Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 24 de junio de 2018
En estos días todo mundo habla de encuestas. Principalmente porque queremos prever lo que pasará en la elección del próximo domingo, que podría decidir el futuro de nuestro país para los próximos seis años.
Pero el año pasado, entre el 16 de octubre y el 15 de noviembre, se llevó a cabo una encuesta distinta, y también muy importante para augurar qué le puede esperar a nuestra nación en años venideros.
Se trata de la ENPECYT, o Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología, que desde 1997 lleva a cabo cada dos años el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) a petición del CONACyT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología), y que busca conocer qué tanto interés, y qué conocimientos y actitudes, tienen los ciudadanos mexicanos hacia esos temas.
La encuesta se realiza mediante entrevistas en 3 mil 200 hogares en 32 áreas urbanas con más de 100 mil habitantes de todo el país, lo cual garantiza que sea estadísticamente representativa. Los encuestados fueron mexicanos de 18 años en adelante.
Los resultados presentan pocas sorpresas.
En el campo del interés, la encuesta indicaría que 36% de los mexicanos tiene un interés grande o muy grande en la ciencia y tecnología, 39% moderado, y un preocupante 25% dijo no tener ningún interés. Dado que, para comparar, se preguntó sobre política y sólo 16% dijo tener un interés grande o muy grande, y 43% nulo, uno podría pensar que las cifras no son tan malas. Incluso al preguntar sobre deportes o espectáculos, el nivel de interés alto era, respectivamente, de 37 y 24%, y el nulo de 22 y 24%. Pero, si pensamos que una población en la que a casi la mitad no le interesa la política es fácilmente manipulable, y en la que una cuarta parte no le interesa la ciencia difícilmente la apoyará para promover el desarrollo de la nación, las cifras quizá no son tan tranquilizadoras como parecen.
La cosa empeora cuando se le pregunta a la gente ya no en general sobre “nuevos inventos y descubrimientos científicos”, como arriba, sino más específicamente sobre su interés en ciencias exactas: ahí el interés alto o muy alto es de sólo 23% y el nulo de 42%; casi tan mal como en política. Mi conclusión: nuestro sistema educativo no está cumpliendo con comunicar a los jóvenes la importancia ni de la política ni de la ciencia.
Por otro lado, cuando entramos a la parte de conocimientos y actitudes, el panorama es aún menos halagüeño: aunque yo siempre he dicho que muchas de las preguntas de la ENPECYT están mal formuladas o no son representativas, siempre es preocupante ver que 63% de los mexicanos declara no consultar siquiera información sobre ciencia y tecnología; porcentaje que ha crecido; en 2015 era de 54%. (Por cierto: es muy interesante ver que los medios que consulta el público que sí busca dicha información son prioritariamente impresos: revistas, con 49%, y periódicos, con 44, contra TV y radio con 27 y 10%, respectivamente. Desgraciadamente, la encuesta no incluye internet en esta pregunta, una gravísima omisión que hay que remediar cuanto antes.)
Es curioso que, aunque 24% dijo estar bien o muy bien informado en cuanto a temas de ciencia y tecnología (contra 40% en deportes, 18% en política y 24% en espectáculos), a la hora de responder preguntas la cosa cambia. Nos enteramos de que, aunque 96% de los encuestados saben que fumar causa cáncer, 88% que el centro de la Tierra es muy caliente y 85% que el ser humano llegó a la Luna (¡tomen eso, conspiracionistas!), 65% responde que la Tierra da una vuelta al Sol en un mes (aunque eso no necesariamente indica que lo crean; posiblemente muchos entienden mal la pregunta o no prestan atención), y sólo 19% sabe que los antibióticos no son eficaces para combatir infecciones virales.
Y aunque un elevado 92% opina que el gobierno debería invertir más en investigación científica (menos de un 5% está “en desacuerdo o muy en desacuerdo”), 70% se opone a la clonación de animales, y un desalentador 46% –casi la mitad de los encuestados– está de acuerdo con la afirmación de que “Debido a sus conocimientos, los investigadores científicos tienen un poder que los hace peligrosos” (una de las preguntas más polémicas y mal formuladas de la encuesta, pero que siempre llama la atención de los medios). Y un francamente alarmante 77% está de acuerdo o muy de acuerdo en que “Existen medios adecuados para el tratamiento de enfermedades que la ciencia no reconoce, como acupuntura, quiropráctica, homeopatía y limpias”. En otras palabras, tres cuartas partes de la población no tiene la capacidad para distinguir entre ciencia y seudociencia ni siquiera cuando se trata de algo tan vital como su salud (porque, como debería ser bien sabido, todas las terapias mencionadas son comprobadamente inútiles desde el punto de vista terapéutico).
La encuesta tiene muchísimos más datos a los que se les puede sacar mucho jugo (si usted gusta, puede hallar toda la información en este link: bit.ly/2tz026L). Pero en general, sus resultados no han cambiado gran cosa a lo largo de los años, y pintan un panorama poco gratificante: quizá el mexicano no tiene una percepción tan mala de la ciencia, pero su conocimiento científico sí tiene grandes y peligrosas lagunas. Y su actitud hacia los científicos, el conocimiento que producen y la tecnología que se deriva de éste es más bien ambivalente: confían y apoyan en algunas cosas, pero ante otras se oponen y tienen temor.
Por cierto, estos resultados coinciden a grandes rasgos con los publicados en otra encuesta reciente, dada a conocer por la encuestadora Parametría en febrero de este año y comentada en su momento en este espacio.
Al final, yo diría que los resultados dejan claro que hay que reforzar la enseñanza de la ciencia, sobre todo a nivel básico y medio (incluyendo no sólo conocimientos científicos, sino hábitos de pensamiento crítico y contexto sobre la importancia social de la ciencia y la tecnología), y por supuesto redoblar el apoyo las actividades de divulgación científica, a través de todos los medios, para toda la población.
Ningún esfuerzo e inversión que se haga en esa dirección será demasiado.