.


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miércoles, 4 de mayo de 2011

¿A dónde va nuestra ciencia?

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en 
Milenio Diario, 4 de mayo de 2011



Algo grave está pasando en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Y no recientemente, sino desde hace tiempo.

En febrero de 2004, durante la gestión de Reyes Tamez como director de la institución rectora de la política científica en México, se anunció una reducción de casi 38% en el número de becas de posgrado en el extranjero. En agosto de 2009, bajo la dirección de Juan Carlos Romero Hicks, se notificó que se modificarían, de manera diferenciada, los montos de las becas de posgrado nacionales: algunos, considerados “de competencia internacional”, subieron; otros, “consolidados”, quedaron iguales, mientras que otros más, “en desarrollo”, disminuyeron sensiblemente.

Hoy un grupo de estudiantes de posgrado denuncia (porlaciencia.blogspot.com) que nuevamente, esta vez bajo el recién nombrado director Enrique Villa Rivera, se reduce en 25%, el monto de las becas que reciben todos los estudiantes de doctorado de nuevo ingreso (aparentemente, sólo de los posgrados “de ingreso directo”, en los que los estudiantes entran sin hacer previamente una maestría, aunque se señala que se está afectando también a estudiantes con maestría previa). Las becas de doctorado pasarían así de 6 salarios mínimos (aproximadamente 10 mil pesos) a 4.5 salarios mínimos (unos 6 mil pesos), igual al monto de las becas de maestría.

Se trata, sin duda, de un asunto grave, que revela una tendencia preocupante: al debilitar a los posgrados nacionales y desmotivar a sus estudiantes, se fomenta la fuga de cerebros y se cercenan las posibles vocaciones científicas en nuestro país, cuyo sistema científico sigue siendo raquítico.

Si bien tenemos buena ciencia básica y aplicada, el número de investigadores es bajo (1.2 por mil habitantes, mientras que países similares tienen entre dos y 10, y los desarrollados hasta 15 o incluso mucho más). Y hay una carencia total de vinculación ciencia-tecnología-industria, que es la que puede generar un beneficio económico y en el nivel de vida de un país.

Un reciente análisis de la Auditoría Superior de la Federación concluyó que el Conacyt ha manejado deficientemente el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) durante sus 25 años de existencia. Muestra de ello fue la protesta de decenas de científicos ante sus oficinas, en diciembre de 2010, debido al retraso en el otorgamiento de los fondos ¡de 2009!

Hay quien teme que en Conacyt haya mal manejo del dinero que la nación le otorga para apoyar la ciencia. Pero ello no necesariamente implica que alguien se lo esté robando [o que el gobierno esté haciendo un “cochinito” para las elecciones, pues el retraso en los pagos en diciembre pasado afectó también a la Secretaría de Educación Pública (SEP) y al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta)].

En el editorial del número más reciente de la revista Ciencia, de la Academia Mexicana de Ciencias, su presidente, Arturo Menchaca, da una explicación alterna: “hay un creciente déficit en el ejercicio [del presupuesto de Conacyt], que debe ser superior a los 600 millones de pesos que se asignan cada año a ciencia básica. Los recursos que se ejerzan en 2011 serán parte del presupuesto de este año, no del año 2009, en que se emitió la convocatoria, ni del 2010… para la ciencia básica los dados de este sexenio ya están echados. No hay manera de recuperar los recursos de años anteriores, y los de éste sólo alcanzarán para la convocatoria de hace dos años (2009)”.

Definitivamente, algo anda mal en Conacyt. Y con ello, en todo el sistema científico mexicano.

Posdata: Y para colmo, el Conacyt apoya, según reportan en sus respectivos blogs el investigador Luis Mochán, de la UNAM, y el bloguero escéptico e ingeniero en electrónica tijuanense Omar Meléndrez (@omarklin), ¡el Conacyt apoya proyectos seudocientíficos!

Como lo leyó: a través de su “Fondo Mixto de Fomento a la Investigación Científica y Tecnológica Conacyt-Gobierno del Estado de Baja California” en su cuarto periodo (2010), el Consejo apoyó con un millón y medio de pesos a la empresa Classiamy SAPI, de Sergio Martín de la Torre, que ofrece una “Planta de Energía Portátil Autosuficiente” llamada Recergon, “con la capacidad de producir energía eléctrica sin necesidad de algún tipo de conbustible (sic.) o de elemento externo, es decir, no requiere de gasolina, carbón, alcohol, la fuerza del aire, la luz solar, algún tipo de movimiento o corriente de agua, etc.”. Nuestro dinero, que se le niega a estudiantes de posgrado en ciencias, se desperdicia así en nada menos que ¡máquinas de movimiento perpetuo! Seguramente no hay alguien en los comités evaluadores de Conacyt que estén al tanto de la 2ª ley de la termodinámica… Ni hablar. Como dijera un clásico, ¿así, cómo?


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