Publicado en Milenio Diario, 27 de julio de 2004
¿Qué tienen en común la clonación, la genómica, el sida, las células madre, el aborto y las tangas? (Si pensó usted en un aborto de virus transgénico clonado a partir de células madre que además usa tanga, lo siento: no acertó.)
La respuesta, claro, está en una sigla que ha venido a representar los valores más retrógrados y un discurso que, de anticuado, llega a lo ridículo (incluso antes del asunto de las tangas): ProVida. O más bien, llegaría a lo ridículo si no fuera peligroso.
Como se sabe, el Comité Nacional ProVida recibió de manos de la Secretaría de Salud (SSa) 4.5 millones de pesos, que representan el 37.8 por ciento de los 11.9 millones que se han entregado este año a organizaciones no gubernamentales (ONG). Se convierte así, en palabras de la senadora Yolanda Eugenia González, en la ONG “consentida” de la actual administración (y por segundo año: en 2003 se llevó 30 de 55 millones disponibles, o 54.5 por ciento).
Investigaciones realizadas por otras ONGs, amparadas en la llamada Ley de Transparencia, muestran que ProVida gastó parte de esa suma en cosas muy interesantes: un juego de plumas Montblanc de 12 mil pesos; ropa en Zara, Sears, Aca Joe o El Palacio de Hierro; un millón 35 mil pesos en el alquiler de un salón de fiestas, y lo más sonado: tangas y brasieres en una tienda de Mixcalco. Todo ello amparado en el rubro “ayuda a mujeres”.
El problema tiene dos niveles. Uno es la simple (pero gravísima) corrupción que queda de manifiesto. Urge aclarar estos gastos, y el congreso ya está tomando cartas en el asunto.
Pero hay una faceta más grave. ProVida se dedica fundamentalmente a combatir el aborto, pero también a difundir la ideología oficial de la iglesia católica respecto a todo lo que tiene que ver con el sexo (condena, además del aborto, el control de la natalidad, el uso del condón, toda forma de anticoncepción excepto el método del ritmo, la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el sexo por placer o fuera de la pareja monógama). La pregunta natural es: ¿por qué la SSa, que fomenta programas de planificación familiar y distribuye condones, y que tiene como obligación velar por la salud de todos los mexicanos, le da una tajada tan grande de su presupuesto, proveniente de nuestros impuestos, a una organización que se opone diametralmente a sus políticas?
En 2003, gracias a las gestiones del senador panista Luis Pazos, al presupuesto de la SSa destinado a la prevención del sida se le recortaron 30 millones de pesos (de 208 a 178 millones), y la diferencia fue canalizada a ProVida. Y hace unos días ONGs que forman parte del Frente Nacional para la atención de personas con VIH denunció en Mérida que más de ocho mil personas infectadas verán afectados sus tratamientos, pues en la SSa reportan que “se acabó” el presupuesto destinado a la compra de medicamentos retrovirales.
¿Qué está pasando? ¿Se trata sólo, como dice Jorge Serrano Limón, cabeza visible de ProVida, de “desorden administrativo”? Veamos algunos datos más:
Desde hace varios años se ha venido promoviendo la creación del Instituto Nacional de Medicina Genómica. Con él, la investigación biomédica de nuestro país tendría la oportunidad de no quedarse atrás en esta nueva área, que promete avances en la terapia de enfermedades degenerativas y el estudio de las susceptibilidades de la población mexicana a importantes enfermedades.
Sin embargo, grupos de derecha se han opuesto a la creación del instituto, alegando que se pretende clonar seres humanos (absurdo: el instituto no tiene nada que ver con la clonación) y que se usarán embriones humanos para obtener células precursoras o “troncales” (falso también). Sin embargo, el presidente Fox retrasó la firma de la ley de creación del instituto y, al mismo tiempo, se preparó la creación de un “Centro” de Medicina Genómica, que estaría sujeto a limitaciones en cuanto a la investigación en células precursoras. Se prestaba así oídos a los temores de la jerarquía católica y los grupos de ultraderecha. Felizmente, en el último momento se firmó el decreto y hoy el INMEGEN está en vías de ser una realidad.
Creo que estos y otros casos muestran una clara tendencia del gobierno a apoyar, mediante sus políticas de salud, ideologías conservadoras que contradicen los datos aportados por la ciencia moderna. La oposición total al aborto, por ejemplo, incluso en casos de violación, o la idea de que la clonación es algo monstruoso, se basan en la creencia de un alma inmaterial que habita en el embrión desde la concepción; la oposición al uso del condón y a la planificación familiar obedecen a dogmas similares.
Según Carl Sagan, los valores de la ciencia son los mismos que los de la democracia. No se puede hacer ciencia en secreto, pues su “control de calidad” se basa en la libre discusión de hipótesis y pruebas. Paralelamente, la transparencia, que fomenta la circulación y el análisis de la información pública por parte de los ciudadanos, fortalece la democracia. Faltaría que nuestras autoridades comprendan que la base sobre la que deben regir su desempeño –y el de las organizaciones a las que favorecen con recursos públicos– es la discusión racional y laica, basada en el conocimiento científico, y no en prejuicios y dogmas.