Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 4 de mayo de 2011
Algo grave está pasando en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (
Conacyt). Y no recientemente, sino desde hace tiempo.
En febrero de 2004, durante la gestión de Reyes Tamez como director de la institución rectora de la política científica en México, se anunció una
reducción de casi 38% en el número de becas de posgrado en el extranjero. En agosto de 2009, bajo la dirección de Juan Carlos Romero Hicks, se notificó que se modificarían, de manera diferenciada,
los montos de las becas de posgrado nacionales: algunos, considerados “de competencia internacional”, subieron; otros, “consolidados”, quedaron iguales, mientras que otros más, “en desarrollo”, disminuyeron sensiblemente.
Hoy un grupo de estudiantes de posgrado denuncia (
porlaciencia.blogspot.com) que nuevamente, esta vez bajo el recién nombrado director Enrique Villa Rivera, se reduce en 25%, el monto de las becas que reciben todos los estudiantes de doctorado de nuevo ingreso (aparentemente, sólo de los posgrados “de ingreso directo”, en los que los estudiantes entran sin hacer previamente una maestría, aunque se señala que se está afectando también a estudiantes con maestría previa). Las becas de doctorado pasarían así de 6 salarios mínimos (aproximadamente 10 mil pesos) a 4.5 salarios mínimos (unos 6 mil pesos), igual al monto de las becas de maestría.
Se trata, sin duda, de un asunto grave, que revela una tendencia preocupante: al debilitar a los posgrados nacionales y desmotivar a sus estudiantes, se fomenta la fuga de cerebros y se cercenan las posibles vocaciones científicas en nuestro país, cuyo sistema científico sigue siendo raquítico.
Si bien tenemos buena ciencia básica y aplicada, el número de investigadores es bajo (1.2 por mil habitantes, mientras que
países similares tienen entre dos y 10, y los desarrollados hasta 15 o incluso mucho más). Y hay una carencia total de vinculación ciencia-tecnología-industria, que es la que puede generar un beneficio económico y en el nivel de vida de un país.
Un reciente análisis de la Auditoría Superior de la Federación concluyó que el Conacyt ha manejado deficientemente el
Sistema Nacional de Investigadores (SNI) durante sus 25 años de existencia. Muestra de ello fue la
protesta de decenas de científicos ante sus oficinas, en diciembre de 2010, debido al retraso en el otorgamiento de los fondos ¡de 2009!
Hay quien teme que en Conacyt haya
mal manejo del dinero que la nación le otorga para apoyar la ciencia. Pero ello no necesariamente implica que alguien se lo esté robando [o que el gobierno esté haciendo un “
cochinito” para las elecciones, pues el retraso en los pagos en diciembre pasado afectó también a la Secretaría de Educación Pública (SEP) y al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta)].
En el editorial del número más reciente de la
revista Ciencia, de la
Academia Mexicana de Ciencias, su presidente, Arturo Menchaca, da
una explicación alterna: “hay un creciente déficit en el ejercicio [del presupuesto de Conacyt], que debe ser superior a los 600 millones de pesos que se asignan cada año a ciencia básica. Los recursos que se ejerzan en 2011 serán parte del presupuesto de este año, no del año 2009, en que se emitió la convocatoria, ni del 2010… para la ciencia básica los dados de este sexenio ya están echados. No hay manera de recuperar los recursos de años anteriores, y los de éste sólo alcanzarán para la convocatoria de hace dos años (2009)”.
Definitivamente, algo anda mal en Conacyt. Y con ello, en todo el sistema científico mexicano.
Posdata: Y para colmo, el Conacyt apoya, según reportan en sus respectivos
blogs el investigador
Luis Mochán, de la UNAM, y el
bloguero escéptico e ingeniero en electrónica tijuanense
Omar Meléndrez (@omarklin), ¡el Conacyt apoya proyectos seudocientíficos!
Como lo leyó: a través de su “Fondo Mixto de Fomento a la Investigación Científica y Tecnológica Conacyt-Gobierno del Estado de Baja California” en su cuarto periodo (2010),
el Consejo apoyó con un millón y medio de pesos a la empresa Classiamy SAPI, de
Sergio Martín de la Torre, que ofrece una “Planta de Energía Portátil Autosuficiente” llamada
Recergon, “con la capacidad de producir energía eléctrica sin necesidad de algún tipo de conbustible (sic.) o de elemento externo, es decir, no requiere de gasolina, carbón, alcohol, la fuerza del aire, la luz solar, algún tipo de movimiento o corriente de agua, etc.”. Nuestro dinero, que se le niega a estudiantes de posgrado en ciencias, se desperdicia así en nada menos que ¡máquinas de movimiento perpetuo! Seguramente no hay alguien en los comités evaluadores de Conacyt que estén al tanto de la
2ª ley de la termodinámica… Ni hablar. Como dijera un clásico, ¿así, cómo?
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