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domingo, 22 de julio de 2018

El otro PrEP

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 22 de julio de 2018

El pasado primero de julio, todo México estaba atento a los resultados del PREP, el Programa de Resultados Electorales Preliminares.

Pero hay otro PrEP que resulta igual de importante para mucha gente: quienes viven con VIH, o quienes tienen relaciones sexuales con gente que vive con el virus.

Como se sabe, la infección por VIH dejó de ser necesariamente mortal para convertirse en una enfermedad básicamente crónica desde que, a finales de los noventa, aparecieron las terapias antirretrovirales altamente activas (HAART, por sus siglas en inglés), también conocidas como “cocteles” antirretrovirales. Consisten en al menos tres medicamentos distintos que atacan simultáneamente distintas funciones del virus de la inmunodeficiencia humana, lo que hace prácticamente imposible (en realidad, extremadamente improbable) que éste mute para volverse resistente a los tres fármacos.

Aunque el tratamiento es caro (la última vez que consulté, costaba alrededor de 30 mil pesos por mes por paciente, aunque el Sector Salud consigue descuentos que lo llevan hasta unos 5 mil pesos; un dato más reciente indica que el costo es de casi 15 mil pesos), resulta mucho más barato que tratar a pacientes infectados que llegan a la etapa de sida. Y, por supuesto, evita miles de muertes (en México, según datos oficiales, hay actualmente 152 mil 783 pacientes que viven con VIH; seguramente el número real es mayor, dado que hay personas que no saben que están infectadas).

En países como el nuestro, donde el tratamiento está disponible gratuitamente para cualquier paciente que lo requiera –o debería estarlo; en algunas regiones hay problemas de distribución y atención–, las HAART han significado un cambio total en la cultura de prevención del VIH/sida. Sobre todo si van acompañadas de campañas amplias y constantes de prevención mediante el uso del condón, y para alentar a la población en general, y especialmente a grupos de riesgo, a realizarse la prueba para detectar nuevas infecciones desde un principio.

Pero desde hace unos años el arsenal de prevención contra el VIH se amplió con la llamada PrEP, o Profilaxis Pre-Exposición. Se recomienda para personas no infectadas que estén en circunstancias que las pongan en riesgo de infectarse: tener una pareja seropositiva, tener prácticas de riesgo o relaciones sexuales con personas infectadas o cuyo estado se desconoce, etc. Consiste en usar uno de los medicamentos antirretrovirales disponibles (tenofovir y emtricitabina, que comercializa la farmacéutica Gilead con el nombre de Truvada®, aunque hoy hay disponibles alternativas genéricas), en la dosis usual: una tableta diaria durante el periodo en que se esté en riesgo de contagio.

Recientemente, las autoridades de salud informaron que el PrEP, que también se puede adquirir en farmacias, pero a un alto costo (que ronda los 10 mil pesos por mes) comenzará a estar disponible gratuitamente, para un número limitado de personas, en la Ciudad de México a través de la Clínica Especializada Condesa, y también en Guadalajara y Puerto Vallarta, como parte de un programa piloto.

Podría parecer irresponsable invertir en un tratamiento caro para evitar infecciones por VIH cuando existe un método tan barato, seguro y accesible como el condón. Pero la realidad es que hay personas que simplemente no lo usan, ya sea por descuido, prejuicio o por razones más complejas, como la paradójica erotización del sexo sin protección, e incluso los movimientos “bareback”, que defienden el derecho consciente a tener relaciones sin condón e incluso a infectarse. Y aunque se recomienda usar el PrEP junto con el condón, lo cierto es que muchas personas simplemente quieren poder tener relaciones sin necesidad de usarlo. Para esos casos, el PrEP es válido y útil, pues puede evitar un número importante de infecciones. Incluso, según cálculos hechos con modelos y datos de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, la disponibilidad de PrEP ayuda a bajar, a la larga, los costos sociales de la atención a pacientes con VIH.

Pero por supuesto, esta alternativa también tiene sus desventajas. Además de su costo, su uso prolongado puede afectar al riñón o causar descalcificación de los huesos. Y como en cierto modo fomenta el sexo sin condón, puede provocar un aumento en otro tipo de infecciones de transmisión sexual, como sífilis o gonorrea (de la cual ya existen cepas multirresistentes a antibióticos).

Mención aparte merece el PEP, o Tratamiento Post-Exposición, en que el mismo fármaco se receta durante un mes a personas que accidentalmente hayan estado expuestas al virus, y que es muy eficaz para prevenir el contagio si se usa dentro de las 72 horas siguientes.

En resumen: es bueno que existan nuevas opciones, y hay personas para las que pueden ser muy útiles y hasta necesarias. Pero no cabe duda de que, sin juzgar las opciones sexuales de cada quién, lo mejor y más recomendable sería reforzar las campañas para el uso amplio y regular del condón: la mejor alternativa que tenemos no sólo para evitar la infección por VIH, sino también otras enfermedades.

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domingo, 22 de enero de 2017

Tijeras moleculares contra el VIH

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 22 de enero de 2017

El sistema CRISPR-Cas
La gente que no entiende la ciencia tiende a satanizar la investigación básica, pues pareciera que sólo gasta dinero para satisfacer la curiosidad de los científicos. Piensan que busca entender la naturaleza y manipularla sólo por el placer de hacerlo, investigando temas abstractos y esotéricos que “no sirven para nada”… Nada práctico, se entiende.

Sin embargo, la historia de la ciencia y la tecnología está llena de ejemplos de que incluso la investigación básica más abstrusa da origen, de manera inesperada, a aplicaciones que cambian la vida de muchas personas.

En biología molecular, las aplicaciones prácticas de los descubrimientos que se han hecho sobre los sistemas de reproducción y control de los genes de las células han aparecido más bien rápido. La llamada “ingeniería genética” –es decir, la capacidad de producir moléculas de ADN que contengan genes de distintas especies y lograr que se expresen en células u organismos vivos para producir sustancias útiles o para obtener organismos “transgénicos” con características deseables– se desarrolló sólo dos décadas después del descubrimiento de la estructura de la doble hélice. Hoy contamos con muchas técnicas de manipulación genética que son muy útiles como herramientas de investigación básica, pero también en la industria y la medicina.

El rápido avance de estas tecnologías se debe, en parte, a que los biólogos moleculares no las “inventan”, sino que más bien adoptan y adaptan herramientas moleculares que ya existen en las células vivas para aplicarlas de maneras novedosas. El ejemplo más reciente y destacado es el desarrollo de la tecnología CRISPR-Cas, que le mereció el Premio Princesa de Asturias en 2015 a las dos científicas que lo desarrollaron, la sueca Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna.

CRISPR-Cas es un sistema de defensa que se descubrió en muchas bacterias. Consiste en una proteína (Cas) que reconoce ciertos sitios en el ácido nucleico de virus que invaden las bacterias y los destruye, cortándolos. ¿Como reconoce Cas a los virus que debe destruir? Los compara con fragmentos de ácido nucleico que ya están previamente contenidos en la célula (los llamados CRISPR). Charpentier y Doudna se dieron cuenta de que fabricando estos fragmentos en forma artificial podrían “ordenar” a la proteína Cas que corte cualquier fragmento de ADN que se desee: convirtieron así a Cas en unas tijeras moleculares programables. Desde el desarrollo del sistema por Charpentier y Doudna, CRISPR-Cas se ha convertido en una potentísima herramienta de investigación que se usa en todo el mundo.

Pero ahora también se buscan maneras de utilizarla como posible herramienta terapéutica. Y ¿qué mejor objetivo que el VIH?

Como se sabe, el virus de la inmunodeficiencia humana causa el temido sida. Aunque hoy se cuenta con avanzadas terapias antirretrovirales que permiten que una persona infectada no muera y pueda llevar una vida prácticamente normal, el número de personas infectadas en el mundo sigue creciendo (a pesar de que evitar la infección es tan fácil como usar un condón). Y todavía no es posible curar la infección.

Esto último se debe a que el virus, al infectar a las células del sistema inmunitario, no sólo las destruye: también inserta su información genética dentro del ADN de las propias células sobrevivientes. El virus puede así quedar “dormido”, latente dentro del núcleo de las células en distintas partes del cuerpo: la sangre, el tracto digestivo, los nódulos linfáticos y hasta el cerebro. La terapia antirretroviral evita que los virus se reproduzcan, pero en cuanto se deja de tomar, los virus latentes se reactivan y el paciente vuelve a enfermar. Por eso, quienes viven con VIH se ven obligados a tomar la terapia de por vida, con los efectos secundarios a largo plazo que ésta puede tener.

¿Sería posible utilizar una tecnología como CRISPR-Cas para combatir la infección por VIH? Varios grupos de investigación lo han intentado, usando células en cultivo en laboratorio. Inicialmente la técnica funciona, pero se ha visto que las copias del virus insertadas en el ADN humano pronto se vuelven resistentes, cuando la zona que es reconocida y cortada por la tijera molecular sufre mutaciones.

Resumen del experimento
de Atze T. Das
Pero en diciembre de 2016 un grupo de investigación de la Universidad de Ámsterdam, en los Países Bajos, encabezado por el doctor Atze T. Das, publicó los resultados de un estudio en el que aplicó un enfoque más enérgico. Las primeras terapias antirretrovirales fracasaban cuando el VIH mutaba para volverse resistente, hasta que surgió la idea de utilizar tres medicamentos simultáneamente (los llamados “cocteles” antirretrovirales, o terapia antirretroviral altamente activa). Si la probabilidad de que el VIH mute para volverse resistente a un medicamento, sin dañar al mismo tiempo alguno de los sistemas que necesita para reproducirse, es baja, la probabilidad de que mute para volverse resistente a tres medicamentos a la vez es casi nula. Pensando en el éxito que tuvo esta estrategia, Das decidió probar qué pasaría al programar el sistema CRISP-Cas para cortar dos blancos moleculares en el genoma del VIH de sus células en cultivo. Y halló que el virus era totalmente incapaz de mutar para escapar a este asedio.

En otras palabras, las células quedaban “funcionalmente curadas” de la infección por VIH: éste era incapaz de salir de su estado durmiente (o, más bien, los virus que se producen no son capaces de infectar a otras células y reproducirse). Si se lograra esto en pacientes con VIH, el resultado equivaldría a una cura, para todo fin práctico, y podrían dejar de tomar los medicamentos.

Por supuesto, se trata sólo de una prueba de concepto, realizada en condiciones de laboratorio. Algunos colegas de Das opinan que se podría mejorar utilizando tres y hasta cuatro blancos moleculares. Y habría que buscar una manera de introducir el sistema CRISP-Cas en las células vivas de pacientes infectados con VIH (otros grupos de investigación ya están desarrollando vehículos moleculares para este fin, consistentes en partículas modificadas de otro tipo de virus, aunque esto podría aumentar el riesgo de cáncer en los pacientes).

Sin embargo, al ritmo que se están desarrollando las nuevas herramientas moleculares que pueden utilizarse para terapias génicas de este tipo, es posible pensar que un plazo no demasiado largo pudiera vislumbrarse no sólo una cura funcional para la infección por VIH, sino remedios para muchas otras enfermedades.

Definitivamente, la investigación científica básica es una inversión a largo plazo. Pero cuando sus aplicaciones resultan exitosas, el dividendo puede ser incalculable.

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miércoles, 25 de mayo de 2016

De prejuicios a derechos

Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 25 de mayo de 2016

Vuelvo a repetirlo: pese a todo, la humanidad avanza.

A pesar del ánimo pesimista que reina en el mundo, y de las profecías apocalípticas que promueven la desesperanza, las sociedades humanas progresan. Lenta, muy lentamente, pero progresan. La esclavitud, que durante siglos fue no sólo legal, sino normal y “natural”, es hoy reconocida como un crimen intolerable. La visión racial que consideraba “inferiores” a ciertos grupos con base en el color de su piel y otros rasgos físicos superficiales, y justificaba con ello negarles derechos, es hoy ya rechazada, al menos en principio, por todas las sociedades. Aunque siga habiendo discriminación racial, es ya claro que ésta no es defendible.

La supeditación de las mujeres –media humanidad– al arbitrio de los machos de la especie, otra constante milenaria, es hoy ya ampliamente rechazada como injusta y dañina; y aunque falta mucho camino por andar, es claro que ya no es un tema que requiera discusión, sino educación. Lo mismo ocurre con los derechos de personas con capacidades diferentes, que poco a poco van siendo reconocidos aunque a todos nos falte mucha educación para ir erradicando los hábitos discriminatorios con los que crecimos y de los que ni siquiera nos percatamos.

Lo mismo está pasando hoy –en una historia que viene desde los primeros disidentes del siglo XIX y XX, pasando por los levantamientos del orgullo homosexual de Stonewall en 1969, la toma de conciencia obligada por el sida en los 80, y el reconocimiento legal en diversos países en los últimos años– con los derechos de las minorías sexuales y de género. Los famosos LGBTTTI: lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero e intersexuales (aunque hay quien exige incluir otras iniciales como Q, por queer).

Todas estas luchas parten de la reflexión ética y la lucha contra la injusticia que resultan inevitablemente de la naturaleza humana a través de la historia. Y todas ellas, sin la menor duda, han tenido en la ciencia un aliado indispensable, que ha aportado el conocimiento firme que pone en evidencia que todos los argumentos para discriminar a algún grupo humano carecen, de manera categórica, de fundamento.

Nunca he sido peñista ni priísta. Tampoco perredista, panista (dios no lo permita) ni mucho menos morenista. Pero pienso que a las personas y a las instituciones –a diferencia de los escritores– hay que juzgarlas no por sus palabras, sino por sus acciones. Y las iniciativas presentadas por el presidente Peña Nieto el pasado 17 de mayo, durante la celebración –por primera vez usando su nombre correcto en nuestro país– del Día Internacional contra la Homofobia, merecen ser reconocidas como un avance histórico.

Se busca no sólo legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, sino también dar plenos derechos a las minorías sexuales, combatir la discriminación en leyes y por parte de servidores públicos, educar a los ciudadanos en el respeto a la diversidad sexogenérica, facilitar los trámites para que las personas transgénero tengan documentos que concuerden con su persona, y, en resumen y citando a Peña, “asegurar que todos los mexicanos, sin importar su condición social, su religión, su preferencia sexual, su condición étnica tengan la oportunidad de realizarse plenamente y ser felices”.

Desde luego, las críticas de los sectores más conservadores de la sociedad, en especial del clero católico, no se han hecho esperar, citando los argumentos más absurdos: referencias a un “matrimonio natural” que no existe más que en la imaginación de los mismos que defienden el antinatural voto de castidad y ocultan el abuso a menores; grotescas analogías mecánicas entre “tuercas” y “tornillos” que no se sostienen ni por un momento ante la realidad –y popularidad, consulte usted a cualquier sexólogo– del sexo anal, hetero u homosexual; y reclamos de obediencia a un texto sagrado que nada tiene que hacer en una discusión sobre derechos humanos en una democracia laica.

También han menudeado las críticas respecto a la motivación electorera o populista detrás de la propuesta presidencial. Y sí: es evidente que la decisión busca mejorar la imagen pública del mandatario. Aunque también hay que aceptar que es una apuesta arriesgada, tomando en cuenta el tradicionalismo católico de un amplio sector de la población, sobre todo en los estados.

Pero todo ello es secundario ante los hechos: Peña Nieto se atrevió a proponer, de la manera más pública posible, lo que nadie había propuesto –y muchos habían obstaculizado. Con ello suma a nuestro país a una tendencia internacional que poco a poco va resultando imparable, en esta larga y lenta marcha civilizatoria.

En lo personal, repito, no me importan los motivos, sino los actos. Habrá, eso sí, que vigilar y exigir que las propuestas presidenciales se transformen en hechos. Entonces podremos aplaudir sin reservas.

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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Ciencia y no ciencia

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 24 de septiembre  de 2014

Cuando se habla de ciencia, uno de los temas más polémicos es cómo distinguir al producto auténtico de sus versiones “pirata”, sus imitaciones fraudulentas.

La búsqueda de este “criterio de demarcación” ha sido larga y, si no infructuosa, porque mucho se ha avanzado en aclarar los atributos que caracterizan a la ciencia –la manera más exitosa que ha desarrollado el ser humano para obtener conocimiento confiable y aplicable sobre el mundo natural–, sí un tanto frustrante: seguimos sin hallar el deseado criterio infalible.

El filósofo austriaco Karl Popper (1902-1994) llegó a proponer que toda hipótesis científica, a diferencia de las seudocientíficas, debía ser “falsable”: tenía que estar claro qué experimento u observación, de dar un resultado opuesto al predicho por la teoría, implicaría su refutación. Las teorías científicas, en la visión de Popper, avanzan así por un proceso darwiniano de “conjeturas y refutaciones”: las que logran, conforme se acumula nueva evidencia, seguir explicando adecuadamente la realidad, sobreviven; las que fallan, se extinguen y son sustituidas por otras mejores (o, al menos, más adecuadas para explicar los datos disponibles que las anteriores). En cambio, las seudociencias siempre pueden ofrecer alguna explicación improvisada, alguna excusa, para justificar sus fallos y seguir pretendiendo ser válidas. Y por lo mismo, nunca cambian ni avanzan.

En un mundo ideal, debería estar claro que cosas como la física relativista, la química orgánica o la biología evolucionista son ciencias, mientras que, a pesar de sus pretensiones científicas, la astrología o la creencia en platillos voladores tripulados por extraterrestres anoréxicos son sólo charlatanerías.

En consecuencia, debería ser sencillo impedir que las ideas seudocientíficas fueran presentadas al público como ciencias, e incluso, cuando pueden ser dañinas (para la salud, por ejemplo), combatir su difusión.

Sin embargo, en la vida real las cosas son más complicadas. Los negacionistas del sida, los adivinos, los que venden fraudulentos “remedios milagro”, los confundidos que creen haber descubierto teorías de “gravedad repulsiva” que refutan a Einstein, los creacionistas que niegan la evolución… todos ellos siguen propagando sus ideas a un público de seguidores mal informados y siempre ansiosos de conocer “verdades ocultas”.

No cabe duda: la lucha contra las seudociencias no termina nunca. El que no se pueda marcar con total nitidez la frontera que separa a las ciencias de la charlatanería no quiere decir que tenga el mismo valor el conocimiento obtenido con base en evidencia y sometido a prueba que las simples fantasías producto de mentes confusas y ávidas de ver cumplidas sus fantasías.

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miércoles, 23 de julio de 2014

Tres tragedias del VIH

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 23 de julio  de 2014

Hay días en que ser optimista es muy difícil. Tres desalentadoras noticias nos llegan sobre la pandemia de VIH/sida.

La más sonada es la más reciente: el pasado jueves 17 de julio, como es bien sabido, un avión de Malaysia Airlines fue derribado al este de Ucrania, al parecer por un misil lanzado por separatistas pro-rusos. Murieron 298 personas, lo cual basta para calificar el suceso de tragedia mundial. Pero el desastre se potencia al enterarnos que en el vuelo, que se dirigía de Ámsterdam a Kuala Lumpur, estaban unos 100 expertos en VIH/sida (aunque podrían ser menos; hasta ahora sólo se ha confirmado la presencia de 7 en el avión), que se dirigían a la 20a Conferencia Internacional de Sida, en Melbourne, Australia.

Entre ellos Joep Lange, destacado investigador holandés que ayudó a promover los actuales tratamientos combinados contra el VIH y fue presidente de la Sociedad Internacional sobre el Sida, así como su esposa, Jacqueline van Tongeren, también investigadora; Glenn Thomas, vocero de Organización Mundial de la Salud, y un miembro del parlamento holandés.

Sin duda, un duro golpe; la Conferencia se inauguró con un minuto de silencio que representó “la tristeza, rabia y solidaridad” de los 14 mil asistentes. Sin que ello quiera decir, por supuesto, que ninguna absurda teoría de complot al respecto (“las trasnacionales farmacéuticas lo orquestaron para evitar una cura y seguir vendiendo sus carísimos medicamentos”) tenga la menor credibilidad.

La segunda mala noticia se conoció el 10 de julio: la llamada “bebé de Misissippi”, que en marzo de 2013 había sido declarada “libre de VIH”, luego de haberse infectado por vía materna al nacer y haber recibido inmediatamente un tratamiento especialmente agresivo contra el VIH, después de 28 meses presenta de nuevo el virus. No había desaparecido; sólo se había escondido en sus células. Aunque se sabía que podía ocurrir, el hecho revela que las esperanzas que este tipo de tratamiento había despertado en el combate a la infección eran probablemente infundadas.

Pero es la tercera noticia, en mi opinión, la peor y más grave de todas. El 16 de junio, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) reveló no sólo que la gran mayoría de quienes viven infectados por el VIH en el mundo (19 de 35 millones) no lo saben, lo cual evita que puedan buscar tratamiento, sino que la tasa de infección entre hombres homosexuales está creciendo en todos los países, probablemente debido a que muchos no vivieron la etapa más aguda de la pandemia en los años 80 y 90 y perciben un bajo nivel de riesgo de infección, y al desarrollo de los actuales tratamientos combinados que convierten a la infección por VIH en un padecimiento crónico, y que por tanto los hace pensar que estar infectado no es grave (una buena noticia es que, entre 2005 y 2013, México logró reducir las nuevas infecciones en la población general en un 39 por ciento).

Son malas noticias; ya vendrán las buenas. No obstante, hay que reforzar las acciones para seguir combatiendo la pandemia. Y usted, querido lector o lectora, por favor use condón y, si tiene dudas, hágase la prueba. En nuestro país, afortunadamente, todos los pacientes tienen derecho y acceso a tratamiento eficaz y gratuito.

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miércoles, 18 de junio de 2014

Matar al bello durmiente

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 18 de junio  de 2014

Las cosas no siempre son lo que parecen, como lo demuestra la revisión del clásico cuento de la Bella Du
rmiente en la película Maléfica, protagonizada por Angelina Jolie. Después de todo, resulta que quizá la malvada bruja no era tan malvada como nos contaron.

La ciencia tiene el hábito de dar ese tipo de sorpresas: de revelar cosas inesperadas, contrarias al sentido común (de ahí su valor: si confiáramos más en el sentido común que en el riguroso cuestionamiento que forma parte del modo científico de pensar, hay muchos descubrimientos que nunca haríamos).

Pensemos en el VIH (virus de la inmunodeficiencia humana). Durante dos décadas la infección con este virus fue considerada una condena a muerte, pues aun con los tratamientos para contenerlo, muchos pacientes terminaban falleciendo después de un tiempo.

La llegada de los “cocteles” antirretrovirales (más precisamente llamados “terapias antirretrovirales altamente activas”, o HAART, por sus siglas en inglés) cambió completamente el panorama. Se basan en una idea darwiniana: al aplicar simultáneamente al paciente un tratamiento con al menos tres fármacos antirretrovirales, se hace muchísimo menos probable que el virus mute para volverse resistente a todos ellos (pues la probabilidad de que desarrolle al azar justamente las tres mutaciones necesarias es mucho menor que la de desarrollar sólo una de ellas).

Como resultado de esto, hoy ya nadie tiene por qué morir de sida en países como el nuestro, donde el tratamiento está disponible de manera gratuita para básicamente todo ciudadano que lo necesite. Hoy, sin duda, lo mejor que le puede suceder a una persona infectada es enterarse de que lo está, para poder iniciar el tratamiento que le permitirá sobrevivir con salud prácticamente por su lapso natural de vida.

Sin embargo, la infección por VIH sigue siendo incurable. En gran parte porque el VIH, como todos los retrovirus, tiene la capacidad de insertar sus genes dentro de los nuestros. El genoma viral queda ahí, escondido dentro de los cromosomas de nuestras células, de las que puede resurgir en cualquier momento. Esto –que también explica el largo periodo de latencia que normalmente se presenta después de la infección, que puede ir de tres a más de 20 años sin que se presenten los síntomas del sida– hace que eliminarlo sea hasta ahora imposible.

Pues bien: ¿qué pensaría usted si estuviera infectado de VIH y le propusieran administrarle un fármaco para “despertar” a esos virus durmientes y hacer que salgan de sus escondites? A primera vista parece una pésima idea: los síntomas deberían empeorar.

Pero resulta que es justo al contrario: durante años, en la búsqueda de una cura para el VIH/sida, se ha intentado hallar tratamientos que saquen a este bello durmiente de su sueño. Porque, al hacerlo salir de las células en que se refugia, se lo podría eliminar con tratamiento antirretroviral.

La reactivación de los virus normalmente ocurre de manera azarosa. Para tratar de forzarla, se han usado compuestos que lo “despiertan” (técnicamente, que activan su transcripción), pero no se ha logrado que lo hagan de manera eficaz.

En un artículo publicado en el número del 5 de junio de la revista Science, un grupo de investigadores comandado por Leor Weinberger, de la Universidad de California en San Francisco, exploró una biblioteca de 1,600 compuestos químicos y halló 85 de ellos que logran aumentar la variabilidad (“ruido”) en la reactivación de los virus (con pruebas en células en cultivo, no en humanos), y que al ser combinados con fármacos reactivadores del virus (activadores de la transcripción), aumentan su efectividad.

De modo que, contra lo que uno pudiera creer, despertar al terrible virus durmiente pudiera ser la clave para acabar con él. Quizá en un futuro este tipo de terapia ayude a lograr la deseada cura.

No: las cosas no siempre son lo que parecen. Ni las brujas.

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miércoles, 2 de abril de 2014

La seudociencia nos invade

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 2 de abril  de 2014

Ayer se celebró en los Estados Unidos el día de April’s fools (“tontos de abril”), equivalente a nuestro día de los inocentes (28 de diciembre), en que los medios acostumbran publicar noticias falsas y graciosas. Lo que está va usted a punto de leer NO es una broma de esas.

1. Gravedad repulsiva. Una sociedad estudiantil de astrónomos aficionados, que organizan periódicamente eventos de divulgación científica, anunció para el 20 de marzo una conferencia en la que se presentaría una teoría “que modifica la ley de la gravitación universal”. El ponente, Alejandro Gallardo, es un tesista de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, cuyo examen profesional estaba próximo a realizarse.

El cartel anunciaba que la teoría, “de comprobarse experimentalmente, provocaría un impulso en la ingeniería automotriz, aeronáutica y aeroespacial, además del primer premio Nobel de física para la UNAM, para México y para Latinoamérica” (sic.). La “noticia” llegó a aparecer en algunos diarios.

La tesis de Gallardo, disponible en internet, afirma exactamente lo mismo. Su propuesta se basa en añadir un término correspondiente a la energía cinética rotacional a las ecuaciones usadas para calcular la gravedad. Eso, según él, bastaría para “corregir” a Einstein (afirmar que Einstein estaba equivocado y que ellos tienen una teoría mejor que la de la relatividad es una marca común de los charlatanes). Y, siempre según Gallardo, la “antigravedad” se puede generar simplemente usando discos que giren a gran velocidad, con lo que se podrían fabricar autos voladores (¡en serio!)  y ganar fama mundial.

Varios científicos y divulgadores comenzaron a discutir en Facebook lo absurdo de la propuesta. Algunos expertos, luego de examinar la tesis, comentaron que era incoherente. Astrónomos del Instituto de Astronomía de la UNAM, que según Gallardo habían revisado su propuesta, negaron tal cosa. La asociación estudiantil decidió, sabiamente, cancelar la conferencia, pero el escándalo ya no podía pararse. La discusión en Facebook alcanzó tal grado que el examen profesional de Gallardo (quien en su propia página de Facebook llegó a amenazar al director de un instituto de investigación de la UNAM de que, cuando estuviera recibiendo el Nobel en Estocolmo, lo haría “tragarse todas y cada una de sus palabras”) fue suspendido. Esperamos que permanentemente.

¿Fin de la historia? Quién sabe. Preocupa que, de no haberse desatado el escándalo, hoy habría una persona con serios problemas psiquiátricos ostentando un título de ingeniero por la UNAM. Pero quizá lo más injusto es que un director de tesis y un jurado hayan permitido que el asunto llegara tan lejos.

2. Mamas contra el sida. El 24 de marzo, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) difundió un boletín sobre la presentación, en la librería Gandhi, del libro Madre Naturaleza y sida: eyaculación láctea de mamas. Medicina para el siglo XXI, de una tal Marcín Atram (¿Marta al revés?), presentada en la solapa como “investigadora autodidacta, pintora abstracta/matérica, productora y escritora”.

En el libro plantea que, a través de un sistema de trabajo basado “en las teorías del caos, selección natural eléctricas del universo” (sic.), ha descubierto que “el sida es una enfermedad ambiental radiactiva emergente” y que el VIH es “un microorganismo que se alimentó de residuos nucleares” y “una especie de reactor nuclear de fusión-fisión, […] la madre naturaleza construyó con ingenio un virus que funciona como un dispositivo o bala atómica, que permite provocar reacciones celulares en cadena”. Y propone que “a través de la producción de moléculas derivadas de mamas humanas” se podrá hallar la cura para este “mensaje” que “la madre naturaleza” dirige “al mundo civilizado del siglo XXI y a todos sus fundamentos científicos y tecnológicos”.

El libro consta de una serie de párrafos igualmente inconexos e incoherentes, que parecen producto de una mente muy confusa. Lo grave es que en la presentación (a la que, según me dijo un empleado de la librería, “casi no acudió nadie, puros parientes de la señora”) participó Emilio Cárdenas Elorduy, director de Fomento Cultural de la delegación Miguel Hidalgo, dándole relevancia al evento. Grave es también que el boletín fuera difundido por el CONACULTA y posteriormente por Notimex, lo que llevó a que fuera reproducido en numerosos medios.

La ciencia debería ser parte de la cultura. Pero CONACULTA –que ante la discusión que también en este caso se desató en internet ante el desatinado boletín, decidió eliminarlo de su página– no parece estar enterado.

3. Fotosíntesis humana. Tercer strike: el 20 de marzo apareció en varios medios la noticia de que un “científico mexicano”, el Dr. Arturo Solís Herrera, que se ostenta como “médico cirujano por la Escuela Superior de Medicina del IPN, oftamólogo por la UNAM y neuro-oftalmólogo por el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía”, había logrado patentar, en Rusia, “una batería “infinita” capaz de generar electricidad a partir del agua y la melanina” (el pigmento que da color a la piel y los ojos).

Solís tiene años afirmando que la melanina, además de permitir producir sus pilas que prometen energía ilimitada –lo cual violaría las leyes de la termodinámica– permite a los seres humanos ¡realizar la fotosíntesis! (“La melanina es la clorofila humana”, dice.)

Nuevamente, lo malo, además de que haya periodistas que crean en tales tonterías y las difundan, es que el gobierno de Aguascalientes llegó a comprar dichas baterías para iluminar una plaza (al parecer, hoy a oscuras). Y se asegura que el Conacyt llegó a financiarlo, mediante un proyecto de investigación, con 3.4 millones de pesos (proyecto AVANCE C2005-228).

No hay duda: la seudociencia y la charlatanería nos invaden. Y la cultura científica brilla por su ausencia. Este año fue marzo, no abril, el mes de los tontos en México.

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