Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 24 de febrero de 2010
Si uno de los principales logros científicos del siglo XX fue descifrar las bases moleculares de la vida, el reto que definirá al XXI será comprender los mecanismos sutiles del funcionamiento cerebral. Éste será el siglo del cerebro.
Entender al cerebro, sano o enfermo, ayudará a prevenir o combatir males como Parkinson y Alzheimer, esquizofrenia, depresión, autismo y tantos otros desajustes de la función cerebralES.
Pero más allá de su mero funcionamiento, el enigma más fascinante del cerebro humano es cómo esa masa de más o menos kilo y medio de tejido nervioso (con entre 50 y 100 mil millones de neuronas, unidas entre sí en una intrincada red con más de mil billones de conexiones) puede dar origen a la mente y, sobre todo al “yo”: la sensación subjetiva de ser, de existir. A la conciencia. O, usando otra terminología, al alma.
La hipótesis más obvia (y más ingenua), refinada por René Descartes en el siglo XVII, es que el cerebro es sólo un órgano que sirve de asiento al alma inmaterial, un espíritu que, en consonancia con las tradiciones religiosas, constituye la esencia de la persona.
Esta postura filosófica, llamada dualismo, presenta varios problemas. Primero, en realidad no explica qué es el alma; sólo la da por supuesta. Segundo, presenta un obstáculo insuperable: ¿cómo podría una entidad inmaterial, espiritual, intangible por definición (el alma), ejercer influencia alguna sobre una entidad material (el cerebro), por ejemplo para lograr que movamos un brazo? Y tercero, pero no menos importante: lejos de ser una explicación natural del enigma de la conciencia, el dualismo recurre a suposiciones sobrenaturales, lo cual va en contra del espíritu (ejem) de la ciencia (que es por necesidad naturalista; de otro modo, cualquier explicación mística, y por tanto no comprobable de forma experimental, sería válida: hacer ciencia sería imposible).
Pero en las últimas décadas, nuevos métodos para estudiar el cerebro vivo, junto con avances en neurofisiología, computación y hasta en filosofía de la mente han permitido generar modelos todavía rudimentarios, pero esencialmente coherentes, de cómo el cerebro, en su inmensa complejidad y a través de procesos en paralelo y en múltiples niveles, puede generar esa sensación de “pienso, luego existo” que llamamos “yo”. El dualismo, el alma inmaterial, no es ya una hipótesis necesaria. El alma existe, pero no es una esencia, sino un fenómeno emergente del cerebro.
Hoy a las 10:00 am se inaugura la sala “El cerebro, nuestro puente con el mundo” en Universum, museo de ciencias de la UNAM. Título dualista, pero contenido de calidad. Vale la pena conocerla para saber más sobre éste, el objeto más complejo del universo.