Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 26 de febrero de 2014
Nadie imaginó lo que sucedería: a pesar de que El mundo de Beakman tuvo bastante éxito a nivel mundial (se llegó a transmitir en 90 países, y se siguen pasando repeticiones en muchos de ellos), su impacto en México excede todas las expectativas. Debido a la demanda, el pequeño espectáculo que se había planeado en un auditorio relativamente pequeño (el Alejandra Jáidar, del propio Instituto de Física, nombrado así en memoria a una de las principales promotoras de la divulgación científica en México) se convirtió en un par de presentaciones en la explanada del museo Universum, de la UNAM, cada una con cupo para 4 mil asistentes, mas otra en la explanada de los Leones, en Chapultepec, auspiciada por el Gobierno del DF.
El inusitado éxito de Beakman complicó la organización: el pre-registro en internet se agotó en cuestión de minutos, hubo reventa de lugares y se terminó por manejar los boletos oficiales a través de un servicio comercial (lo cual complicó el proceso y probablemente explica por qué no todas las personas que se registraron asistieron a las presentaciones en la UNAM, circunstancia que causó enojo y frustración en quienes se quedaron sin boleto). Para satisfacer la demanda, se arregló también que las presentaciones fueran transmitidas simultáneamente por TV-UNAM e internet.
Por otro lado, ha habido comentarios más bien mezquinos de personas –investigadores y hasta comunicadores de la ciencia– que califican a Beakman de “payaso” y que se lamentan de que alguien como él tenga tanto público, pero una conferencia con un premio Nobel atraiga sólo a unas cuantas personas.
Creo que esta visión es profundamente equivocada: por supuesto, Beakman (y el equipo de guionistas detrás de él) no pretende comunicar conceptos científicos detallados. Su objetivo, como afirmó Zaloom en una entrevista reciente en México, no era enseñar, “no éramos una escuela, era televisión. Lo que hacíamos era abrir puertas de la ciencia de manera divertida; las partes detalladas le corresponden a maestros [y] a la gente que hace libros”.
En su libro El mundo y sus demonios, Carl Sagan afirmaba: “Sostengo que la divulgación de la ciencia es exitosa si, en principio, no hace más que encender la llama del asombro”. En mi opinión profesional, Beakman cumple con los tres requisitos fundamentales de la buena divulgación científica: su programa (y en menor medida, el sencillo show que trajo a México) comunica ciencia de manera clara, correcta y sobre todo ¡muy atractiva!. Su fama, poder de convocatoria y las vocaciones que despertó en México lo prueban. Quizá los científicos y divulgadores que creen que forzosamente el público tiene que “aprender” y consideran que la simple diversión no es válida como divulgación científica podrían aprender algo de él.
¡Mira!
El primer capítulo de El mundo de Beakman:
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