Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 26 de diciembre de 2012
Para aquellos “grinches” de navidad (o de sexenio) que insisten en hacer sólo pronósticos negativos (y además se quejan hasta de que no se haya acabado el mundo), una noticia buena para terminar el año.
Resulta que, según reportaron Milenio Diario y La Razón el 22 y el 24 de diciembre, podría ser que una de las más vergonzosas estafas en la historia de la lucha contra el crimen en México esté próxima a terminar.
Varias veces hemos hablado aquí del fraudulento “detector molecular” GT200, fabricado por la empresa británica Global Technical y distribuido en México por Segtec. A pesar de que se presenta como una tecnología avanzada para detectar a distancia las “vibraciones moleculares” de distintas sustancias como explosivos o drogas (aunque también de objetos como armas, pelotas de golf o trufas), para localizarlas, en realidad se trata de un simple artefacto de plástico completamente hueco con una antena que gira libremente y apunta azarosamente, obedeciendo a los movimientos involuntarios o inconscientes del operario. Es el mismo “efecto ideomotor” que funciona en la ouija o en las varitas que los rabdomantes o zahoríes usan para buscar agua.
La buena noticia es que, luego de que el caso fuera atraído por la Suprema Corte en septiembre pasado, y luego de que la Academia Mexicana de Ciencias sometiera a prueba el artefacto para comprobar su inutilidad, la PGR ha anunciado, por fin, que prohíbe su uso. La mala son dos: que la SEDENA la sigue usando, por lo que falta mucho para erradicar esta estafa de México, y que todavía no se reconoce públicamente el error: en vez de hablar de un fraude se habla de que “no se ha comprobado que funcionen”, y mucho menos se habla de fincar responsabilidades o de perseguir a los defraudadores que los venden.
Lo grave del uso de esta vacilada por nuestras instituciones de seguridad (PGR, Secretaría de la Defensa Nacional, policías federales y locales…) radica en tres puntos. Primero, su altísimo costo (se llegan a vender en 35 mil dólares cada uno, y se han gastado casi 22 millones de dólares en ellos). Segundo, que al ser un timo pueden dar falsos resultados negativos (indicar que no hay riesgo de, por ejemplo, un explosivo cuando sí lo hay), y ponen así en riesgo a las fuerzas armadas y a los ciudadanos comunes. Y tercero, y quizá más grave, que pueden también dar falsos resultados
Aún así, la noticia es buena: denunciar la seudociencia puede servir de algo. ¡Celebremos! Felices fiestas y nos leemos en 2013.
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