jueves, 28 de diciembre de 2006

El reto urgente

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 27 de diciembre de 2006

Vi La verdad incómoda, documental en que Al Gore, ex vicepresidente estadunidense y candidato presidencial alerta sobre el calentamiento global, sin mucha confianza.

Temía aburrirme. Dudaba aprender algo nuevo: la información sobre el efecto invernadero y el calentamiento global aparece con frecuencia en la prensa. Y pensé que la cinta sería tendenciosa.

Me equivoqué en los dos primeros puntos. A pesar de ser la versión cinematográfica de una conferencia que Gore imparte desde hace años, la cinta es fascinante. Gore ha destilado la información y refinado su presentación hasta lograr un producto magistral. Hechos y argumentos se van ensamblando con tal claridad que el mensaje es contundente. Una gran riqueza de imágenes y datos añaden frescura e impacto.

En lo que no erré fue en el tercer punto. Gore no se anda con medias tintas; su postura es radicalmente comprometida. A diferencia de quienes quieren disfrazar los hechos con eufemismos como “cambio climático global” (en vez de “calentamiento”, para sugerir que no se sabe si efectivamente la temperatura global está aumentando), la cinta deja claro que el efecto de la descontrolada liberación de gases de invernadero —principalmente dióxido de carbono— a la atmósfera está afectando el balance energético del planeta, y muestra lo terribles que pueden ser las consecuencias, que ya comienzan a manifestarse.

También confirma que indiscutiblemente los Estados Unidos son el país que más contribuye al problema, y el que más se ha resistido a su solución (la oposición del presidente Bush a firmar el Protocolo de Kioto es sintomática). Aunque la cinta llega a ser angustiante, también da esperanza: con medidas factibles y realistas, puede disminuirse drásticamente la liberación de gases de invernadero, y el problema podría frenarse en pocas décadas. Pero sólo si tales medidas se llevan a cabo, lo cual no ocurrirá si los ciudadanos del mundo, y especialmente de los países más industrializados, no estamos claramente conscientes de la situación. Preocupa el dato de que, aunque las publicaciones especializadas dejan claro que el consenso científico prácticamente unánime es que el calentamiento es una realidad urgente, la prensa popular presenta el problema como sólo una posibilidad.

Si usted quiere informarse, le recomiendo ampliamente ver la cinta. También puede consultar http://www.climatecrisis.net. ¡Feliz 2007!

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Triste Año Nuevo

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 20 de diciembre de 2006

No soy pesimista, pero las ocho columnas de MILENIO Diario el lunes pasado son elocuentes: “Quitan 155 millones de pesos a cáncer y genoma”. Los recortes a los Institutos Nacionales de Salud, entre los que destacan Cancerología y el recién creado de Medicina Genómica, confirman los temores: para el gobierno calderonista, la investigación científica no es prioridad; ni siquiera la médica.

MILENIO Diario restriega sal en la herida: reporta que la “Oficina de la Presidencia de la República” (presidida por Juan Camilo Mouriño, un señor con cara de pocos amigos que en realidad es el vicepresidente) tendrá un presupuesto de ¡casi mil 600 millones de pesos! (el del Instituto Nacional de Cancerología será de 315 millones).

Otras noticias permiten predecir —sin necesidad de mágica bola de cristal ni científicas simulaciones por computadora— que 2007 será un mal año para la ciencia en México (y por tanto, otra oportunidad perdida para mejorar nuestro futuro). Una, el brutal (y embrutecedor) recorte a cultura y educación. Otra, la negativa de PRI y PRD a adoptar la propuesta del Partido Alternativa para desviar a estos rubros un poco de los exageradísimos recursos que se otorgan a los partidos para “gastos de operación” (es decir, mantener sus elefantiásicas y dispendiosas infraestructuras).

Académicos como Ciro Murayama y Lorenzo Córdova proponen una disminución de 50% en estos gastos, que en una democracia como la nuestra, basada en propaganda y no en argumentos, finalmente acaban pagando anuncios en televisoras y otros medios masivos. Es claro que sus propuestas no serán escuchadas.

Hace varios sexenios, el Conacyt, que había sido creado en 1970 como una entidad monstruosa (su antiguo edificio es ahora ocupado por el Museo de Ciencias Universum, de la UNAM), sufrió un eficaz proceso de adelgazamiento: se mudó a un edificio modesto, redujo su burocracia, eficientó sus procedimientos. Aunque hoy ha vuelto a crecer, demostró que con voluntad se pueden reducir gastos superfluos y mejorar el servicio. ¿Será imposible que los partidos políticos hagan lo mismo?

Como puntilla, MILENIO Diario informa que el cardenal Norberto Rivera bendice a nuestros legisladores. Quizá no ande tan descaminado: con un gobierno que desprecia la educación, la cultura y la ciencia, tal vez el pensamiento mágico sea la única esperanza que nos queda. ¡Feliz Navidad!

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Mal comienza Calderón

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 13 de diciembre de 2006

Más allá de prejuicios partidistas, los hechos preocupan.

Primero, el nombramiento de la responsable de la que podría haber sido el área más determinante para cambiar el destino de nuestro país: la educación. La llegada de Josefina Vázquez Mota, notoria por ser autora del best-seller Dios mío, hazme viuda, muestra claramente que el gobierno entrante no percibe la importancia de la secretaría que en otros tiempos ocuparan algunos de los más destacados intelectuales mexicanos.

Luego vino el recorte al rubro de cultura: 2 mil millones de pesos menos que el año que termina. Nuevamente, quedaban de manifiesto las prioridades calderonistas: el dinero va primero; la cultura es opcional.

Y llegó el nombramiento de Juan Carlos Romero Hicks, exrector de la Universidad de Guanajuato y exgobernador de ese estado, vinculado al ultraconservador Yunque, con nula experiencia en asuntos de ciencia, como director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Como probable pago de cuotas políticas, el hecho augura pobres tiempos para la ciencia. Ya el sexenio pasado el Conacyt había preferido apoyar a industriales que promover la investigación. Cayó en la falacia de que existe una ciencia aplicada que hay que apoyar en detrimento de una ciencia básica supuestamente inútil. En realidad, lo que hay que apoyar es la buena ciencia, cuyo único producto es el conocimiento (que luego puede, claro, aplicarse… si se tiene).

La comunidad científica ha comenzado a manifestarse en contra del nombramiento de alguien ajeno al campo para dirigir la política científica nacional. Esperemos, a falta de otra alternativa, que los malos augurios no se cumplan y que Romero se asesore de verdaderos expertos y escuche la voz de la comunidad científica nacional.

La puntilla en esta ola de nubes negras fueron el brutal recorte al sector educativo (que afortunadamente intentarán revertir legisladores más sensatos) y la burlona expresión de ignorancia del diputado Raúl Padilla, presidente de la Comisión de Presupuesto. Como para confirmar paranoias, la campaña en contra de la cultura, la educación y las universidades públicas parece ser una realidad.Ojalá la propuesta del partido Alternativa, de reducir el presupuesto de los partidos políticos en 20% (500 millones) e invertirlo en educación, ciencia y cultura no caiga en oídos sordos.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Contra el fraude científico

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 6 de diciembre de 2006

Como comentábamos aquí la semana pasada, la ciencia a veces causa desconfianza debido a su poder, y al peligro que ese poder mal aplicado puede representar. Pero también puede perder credibilidad debido a los fraudes científicos.

El más reciente es el protagonizado por el sudcoreano Woo Suk Hwang, quien en 2004 saltó a la fama por ser el primero en lograr obtener células madre embrionarias humanas por medio de clonación. Hwang confirmó su fama, y el supuesto poderío de la biología molecular de su país, al clonar por primera vez a un perro y reportar en 2005 la obtención de 11 líneas de células madre en cultivo que provenían de pacientes con enfermedades inmunitarias, diabetes y otros padecimientos.

La debacle llegó a finales del mismo año, cuando salieron a la luz varios escándalos: primero, se descubrió que Hwang había pagado a colaboradoras suyas para que donaran óvulos para su proyecto de investigación. El hecho, éticamente cuestionable aunque no ilegal, fue negado enfáticamente en un primer momento.

Posteriormente se cuestionó la validez de algunas figuras clave de sus trabajos, lo que puso en duda la honestidad de los investigadores y la veracidad de sus datos. Hwang fue destituido y enjuiciado, y sus artículos (publicados en la revista estadounidense Science) fueron retirados, lo que en ciencia equivale a un desmentido. El fraude propinó un fuerte revés a la percepción pública de la investigación con células madre, de por sí polémica.

¿Cómo evitar que, en el salvajemente competitivo ambiente científico, –“publica o perece”, reza la ley no escrita– florezca el fraude? La semana pasada, el editor en jefe de Science, que junto con la inglesa Nature es una de las dos más influyentes revistas científicas del mundo, comparte las conclusiones del comité de expertos que analizó el caso de Hwang. Entre otras cosas se recomienda, para evitar futuros fraudes, establecer comités especiales para revisar artículos polémicos o poco usuales, y hacer más estrictos los controles de calidad –revisar las imágenes, los datos originales, etc. – antes de aceptar los artículos.

El resultado será algo parecido a los controles de seguridad que hoy se sufren en los aeropuertos: muchas más molestias a cambio de más seguridad, aunque no absoluta. El precio, según Science, vale la pena: conservar la confiabilidad de la ciencia.