martes, 15 de noviembre de 2011

11/11/11, Darwin y dudas

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en Milenio Diario, 16 de noviembre de 2011

El 10 de noviembre, el tuitero conocido como @Morf0 escribió lo siguiente: “Mañana a las 11/11 les caerá un secretario del cielo... evite Reforma.” Al día siguiente, 11 de noviembre de 2011, el helicóptero donde viajaba Francisco Blake Mora, Secretario de Gobernación, junto con otras siete personas, se desplomaba en un cerro cerca de Chalco, en el Estado de México.

¿Coincidencia? Las probabilidades de que una predicción así acierte son extremadamente bajas. Uno podría sentirse tentado a creer que @Morf0 posee poderes proféticos, o bien que participó en un complot… hasta saber que el tema de la fecha 11/11/11, considerada por muchos como una señal mágica, indicativa de grandes cambios, se puso de moda, como suele suceder, en la red social Twitter, donde cientos de personas se divirtieron lanzando “predicciones” de los hechos más diversos… (“Muchos lo hicimos, pronosticando hechos absurdos”, comenta Federico Arreola en sdpnoticias.com)

Lo que parece una asombrosa o sospechosa “profecía” se convierte, entonces, en el resultado más o menos inevitable y lógico de un proceso darwiniano de generación azarosa de variantes, y posterior selección –debido a la tragedia ocurrida– de una de tantas variantes que resultó, por pura casualidad, ser acertada.

Aunque hasta donde tengo entendido el tuit de @Morf0 no tuvo mayores consecuencias, otro tuitero, @mareoflores (Mario Flores), fue detenido por agentes de la PGR, afuera de su domicilio, sin orden judicial, e interrogado por haber tuiteado lo siguiente: “No salía tan temprano del trabajo desde que se cayó la avioneta de Mouriño. Anden con cuidado, funcionarios voladores”. (Posteriormente fue liberado.)

No quiero discutir si el hecho de que dos Secretarios de Gobernación hayan muerto en accidentes aéreos en un sexenio marcado por la violencia de una guerra contra el narco es sólo una “coincidencia”. Ya Carlos Puig y Román Revueltas, entre otros colegas columnistas de Milenio, han opinado que es absurdo, cuando no hay evidencia, creer en teorías de conspiración (aunque el El Cerdotado tiene otra opinión, al igual que la periodista Blanche Petrich en ElFaro.net).

Lo interesante es ver como nuestra tendencia natural a encontrar patrones –desarrollada a lo largo de la evolución– nos puede llevar a, efectivamente, sacar conclusiones pertinentes a partir de información incompleta, pero también nos puede engañar, haciéndonos ver caras en las nubes o complots donde sólo hay casualidades.

Lo difícil es saber cuándo hacer caso a este “sentido común” y cuándo, por el contrario, debemos refrenar nuestra tendencia a conjeturar. La ciencia es precisamente, un refinado método para garantizar que nuestro instinto no nos arrastre, y supeditarlo a la búsqueda metódica de evidencia confirmable.

Muchos charlatanes se aprovechan de nuestra credulidad vendiéndonos coincidencias como si fueran milagros. Pero en política nada es lo que parece: es también posible presentar como coincidencia algo que tal vez no lo sea.

¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:
Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!


miércoles, 9 de noviembre de 2011

El espeluznante caso del alma y la mano de hule

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en Milenio Diario, 9 de noviembre de 2011

Las religiones creen en el alma: un espíritu inmortal, esencia de lo que somos. La ciencia, en cambio, mantiene el compromiso metodológico de mantener una visión naturalista del mundo, en la que sólo hay cabida para fenómenos naturales, no sobrenaturales.

El debate es inútil, pues la ciencia no puede –ni busca– demostrar la no existencia de lo sobrenatural. Pero las explicaciones naturalistas para fenómenos que anteriormente sólo se entendían recurriendo a lo espiritual o mágico son cada día más numerosas.

Un ejemplo típicamente usado para sostener la existencia del alma inmaterial son los llamados “viajes astrales”: experiencias en que supuestamente el alma sale del cuerpo (son la primera fase de las “experiencias cercanas a la muerte”) y la persona puede observarse a sí misma dormida o en la plancha del quirófano.

Por eso me interesó tanto enterarme, gracias al maestro bloguero Ed Yong, en su blog Not exactly rocket science, de un experimento que, usando una de esas manos de hule con las que se suelen hacer bromas de Halloween, muestra que dichas experiencias, lejos de ser sobrenaturales, son consecuencia de la forma en que nuestro cerebro construye nuestro sentido del yo.

La “ilusión de la mano de hule” comenzó como un truco usado en fiestas: se coloca la mano falsa sobre una mesa, paralela a la mano real del sujeto, que está oculta. Se acaricia la mano de hule, de modo que el sujeto lo observe, y al mismo tiempo se acaricia su mano real, que no puede ver. Es frecuente que el sujeto experimente la extraña sensación de que la mano de hule es realmente su mano, aunque sepa que no lo es y pueda ver que es de hule. El fenómeno suele ir acompañado de la sensación de que la posición de su brazo cambia para estar colocado en el sitio preciso donde está la mano falsa.

Lo que revela esta ilusión es que el sentido de propiedad sobre nuestro cuerpo no es algo fijo, ni dado sólo por la propiocepción (la percepción de la posición de nuestros músculos y articulaciones), sino que se construye constantemente a partir de información visual y de otros tipos. Y sobre todo, que dicho sentido puede alterarse. (Si uno se fija, se experimenta algo parecido a la ilusión de la mano de hule cuando uno maneja un coche: luego de un tiempo, uno “siente” el auto como una extensión del propio cuerpo –hasta cierto punto–, y llega a poder calcular instintivamente los espacios al moverse entre carriles, por ejemplo… aunque la ilusión muchas veces se rompe al tratar de estacionarse, por desgracia.)

Pues bien: Yong describe el caso reportado por Katherine Thakkar y Sohee Park, de la Universidad Vanderbilt, en Tennessee, Estados Unidos, en la revista PLoS One el pasado octubre, de que los pacientes con esquizofrenia experimentan la ilusión de la mano de hule en forma mucho más intensa que los pacientes sanos. Pero lo más sorprendente es el caso de RM, paciente esquizofrénico que desde los 16 años (hoy tiene 55) ha sufrido frecuentes experiencias extracorporales, muchas veces seguidas de episodios psicóticos que lo llevaban al hospital.

Thakkar y Park hallaron que la mano de hule podía provocar en RM no sólo una ilusión intensa, sino que también desencadenó la sensación de salir de su cuerpo y estar observando, junto con el experimentador, la escena desde una altura de unos 30 centímetros, mientras giraban lentamente. Afortunadamente, la experiencia extracorporal no sólo no desató un episodio psicótico, sino que permitió que RM, después de pedir información sobre otros estudios que se han hecho sobre ese tipo de fenómenos, comprendiera que lo que le sucedía no era un fenómeno sobrenatural (solía tener sensaciones místicas de hablar con ángeles y demonios). Desde entonces no ha vuelto a tener episodios psicóticos, aunque sí experiencias extracorporales.

Thakkar y Park sugieren que el sentido del yo, en particular de construcción de la imagen y sentido de pertenencia corporal, podría ser más débil en pacientes esquizofrénicos. Y piensan que quizá por eso actividades como el yoga, que fortalecen la percepción del propio cuerpo, podrían ayudar a atenuar algunos síntomas de la esquizofrenia. Quién sabe: tal vez algo similar a la ilusión de la mano de hule podría ayudar a detectar pacientes con tendencia a padecer este desorden…

Sin duda, este estudio dará pie a más investigación que revelará más datos fascinantes acerca de la relación mente-cuerpo. De lo que no cabe duda es que el dualismo, que postula una separación tajante entre lo corporal y el alma, retrocede un paso más: nuestra alma no es sobrenatural, sino un fenómeno emergente de la compleja función de nuestro cerebro, pero no aislado, sino en relación estrecha con el cuerpo que lo aloja. Puede ser inquietante, pero siempre será mejor y más interesante comprender las bases reales de fenómenos como nuestra propia conciencia que recurrir a facilonas explicaciones “espirituales” que en realidad no explican nada.

¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:

Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La hernia darwiniana

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en Milenio Diario, 2 de noviembre de 2011

Si es usted varón, hay una probabilidad de 27% de que padezca o haya padecido una hernia inguinal (contra sólo 3% para las mujeres). Se dice que la operación para corregirla, que es ambulatoria y se realiza bajo anestesia local, es una de las cirugías más comunes en el mundo.

Como es sabido, una hernia es la protrusión de parte del intestino delgado a través de la pared muscular del abdomen, hacia el canal inguinal. Es un padecimiento relativamente leve, pero molesto por varias razones. Se observa como un abultamiento poco estético (según su tamaño) en la zona entre la ingle y el escroto, y aunque rara vez duele, produce una sensación molesta (como un globo que se infla) al toser, estornudar, pujar o hacer esfuerzos. Muchas veces la parte salida del intestino puede regresarse a su lugar manualmente (“reducir” la hernia). Pero el verdadero riesgo es que en cualquier momento, de forma impredecible, una hernia puede “estrangularse” y dejar de recibir riego sanguíneo, lo que puede hacer que el tejido se gangrene, con lo que se convierte en una emergencia médica que pone en riesgo la vida (si usted tiene una hernia y siente dolor agudo, náuseas o vómitos, un moretón visible en la zona u otros signos de alerta, ¡vaya al hospital de inmediato!).

La palabra “hernia” proviene del griego érnos, “brote de una planta, o tumor en su superficie”. La historia de los tratamientos para curarla (ya era mencionada por gran recopilador romano `de textos médicos Aulo Cornelio Celso en el siglo I) se remonta al menos al siglo XVI, cuando algunos cirujanos-barberos descubrieron que abriendo la zona y cauterizando la pared abdominal con un hierro al rojo vivo, o vertiendo ácido (luego de reducir la hernia), se podía promover la formación de tejido cicatrizal resistente que reparaba la pared abdominal. Hoy se corrige con un método ligeramente similar: se suturan las paredes musculares y se coloca una malla plástica que es cubierta por tejido cicatrizal y refuerza la zona. (Aparte de la cirugía, no hay otro tratamiento, más allá de fajas especiales que dan cierto soporte… pero la recomendación médica sensata es operarse en cuanto sea posible si ya fue diagnosticada.)

Pero ¿qué causa las hernias? Las causas próximas son una debilidad intrínseca de la pared abdominal en esa zona, la intensa y constante presión que el contenido del abdomen ejerce sobre la pared abdominal baja –resultado de nuestra postura erguida, a diferencia de la mayoría de los mamíferos cuadrúpedos– y los esfuerzos, como levantar objetos pesados (aunque existe otro tipo de hernia que es congénita y se presenta en 5 de cada 100 recién nacidos). Pero las causas últimas de este defecto en el diseño del cuerpo humano se remontan nuestra historia evolutiva.

Nuestros antepasados de sangre fría, como peces, anfibios y reptiles, tenían testículos alojados en la cavidad abdominal (en las mujeres el órgano equivalente, los ovarios, sigue estando ahí). Pero con la aparición de los organismos de sangre caliente (homeotermos, en términos técnicos), como los mamíferos, los testículos tuvieron que salir del cuerpo para alojarse en una bolsa fuera del abdomen: el escroto. Esto se debe a que los espermatozoides no se desarrollan correctamente a la temperatura del cuerpo (de hecho, los baños testiculares de agua tibia funcionan como un método anticonceptivo muy rústico, y la ropa interior muy ajustada puede ser causa de infertilidad).

Pero la evolución no planea de forma inteligente los cambios en el diseño de los organismos: va improvisando a ciegas, y produce resultados que frecuentemente dejan mucho que desear. En los humanos, los testículos se siguen desarrollando dentro del abdomen del feto, y descienden desde lo alto de la cavidad abdominal hasta el escroto, pasando precisamente por el canal inguinal (y haciendo un gran enredo con el cordón espermático en el camino). Normalmente al nacer ambos están ya en su sitio (en un pequeño porcentaje de bebés alguno todavía no acaba de bajar, pero lo hace dentro del primer año de nacido). Es la existencia del canal inguinal lo que favorece la aparición de hernias.

Las hernias inguinales son el precio que los machos de la especie pagamos por haber evolucionado a partir de ancestros de sangre fría, y por tener una postura erguida. No me sirve de mucho consuelo mientras me aburro recuperándome de la cirugía, pero al menos es interesante saberlo.

¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:



Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!

sciseekclaimtoken-4eb95403ac349

miércoles, 26 de octubre de 2011

Esperanza contra el sida

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en Milenio Diario, 26 de octubre de 2011


Para quienes siguen sosteniendo la falacia de que apoyar la ciencia básica (la que se hace sin aplicación práctica en mente) es un gasto inútil, un desarrollo reciente en la lucha contra el sida proporciona una lección valiosa

En 1985 se descubrió un tipo de proteínas que pueden unirse al ácido desoxirribonucleico (ADN) de las células, por ejemplo para encender o apagar genes. Se caracterizaban por tener un átomo de cinc sostenido por cuatro “dedos”. De ahí su nombre: proteínas con dedos de cinc. Se descubrió podían reconocer secuencias específicas de entre 6 y 18 “letras” del ADN. En 1991 se propuso modificarlas mediante ingeniería genética para dirigirlas a genes particulares. A alguien se le ocurrió unirlas a otro tipo de proteína que corta el ADN –una enzima nucleasa– para producir “tijeras” moleculares que cortaran el gen que uno quisiera. Una valiosísima herramienta para la investigación básica en biología molecular y celular. Ciencia básica en forma pura.

Pues bien. A finales del año pasado comenté aquí el caso de Timothy Ray Brown, el “paciente de Berlín”, a quien se logró curar de sida gracias a un trasplante de médula. Para ello se usaron células de médula ósea (que producen las células del sistema inmunitario) provenientes de uno de esos raros individuos –1 a 2% de la población mundial, aunque hasta 10% en ciertos países del norte de Europa– que son inmunes a la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El trasplante fue exitoso y hoy Brown tiene un nuevo sistema inmunitario que no muestra señales de infección (aunque el procedimiento no es una opción para otros pacientes, por su alto riesgo).

Como la resistencia al VIH se debe a una mutación que hace que los linfocitos T-CD4 carezcan de una de las “cerraduras” (la proteína CCR5) que usa el virus para entrar a ellos y provocar el sida, a científicos de la Universidad de Pensilvania y de la empresa Sangamo, en California, se les ocurrió diseñar unas nucleasas con dedos de cinc que cortaran precisamente el gen de la proteína CCR5, para inactivarlo y recrear artificialmente la mutación de los individuos naturalmente resistentes al VIH.

Así lo hicieron, y luego de pruebas en ratones y en células en cultivo, hoy están llevando a cabo un estudio clínico en el que extrajeron linfocitos CD4 de nueve pacientes con VIH, los modificaron para inactivar el gen de CCR5, los cultivaron para que se multiplicaran y se los reinyectaron. Aunque los resultados definitivos del estudio se tendrán hasta marzo de 2012, los datos preliminares indican que los linfocitos modificados sobreviven y se multiplican en el cuerpo de los pacientes, y que éstos no sólo no sufren daño, sino que su estado clínico mejora. En cierto modo, tienen un “nuevo” sistema inmunitario resistente al VIH que convive con el natural, infectado por el virus.

Si el tratamiento resulta exitoso –harán falta pruebas clínicas posteriores–, podríamos estar ante la cura del sida. No una cura absoluta –el paciente sigue infectado e infeccioso–, sino una “cura funcional”. Pero incluso si fallara, las perspectivas novedosas que abre permiten que, luego de décadas, la palabra “cura” vuelva a pronunciarse con cierta confianza en el mundo de la investigación en sida.

Yo no sé de finanzas, pero si fuera el tipo de gente que invierte en la bolsa, tal vez compraría acciones de Sangamo (Nasdaq: SGMO, para los que saben de eso). Y seguiría usando condón, por supuesto.


¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:



Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!

miércoles, 19 de octubre de 2011

Gobierno y ciencia

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en Milenio Diario, 19 de octubre de 2011

Porcentaje del PIB dedicado a ciencia y tecnología
en varios países (2002)

Siempre que en los discursos oficiales se menciona a la ciencia y la tecnología, se dicen cosas muy bonitas. Pero es a la hora que se discuten los presupuestos cuando se ve realmente qué tanto se las valora.

Si consideramos hechos, no dichos, es claro que, para nuestro gobierno, ciencia y tecnología son meros accesorios decorativos y opcionales. “Invertiremos más en ciencia cuando mejore la situación económica”, parecen decir, en vez de pensar que es justamente para mejorar la economía y el bienestar que debe invertirse en ella.

Lo expresó acertadamente el doctor Juan Pedro Laclette, coordinador del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en la inauguración de la Semana de la Ciencia y la Innovación 2011 el pasado lunes 17 de octubre: “el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación son motores para el desarrollo económico” del país. Y, consecuentemente, para mejorar el nivel de vida de la población.

En ese mismo evento, organizado por el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, se denunció que en el presupuesto nacional para el 2012 se propone un recorte de mil 200 millones de pesos al rubro “desarrollo e innovación en ciencia y tecnología” (ramo 38).

Y es que, aunque en el presupuesto se prevé un aumento de 16%, la comunidad científica ha advertido que en realidad “en términos reales no hay tal incremento, sino… una notoria disminución de recursos para el sector científico y tecnológico”. Disminuyen, por ejemplo, las partidas para fondos sectoriales, mixtos y regionales del Conacyt, vitales para promover el desarrollo científico, técnico e industrial en los estados, así como las inversiones directas para innovación tecnológica, que recibirán 400 millones de pesos menos en 2012. Esto, a pesar de que desde 2004 la Ley de Ciencia y Tecnología federal especifica (artículo 9 bis) que “el gasto nacional en este rubro no podrá ser menor al 1% del producto interno bruto” (en realidad, nunca ha alcanzado siquiera la mitad de esa cifra).

Al mismo tiempo, los diputados de la Comisión de Defensa Nacional piden un aumento de 6 mil millones de pesos al presupuesto militar. Tomando en cuenta que la Secretaría de la Defensa ha gastado 272 millones de pesos en comprar detectores moleculares GT200, comprobadamente inútiles y fraudulentos, uno dudaría antes de considerar su petición. Al menos, los mismos diputados, siguiendo la iniciativa de algunos senadores, entre los que destaca Francisco Castellón, presidente de la comisión de ciencia y tecnología del senado, han pedido asimismo a las dependencias que han estado utilizando este inútil aparato –para tratar vanamente de detectar armas, drogas o explosivos, mientras vulneran los derechos de personas inocentes– que rindan cuentas.

Ay, la política mexicana: tan lejos del pensamiento científico, y tan cerca de las cuentas alegres… y tontas.


¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:



Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!