Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario
20 de septiembre de 2006
La ciencia mexicana tiene excelente nivel, pero es poca, y no es frecuente verla en primera plana. El descubrimiento publicado el 15 de septiembre por la influyente revista Science (celebrando nuestras fiestas patrias) es un ejemplo notable.
Se trata de la muestra más antigua de escritura en el continente americano. No por nada nuestra arqueología es reconocida mundialmente; faltaba más, con la inmensa riqueza arqueológica que tenemos. Hay sitios en que basta escarbar para toparse con restos.
Por eso el Instituto Nacional de Antropología e Historia cuenta con arqueólogos entrenados para supervisar la construcción de edificios o carreteras. Si identifican restos arqueológicos importantes, se encargan de rescatarlos. En casos excepcionales, puede detenerse o desviarse la construcción para preservar el sitio.
No sucedió así con el bloque del Cascajal, desenterrado durante una excavación para una carretera en el municipio veracruzano de Jaltipan, y que se almacenó, junto con otros objetos encontrados junto a él, en la casa de una autoridad local. En 1999 lo vieron los antropólogos María del Carmen Rodríguez, del Centro INAH en Veracruz, y Ponciano Ortiz, del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, quienes notaron que los signos grabados en él podían ser importantes.
Junto con un equipo en el que participaron arqueólogos estadunidenses, realizaron estudios que permitieron fechar la escritura del bloque en alrededor de 900 años antes de nuestra era (la cultura olmeca, una de las más antiguas de Mesoamérica, se desarrolló entre mil 200 y 400 años antes de nuestra era). Se dieron cuenta de que, lejos de ser simples dibujos, los signos constituían un verdadero lenguaje escrito, pues presentan sintaxis y reglas de lectura.
Ésta es la primera evidencia de que los olmecas tuvieran, ya desde entonces, un sistema de escritura avanzado que les permitiera una comunicación social elaborada. El descubrimiento, afirman los especialistas, le da una nueva dimensión a la cultura olmeca.
Todavía no ha sido posible descifrar el lenguaje; para eso se necesitaría una “piedra de Rosetta”. Tampoco se sabe si se usó ampliamente o era local. Será necesario buscar más ejemplos de esta escritura. De lo que no hay duda es que el hallazgo despertará un nuevo auge en la arqueología olmeca. Seguramente esta antigua civilización nos reserva muchas sorpresas.
Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
1 comentario:
Iteresante, y muy atinado el dia de la publicacion, siempre es un placer leer tu columna!
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