Milenio Diario, 2 de mayo de 2007
Al menos fue sincero Norberto Rivera cuando invitó a desobedecer la ley que despenaliza el aborto. No apeló a una inexistente “ley natural”; dijo abiertamente que “el ser humano pertenece a Dios desde el inicio de su existencia (...) y por ello su vida siempre es sagrada e inviolable”. Admite que su argumento es religioso. No vale pues para quien no crea en su dios, ni en un Estado laico.
Pero no fue coherente, pues añadió que su “verdad” es “confirmada por las evidencias que proporciona la observación honesta y no manipulada ideológicamente del desarrollo embrional”. ¿Pensará que la ciencia confirma que los seres humanos “pertenecemos” a su dios?
Por su parte, la Arquidiócesis de México, mientras vociferaba sobre “comer la carne inmolada de los ídolos” (!), hizo el ridículo al advertir a Marcelo Ebrard del grave peligro que corría su alma por su excomunión… sólo para ser desmentida por el Vaticano.
Por siglos, sólo la religión tenía autoridad para hablar sobre el alma (y usarla como amenaza). Pero la ciencia avanza que es una barbaridad, y hoy, con nuevas herramientas, aborda fructíferamente ese fenómeno, que también llamamos “yo”, “conciencia” o “mente”.
Lo que nos da un sentido de existencia propia, lo que permite a Descartes —y a todo ser autoconsciente— decir “pienso, luego existo”, actualmente se estudia no como esencia inmaterial, espíritu, sino como complejísimo fenómeno natural que emerge del funcionamiento del cerebro.
El paso de la neurología y la psicología a los modernos estudios sobre la conciencia ha permitido generar teorías que explican cada vez con más detalle las funciones características del “alma”. El filósofo Daniel Dennett, por ejemplo, en La conciencia explicada (Paidós, 1995) presentó un modelo esencialmente completo —aunque no necesariamente correcto— de cómo el cerebro genera, mediante complejos procesos recursivos en varios niveles, el yo. Douglas Hofstadter, quien presentó la idea original en su clásico Gödel, Escher, Bach (Tusquets, 1989) hoy retoma la idea en su nuevo libro, I am a strange loop (Soy un bucle extraño, Basic Books, 2007).
Y el filósofo André Compte-Sponville, en El alma del ateísmo (Paidós, 2006) defiende el derecho de quienes no creemos en espíritus a tener alma y espiritualidad. Parece, pues que el reinado de la religión sobre las almas está condenado a terminar pronto. ¡Enhorabuena!