viernes, 29 de septiembre de 2006

Imprudencias papales

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 27 de septiembre de 2006


Son exagerados los rumores de que el papa Benedicto XVI buscaba detonar la tercera guerra mundial cuando declaró, en la Universidad de Ratisbona, que la guerra santa del islam está contra Dios y que defender la fe con la violencia es irracional. Pero no era difícil adivinar que sus declaraciones despertarían la indignación del mundo islámico, provocando agresiones contra templos y religiosos católicos.

Las imprudentes palabras de Joseph Ratzinger no sorprenden. Ya como jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antigua Santa Inquisición) se distinguía por su rigidez y tradicionalismo: oposición total a la anticoncepción, a la investigación con células madre, al derecho a la elección respecto al aborto, y condena a la diversidad sexual.

Pero en Ratisbona Ratzinger lanzó también una acusación directa contra la ciencia, la cual, según él, “al menos en parte, se ha dedicado a buscar una explicación del mundo en la que Dios sea innecesario”.

Tiene algo de razón. La ciencia, por su propia naturaleza, parte de una concepción naturalista del mundo: supone de entrada que no hay causas sobrenaturales. Se trata de una postura obligada. De otro modo, la ciencia sería innecesaria. ¿Por qué buscar explicaciones para los fenómenos naturales si podemos atribuirlos a espíritus, milagros, magia o deseos que se cumplen? Pero esto no implica que la ciencia esté contra la religión.

El Papa no se detuvo ahí: atacó también la teoría darwiniana de la evolución, al preguntar qué fue primero: “¿La razón creadora, el espíritu que obra en todo y suscita el desarrollo, o la irracionalidad que, despojada de significado, de algún modo produce un universo ordenado matemáticamente, así como al hombre y su razón?”

Expresó su temor de que el hombre (sic) “sería entonces solamente el resultado casual de la evolución y, por tanto, en el fondo también algo irracional”.

Presentar a la evolución como equivalente a la irracionalidad no sólo es absurdo: es mala voluntad. Ratzinger deliberadamente se niega a entender la postura darwiniana, cuya mayor virtud es mostrar cómo, mediante un mecanismo natural, el complejo orden de lo vivo puede surgir sin necesidad de un proyecto.

Esperemos que la Iglesia católica, mientras defiende a sacerdotes pederastas y sus encubridores, no lance una “guerra santa” contra una de las más poderosas teorías en la historia de toda la ciencia.

mbonfil@servidor.unam.mx

miércoles, 20 de septiembre de 2006

Letrados olmecas

Martín Bonfil Olivera

Milenio Diario
20 de septiembre de 2006

La ciencia mexicana tiene excelente nivel, pero es poca, y no es frecuente verla en primera plana. El descubrimiento publicado el 15 de septiembre por la influyente revista Science (celebrando nuestras fiestas patrias) es un ejemplo notable.

Se trata de la muestra más antigua de escritura en el continente americano. No por nada nuestra arqueología es reconocida mundialmente; faltaba más, con la inmensa riqueza arqueológica que tenemos. Hay sitios en que basta escarbar para toparse con restos.
Por eso el Instituto Nacional de Antropología e Historia cuenta con arqueólogos entrenados para supervisar la construcción de edificios o carreteras. Si identifican restos arqueológicos importantes, se encargan de rescatarlos. En casos excepcionales, puede detenerse o desviarse la construcción para preservar el sitio.

No sucedió así con el bloque del Cascajal, desenterrado durante una excavación para una carretera en el municipio veracruzano de Jaltipan, y que se almacenó, junto con otros objetos encontrados junto a él, en la casa de una autoridad local. En 1999 lo vieron los antropólogos María del Carmen Rodríguez, del Centro INAH en Veracruz, y Ponciano Ortiz, del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, quienes notaron que los signos grabados en él podían ser importantes.

Junto con un equipo en el que participaron arqueólogos estadunidenses, realizaron estudios que permitieron fechar la escritura del bloque en alrededor de 900 años antes de nuestra era (la cultura olmeca, una de las más antiguas de Mesoamérica, se desarrolló entre mil 200 y 400 años antes de nuestra era). Se dieron cuenta de que, lejos de ser simples dibujos, los signos constituían un verdadero lenguaje escrito, pues presentan sintaxis y reglas de lectura.

Ésta es la primera evidencia de que los olmecas tuvieran, ya desde entonces, un sistema de escritura avanzado que les permitiera una comunicación social elaborada. El descubrimiento, afirman los especialistas, le da una nueva dimensión a la cultura olmeca.

Todavía no ha sido posible descifrar el lenguaje; para eso se necesitaría una “piedra de Rosetta”. Tampoco se sabe si se usó ampliamente o era local. Será necesario buscar más ejemplos de esta escritura. De lo que no hay duda es que el hallazgo despertará un nuevo auge en la arqueología olmeca. Seguramente esta antigua civilización nos reserva muchas sorpresas.

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miércoles, 13 de septiembre de 2006

El aguijón de la raya

Martín Bonfil Olivera

Milenio Diario
13 de septiembre de 2006

La aparatosa muerte del conservacionista australiano Steve Irwin, “el cazacocodrilos”, ocasionada por el aguijonazo de una raya venenosa que traspasó su corazón durante una grabación en aguas poco profundas, ha causado diversas reacciones.

Muchas han sido de asombro y dolor por parte de sus numerosísimos fans. Irwin era bien conocido por sus programas de televisión, en los que frecuentemente se ponía en situaciones de riesgo, y por sus muchas acciones en pro de la conservación de la fauna, incluyendo su fundación para promover la protección de la vida silvestre.

Su muerte fue un accidente muy desafortunado. El reflejo de ataque de las rayas es bien conocido; se produce mecánicamente cuando el animal se siente acorralado (o bien cuando alguien lo pisa, pues las rayas suelen posarse en el fondo marino), pero rara vez ha causado muertes humanas.

Las rayas, parientes de los tiburones, cuentan en el extremo de su cola con una púa o aguijón que puede llegar a medir más de 30 centímetros, y que tiene glándulas que secretan toxinas venenosas. Cuando la raya se asusta, la cola se dispara hacia arriba, pinchando al animal que la amenace.

Irwin nadaba muy cerca de la raya mientras un camarógrafo —que grabó la escena— se encontraba delante de ella. Se piensa que el paro cardiaco que lo mató se debió a la combinación del pinchazo y el efecto de las toxinas del aguijón.

Sin embargo, hay quien también ha recordado las frecuentes críticas que Irwin recibía por su peculiar estilo de filmar programas sobre la vida silvestre. En varias ocasiones se le acusó de molestar o alterar a los animales que filmaba. También había sido criticado por las situaciones de riesgo excesivo en las que frecuentemente se colocaba.

Sin dejar de lamentarlo, quizá haya una triste moraleja que sacar del asunto.

Si las rayas cuentan con un aguijón venenoso no es por casualidad; como todas las adaptaciones biológicas, se trata de un producto de la evolución que es útil para la supervivencia (en este caso, como mecanismo de defensa).

No por nada en inglés se conocen como stingrays (rayas de aguijón).

Cuando uno entra en los terrenos de un animal potencialmente peligroso, se arriesga a ser atacado. Habría que tomar eso en cuenta antes de invadir sus territorios, así sea con el propósito de filmar documentales espectaculares.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Fox: sexenio fallido

Milenio Diario
6 de septiembre de 2006

Es difícil hallar, incluso entre quienes votaron por él, a quien todavía esté dispuesto a hablar bien de Vicente Fox. Las promesas de campaña resultaron fallidas.

El “sexenio del cambio” deja una secuela de daños: desilusión, narcoviolencia, descontento social, instituciones vulneradas (especialmente las electorales) y la sensación de que volvimos a los tiempos en que el poder, por los medios que fuera, podía decidir un proyecto de nación por encima de la voluntad de los electores. Ni siquiera en lo que supuestamente sabía hacer, crear empleos, se logró un avance: los datos publicados ayer por MILENIO Diario así lo muestran (879 mil nuevos empleos, de los cuales 73% son eventuales, contra 2 millones 535 mil en el sexenio de Zedillo, con sólo 17% de eventuales).

En ciencia y cultura la catástrofe es peor. Fox mostró con hechos que para él la cultura es un área básicamente inútil, de ornato, en la que vale la pena invertir sólo en términos de imagen pública. La megabiblioteca José Vasconcelos, ese mamut decorativo, es el mejor símbolo.

No extraña por ello el veto a la Ley del Libro. Fox argumenta que la propuesta de precio único “impide la libre competencia… en detrimento del consumidor”. Visión comercial y miope que considera al libro como una mercancía más, equivalente a los zapatos o los tornillos, y para la que resulta inconcebible anteponer la cultura al sacrosanto libre mercado.

La ley había sido larga y arduamente consensuada entre autores, editores, impresores, libreros y distribuidores. El precio único habría eliminado la injusta desventaja de las librerías pequeñas frente a grandes distribuidores que obtienen descuentos a costa de presionar a los editores (que aumentan sus costos para resistir). Permitiría que cualquier lector comprara libros a precio justo en cualquier parte del país. Aunque Estados Unidos, Canadá o Estonia no tienen precio único, sí lo tienen Alemania, Francia, España, Dinamarca, Japón, Argentina…

La misma actitud mercantilista, que privilegia al mercado y los empresarios por encima de todo, fue patente en la política científica de Fox. El presupuesto para ciencia y tecnología, en vez de aumentar, disminuyó, y al frente del Conacyt se puso a un administrador que prefirió facilitar fondos públicos a las empresas en vez de fortalecer la investigación pública.

En resumen, un desastre. Quizá nos lo merecemos.

mbonfil@servidor.unam.mx