Milenio Diario
15 de noviembre 2006
El 8 de noviembre se presentó en público la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS). Según su página en la red (www.-unionccs.org), busca “construir un espacio interdisciplinario e ideológicamente plural para discutir desde una perspectiva académica acerca de la ética científica y la responsabilidad social de la ciencia, así como su papel en políticas públicas que garanticen equidad, justicia social y sustentabilidad”.
La iniciativa, comentada ayer aquí por Arturo Barba, es interesante y esperanzadora. Pero no porque se busque que la ciencia “sirva para algo”, como comentara alguien en la ceremonia, o porque los científicos deban “retribuir con algo lo mucho que reciben de la sociedad”, como comenta Arturo.
En mi opinión, la ciencia (la buena, la bien hecha) sirve sólo para una cosa: entender la naturaleza. Aunque el conocimiento que produce puede a veces aplicarse de forma peligrosa o inaceptable, la sociedad invierte en ciencia porque valora los innumerables beneficios que genera.
Hay quien quisiera hacer más eficiente la producción de conocimiento científico, o enfocarlo a problemas particulares. Pero hay sólo una manera de hacer ciencia: en forma diversa, libre. Es esta exploración un tanto azarosa e ineficiente de las posibilidades la que permite toparse con descubrimientos (aunque también con peligros) insospechados.
La decisión de algunos científicos de organizarse para ir más allá de la labor de investigación y ocuparse de las repercusiones de su actividad (sociales, ambientales, económicas, éticas y de otros tipos) habla no de un intento por justificar su existencia, sino de una conciencia de la importancia que la ciencia —y la opinión experta de la comunidad científica— debe tener en la sociedad actual.
Ayer, el subsecretario para la pequeña y mediana empresa de la Secretaría de Economía, Alejandro González (El Financiero, 14 de noviembre) declaró que “la Secretaría de Economía es la que debería dirigir los destinos de la nación en materia de innovación y desarrollo tecnológico”, opinión que se ha interpretado como una invitación a “tomar las riendas del Conacyt”.
Ante el peligro de confundir la investigación científica con la mera producción de patentes para la industria, la decisión de los científicos de manifestarse y hacer propuestas realistas sobre los problemas de la sociedad no podría ser más oportuna.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
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