miércoles, 28 de mayo de 2008

Tigre resucitado

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 28 de mayo de 2008

La noticia, cubierta oportunamente por MILENIO Diario, parece sacada de Jurassic Park. Científicos de las universidades de Melbourne, Australia, y Texas lograron que genes del extinto tigre de Tasmania se reactivaran y funcionaran en células de ratón.

El tigre de Tasmania o tilacino fue un mamífero carnívoro que vivió en Australia y Nueva Zelanda, donde se extinguió hace dos mil años. Sobrevivió en Tasmania, isla al sur de Australia, hasta que por condiciones ecológicas desfavorables y por el exterminio humano desapareció a principios del siglo pasado. El último ejemplar silvestre fue cazado en 1930, y el último en cautiverio murió en 1936.

El tigre de Tasmania era del tamaño y color de un perro, y presentaba unas rayas oscuras en la parte trasera del lomo. Podía abrir la mandíbula 120 grados, lo cual le daba un aspecto temible.

Pero también era un marsupial: sus crías no nacían completamente formadas; terminaban de madurar dentro de una bolsa de la madre (no confundir con el demonio de Tasmania, otro marsupial carnívoro de la misma isla, que, por su aspecto y comportamiento violento, inspiró al personaje Taz de las caricaturas).

Los investigadores, encabezados por Andrew Pask, lograron aislar ADN de varias muestras de tejido del tigre marsupial conservadas en alcohol por más de 100 años en varios museos. Usaron técnicas similares las que usan los médicos forenses para recabar muestras de ADN en escenas de crímenes.

Luego de restaurarlas y procesarlas, eligieron un gen llamado Col2A1, y lo insertaron en óvulos de ratón, junto con un “gen marcador” que, si el gen de tigre se activaba, produciría un color azul. El gen Col2A1 controlaba a las células que producen el cartílago (condrocitos) durante el desarrollo fetal, y es muy parecido en todos los mamíferos.

Cuando los fetos de ratón crecieron, sus extremidades mostraron cartílagos azules, que luego darían origen a los huesos de las extremidades. Se confirmó así que el gen del tigre de Tasmania estaba activo, y cumplía la misma función que su equivalente en el ratón.

Revivió así un gen de un organismo extinto. Quizá en unos años pueda resucitarse alguna de las especies que diariamente desaparecen en el planeta. Tal vez no dinosaurios, pero si tomamos en cuenta que contamos con ADN bien conservado de mamuts y de hombres de Neanderthal, las perspectivas que este logro abre son fascinantes.

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miércoles, 21 de mayo de 2008

Ciencia sexual

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 21 de mayo de 2008

“Que nadie vea disminuidas sus libertades a causa de las creencias religiosas de otra persona”, plantea el Centro para la Indagación (Center for Inquiry), asociación estadunidense que promueve el pensamiento científico y humanista, al comentar la decisión de la Suprema Corte de ese país de aprobar las bodas entre individuos del mismo sexo.

Mientras, en México la primera boda entre transexuales tuvo que hacerse a través de un hueco legal (fue posible porque un hombre se casó con una mujer, finalmente) y entre protestas de la Iglesia católica: Hugo Valdemar, el homófobo vocero de la Arquidiócesis de México, declaró que la boda es “un ataque a la familia tradicional” y “una perversión de la sociedad”.

Afortunadamente, en el mundo de la ciencia hay menos prejuicios contra el sexo. Así, la revista Nature puede reportar que una compañía productora de condones (la inglesa SSL, fabricante de la marca Durex) ha desarrollado una máquina que simula una relación sexual para probar la resistencia de sus productos.

Los condones normalmente se prueban inflándolos, circunstancia no muy similar a su uso real. Por ello, Durex desarrolló una máquina que hace que el condón penetre repetidamente en un orificio de diámetro variable, cuya lubricación también puede variarse.

Así se descubrió que las rupturas suceden no debido a fallas en la manufactura, sino a que las insistentes acometidas van estirando progresivamente una zona cercana a la punta del condón, hasta romperlo.

Por su parte, la revista Scientific American Mind, en su número de abril, ofrece un reportaje sobre el orgasmo, enfocado no desde el punto de vista fisiológico, como es tradicional, sino cerebral. Comenta descubrimientos recientes que han sido posibles gracias a las técnicas de visualización cerebral in vivo, como la tomografía por emisión de positrones (PET).

Realizando estudios con hombres y mujeres, han descubierto que áreas del cerebro relacionadas con la percepción de riesgos, como la amígdala, se “apagan” durante el orgasmo. Y que en las mujeres el “apagón” es más generalizado, pues también se inactivan áreas relacionadas con el control de los impulsos, los juicios sociales y el razonamiento moral.

Ya se sospechaba, pero hoy se sabe: para gozar un buen orgasmo, hay que perder el control. ¿Lo entenderán algún día los moralistas que preferirían reprimir toda manifestación del placer y la libertad sexual?

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miércoles, 14 de mayo de 2008

Ingeniería de enzimas

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 14 de mayo de 2008

Puede que el ADN, con su forma de doble hélice, sea la molécula más bonita. Pero si se trata de hacer, no de lucir, las enzimas se llevan el primer premio.

Estas proteínas, producto de millones de años de evolución, llevan a cabo todas las funciones de los seres vivos, desde copiar el ADN hasta la digestión, el movimiento y el pensamiento. Las enzimas son catalizadores biológicos: aceleran las reacciones químicas.

¿Cómo lo logran? Si la reacción química consistiera en tirar a alguien de la cama (¿quién no ha estado en tal situación?), uno tendría que empujar a la persona hasta el borde del colchón. Si empujamos más, hay un momento en que está a punto de caerse, pero si no se hace un pequeño esfuerzo más, el cuerpo se regresa y no cae. Ese sería el estado de transición de la reacción química. Lo que hacen las enzimas es estabilizar el estado de transición, haciendo que sea más fácil dar ese último empujoncito.

Desgraciadamente, hay reacciones químicas que no existen en la naturaleza, pero que a los humanos nos interesaría mucho acelerar. ¿Ejemplos? La desintegración de residuos plásticos, o la conversión de los tallos y hojas de plantas como el maíz –y no de sus granos, que son necesarios como alimento– en biocombustibles… las posibilidades son muchísimas.

Por ello, desde hace décadas los biólogos moleculares se han empeñado en desarrollar la llamada “ingeniería de proteínas”. Pero sólo hace poco se comienzan a tener logros verdaderamente prometedores. En las revistas Science (7 de marzo) y Nature (8 de mayo), el grupo de investigadores coordinado por David Baker, de la Universidad de Washington, publicó dos artículos que describen el diseño por computadora de enzimas artificiales que catalizan dos reacciones que no ocurren en la naturaleza.

Para lograrlo, combinaron avanzados métodos que requieren un análisis mecano-cuántico del estado de transición de cada reacción, el diseño de cientos de posibles proteínas que catalicen la reacción, y métodos de “evolución dirigida” para elegir los mejores candidatos y aumentar su eficiencia.

Las enzimas obtenidas aceleran las reacciones un millón de veces (las naturales, miles de millones). Se trata de un primer paso muy prometedor. Con suerte, en unos años quizá la ingeniería de enzimas ayude a resolver los problemas ambientales, alimentarios y energéticos que enfrentará la humanidad.

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miércoles, 7 de mayo de 2008

En la punta de la lengua

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 7 de mayo de 2008

¿Cómo se llama el alemán ese..? ¡Alzheimer! Es buen chiste, pero no se necesita padecer esta terrible enfermedad para sufrir lo que los especialistas llaman estados “en la punta de la lengua”… Usted sabe: esas desesperantes ocasiones en que uno sabe exactamente qué palabra está buscando, incluso con qué letra comienza, pero no puede decirla.

Los científicos, esos curiosos profesionales, se interesan en el fenómeno, pues ayuda a entender cómo nuestro cerebro realiza una de sus funciones más complejas, pero que más damos por sentado: el habla. En la revista American Scientist, la psicóloga Lise Abrams describe investigaciones que ella y otros realizan para entender un poco mejor, a través del fenómeno “punta de la lengua”, el habla humana.

Ésta consta de varias fases: primero, se tiene una idea abstracta y no verbal de lo que se desea decir. Después, el cerebro selecciona el léxico (vocabulario) que se usará para comunicar el mensaje. Luego, construye un “lema”: la frase, gramaticalmente correcta, que comunique el significado. Finalmente, se ordena a los músculos correspondientes que produzcan los sonidos (fonología) que darán forma al mensaje hablado.

En los estados “punta de la lengua”, el cerebro elige el lema (por eso sentimos que “sabemos” qué palabra tenemos atorada), pero no logra producir su fonología.

Usando computadoras, los investigadores han desarrollado un método sencillo para explorar qué ocurre en estos casos. Se le hacen preguntas a un sujeto hasta que encuentre una palabra que “sabe”, pero no puede articular. Entonces, se le muestra una lista de palabras que pueden o no estar relacionadas con la palabra “atorada”. Se ha descubierto así que palabras cuya primera sílaba coincida con la buscada ayudan a resolver el problema, pero no así las palabras que compartan otras sílabas, o sólo la primera letra.

Los estados de “punta de la lengua” son comunes y normales: los resolvemos varias veces al día. Pero se vuelven más frecuentes y molestos con la edad, especialmente después de los 70 años. Y pueden convertirse en un problema, pues los ancianos que los padecen pueden sentirse torpes e incluso comenzar a hablar menos, aislándose.

Desgraciadamente, las investigaciones de Abrams no indican ninguna terapia que pueda ayudar. Por lo pronto, lo único que sirve es distraerse un poco y esperar a que la palabra aparezca sola. ¡Ni modo!

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