miércoles, 6 de abril de 2016

Contingencia y complejidad

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 6 de abril de 2016

Los habitantes de la Ciudad de México estamos viviendo una doble crisis: ambiental y de transporte. O más bien, la hemos vivido durante décadas; pero ahora pareciera que la crisis misma hace crisis.

Como automovilistas vemos limitado el uso del auto que religiosamente verificamos dos veces al año, y tememos la amenaza de que la “medida de emergencia” que amplía el programa “Hoy no circula” a todos los autos, y que se anuncia insistentemente como “temporal”, pudiera extenderse de manera indefinida. Y como peatones vemos al ya de por si deficiente e insuficiente transporte público atestarse todavía más.

Hay mucha ciencia detrás de la doble crisis de la Ciudad de México. La fisicoquímica de los motores de combustión interna, que nos explica cómo el quemar derivados de petróleo para producir movimiento mecánico genera gases de desecho contaminantes (óxidos de nitrógeno y de azufre, monóxido y dióxido de carbono, y diversos compuestos orgánicos volátiles como benceno o tolueno). Las ciencias médicas, que nos dan cuenta de cómo estos compuestos, al ser aspirados, dañan la salud, en especial la respiratoria.

La química atmosférica, que nos muestra que estos compuestos reaccionan, gracias a la energía del sol, con el oxígeno atmosférico para generar el llamado esmog fotoquímico, cuyo producto más importante es el ozono: variante del oxígeno formada por tres átomos y de gran poder oxidante. Por eso respirarlo es tan dañino.

La simple química atmosférica ya es un problema complejísimo: entender las múltiples reacciones que ocurren simultáneamente, y tomar en cuenta la gran cantidad de variables que las afectan (concentración de cada gas; distribución geográfica de los mismos en la ciudad; variación según la hora del día, el día de la semana) hace que entender y predecir la dinámica de los contaminantes sea una tarea casi imposible.

Y si añadimos que la dinámica atmosférica está además influida por el clima (vientos, variaciones climáticas regulares, como las estaciones del año, y sobre todo las anómalas, como las inversiones térmicas, los fenómenos del El niño y La niña, el calentamiento global y otros), el problema se antoja imposible de abordar.

Pero hay más: debemos también tomar en cuenta la dinámica del tráfico, cómo se mueven los autos y cómo los afectan factores como el diseño y estado de las calles, los semáforos y topes y los ubicuos tramos en reparación. Y no olvidemos los factores humanos como el cuidado que cada automovilista le da a su motor, o nuestro hábito de usar la corrupción para no cumplir con los reglamentos de control de emisiones vehiculares.

Todos estos son factores que podrían estudiarse científicamente. Y se están estudiando, aunque con resultados poco claros, porque no se cuenta con suficientes datos de suficiente calidad, y porque el análisis de esos datos, aunque se tuvieran, resulta enormemente complejo.

Pero en estos días el factor más importante que influye en estos problemas parecen ser las decisiones gubernamentales. Extender el Hoy no Circula, que según múltiples estudios de diversos tipos, parece ser una medida más bien inútil y con un alto costo social. Imponer un reglamento de tránsito con límites de velocidad más bajos, en un afán de salvar vidas que probablemente perjudica el flujo vehicular y hace aumentar la contaminación (lo cual obliga a hacer un doloroso balance costo/beneficio: ¿cuántos atropellados menos al costo de cuántos enfermos respiratorios más?). Las políticas de décadas que no mejoran sustancialmente el transporte público, pero sí fomentan construir más nuevas vías para el tránsito particular, y no impulsan decididamente las nuevas tecnologías.

Sí: la ciencia podría ayudar a entender mejor nuestros problemas de transporte y contaminación. Pero también podría ayudar a planear racionalmente una reorganización total de nuestro sistema de transporte. Sólo que para ello se necesitaría voluntad política. Y mucha. Para invertir los recursos para generar los datos necesarios, para recurrir a los expertos capacitados, y sobre todo para escuchar y tomar en cuenta sus conclusiones y recomendaciones. Y tendría que ser un proceso a mediano plazo, no una medida que se tome de un día para otro. Se dejó pasar demasiado tiempo como para querer resolver todo de un solo golpe.

En noviembre pasado la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inauguró el nuevo edificio de su Centro de Ciencias de la Complejidad (C3), que estará dedicado a estudiar “sistemas en donde los elementos que los constituyen interactúan entre sí de manera tan complicada que es imposible describir el comportamiento del sistema en términos del comportamiento simple de sus elementos”. Propongo que el C3 adopte a la Ciudad de México como un sistema hipercomplejo para estudiarlo, y quizá un día sugerir soluciones confiables para estos problemas de contaminación y transporte que hoy parecen intratables.

O quizá la solución sea más sencilla, y haya que retomar las viejas propuestas de abrir una brecha en las montañas para facilitar el paso del aire, o construir, como quería el ingeniero Heberto Castillo, ventiladores gigantes para expulsar los contaminantes fuera de la ciudad. Lo que sí es un hecho es que el Hoy no Circula no es más que una medida de emergencia tomada sin muchas bases y cuya eficacia es muy dudosa.

¿Y usted, hoy circula?


*Nota: no quise dejar de incluir aquí algunas referencias a trabajos de investigación sobre la contaminación en la ciudad de México, para quien esté interesado en profundizar: Carlos Chavez-Baezaa, Claudia Sheinbaum-Pardob, "Sustainable passenger road transport scenarios to reduce fuel consumption, air pollutants and GHG (greenhouse gas) emissions in the Mexico City Metropolitan Area", Energy, Volume 66, 1 March 2014, Pages 624–634; Lucas W. Davis, "The Effect of Driving Restrictions on Air Quality in Mexico City", Journal of Political Economy, Vol. 116, No. 1 (February 2008), pp. 38-81; W. Luis Mochán, "Contingencia", La Unión de Morelos, lunes 28 de marzo de 2016, Págs. 26 y 27; Héctor G. Riveros Rotgé, "Análisis del programa 'HOY NO CIRCULA'", Ciencia (Academia Mexicana de Ciencias),  volumen 60, número 1, enero-marzo 2009.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que debe hacerse, más que NINGUNA otra cosa, es revertir el proceso de hipercentralización que ha hecho del área metropolitana un problema hipercomplejo (esto es algo que la provincia también agradecería). Pero si falta voluntad para lo que mencionaba Martín... para esto se antoja más que nula, negativa. Y, desafortunadamente, el límite será cuando la gente empiece a morirse como pajaritos. Sinceramente no creo que sea bueno tener que llegar a ese punto.

Wm Gille Moire dijo...

Sí, descentralización es el camino. En lugar de un nuevo Elefante Burocrático llamado "Centro de ciencias de la complejidad", yo diría que la solución consiste en:

1° Crear montones de free cities por todo el territorio mexicano

http://austroanarquistas.com/?p=8573

2° Contratar un comando judío para que envenene el agua del DF y provocar el efecto cucarach(ilang)a

http://www.anajnu.cl/vengadoresjudios.htm

terapia de pareja dijo...

Para abordar un problema complejo, se debe tener una epistemología de complejidad que no tiene el gobierno ni local, ni nacional. Hay muchas posibles soluciones que es importante hacer que convergan y se mantengan, incluyendo el manejo de la corrupción de las autoridades y de los ciudadanos que en micro, también la generamos.