miércoles, 30 de enero de 2008

El segundo paso

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 30 de enero de 2008

Según el New York Times, la meta final es fabricar microorganismos sobre pedido. El experto especifica en una computadora las características requeridas (que elimine dióxido de carbono de la atmósfera, que destruya compuestos tóxicos, que no use oxígeno…). Luego oprime el botón “imprimir”, y ¡presto! Un complejo sintetizador de ADN fabrica el genoma requerido. Luego, éste es introducido en una célula “en blanco”, y en poco tiempo se tiene una bacteria diseñada para cubrir nuestras necesidades.

Es ciencia ficción, por el momento. Pero J. Craig Venter, el científico-empresario que se adelantó al Proyecto Genoma Humano al leer el total de la información genética de nuestra especie, en el año 2000 (oficialmente fue un empate), y que hace seis meses transplantó el genoma de una especie de bacteria a otra, acaba de anunciar que ha logrado el segundo paso de su gran plan.

El primero fue, precisamente, demostrar que se podía transplantar un genoma nuevo a una bacteria y lograr que sobreviviera. El segundo, anunciado en la revista Science el 24 de enero, fue fabricar un genoma bacteriano “sintético” completo: el de la bacteria Mycoplasma genitalium (que, como indica su nombre, puede causar infecciones venéreas).

Pero no se preocupe usted: el genoma sintético, que todavía no se ha logrado introducir a una célula y hacer que la reprograme (el tercer paso de la estrategia de Venter), ha sido alterado para impedir que la bacteria resultante sea infecciosa.

El genoma de M. genitalium consta de casi 583 mil letras —contra unos 3 mil millones, en el ser humano. Aún así, es la mayor molécula de ADN jamás fabricada. Venter lo logró encargando a tres compañías especializadas en síntesis de ADN la confección de 101 “cassettes”, que luego se pegaron de cuatro en cuatro para formar 25 moléculas mayores. Después se unieron éstas de tres en tres para obtener “octavos de genoma”; y éstos de dos en dos para formar cuartos. Por último, usando células de levadura como laboratorios vivientes, lograron armar el genoma completo.

Venter promete que el tercer paso será logrado este año (“estaría tan sorprendido como decepcionado si no lo logramos”, declaró).

Los expertos en bioética y seguridad ambiental ya están revisando la técnica, para prever posibles riesgos. Mientras tanto, sólo queda esperar a que se inicie esta nueva era de la “biología sintética”. ¡Agárrese fuerte!

miércoles, 23 de enero de 2008

Clones: comidos o trasplantados

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 23 de enero de 2008

Algunas asociaciones de consumidores ya pusieron el grito en el cielo, pero la Food and Drug Administration (FDA) estadunidense -que tiene quizá los estándares más altos del mundo para valorar posibles riesgos al consumidor- ha dictaminado que no hay riesgo. Que la carne y los productos derivados de animales clonados (en particular de ganado vacuno, porcino y caprino… de las ovejas, ejem, nada se dijo) son perfectamente seguros para comer.

Un clon es un duplicado genéticamente idéntico de un organismo. Un bistec de vaca clonada no tendría por qué ser más ni menos dañino que uno de vaca tradicional.

No se trata de comercializar carne de animales clonados (que son muy caros), sino de hacer clones de los mejores ejemplares y utilizarlos como pies de cría para producir rebaños mejorados. Por eso, si se decidiera etiquetar los productos clonados -la FDA no obligó a ello- las etiquetas sólo advertirían si el animal tuvo algún clon entre sus ancestros.

El Vaticano, por su parte, también se desgañitó ante la recién anunciada obtención de células madre embrionarias humanas, utilizando el método de transferencia nuclear, mismo que permitió la creación de Dolly la oveja.

El punto de discusión es, claro, el hecho de que para obtenerlas se tenga que destruir un embrión humano (así sea clonado) a los pocos días de fecundado. No hay argumento biológicamente válido para considerar que una blástula sea -todavía- un ser humano, pero las objeciones religiosas pesan..

¿Por qué insistir en células madre embrionarias, si ya se han podido producir las ansiadas células totipotenciales -que prometen dar origen a órganos y tejidos para transplantes y para tratar las más diversas enfermedades- a partir de células de la piel, sin usar embriones?

Porque estas últimas se produjeron introduciéndoles cuatro genes a través de un virus, lo cual puede tener efectos difíciles de prever.

Y porque las células madre embrionarias son más versátiles y robustas para producir tejidos diversos.

Es cuestión de tiempo. Discutiendo con base en evidencia confiable puede llegarse a acuerdos sociales. Así como pronto podremos comer alimentos clonados sin preocuparnos, tal vez dentro de no mucho agradeceremos el trasplante que nos salve la vida, aun si proviene de células clonadas.

miércoles, 16 de enero de 2008

La biosfera secreta

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 16 de enero de 2008

Los territorios inexplorados siempre han sido fascinantes. La posibilidad de descubrir nuevas tierras, gentes o especies de seres vivos resulta irresistible.

La búsqueda de nuevos continentes o poblaciones humanas desconocidas está ya agotada, pero de vez en cuando nos enteramos con satisfacción de que se ha hallado alguna nueva forma de vida. Recientemente, territorios como Surinam (antigua Guyana Holandesa) o Nueva Guinea (al norte de Australia) han revelado especies novedosas de insectos, anfibios y hasta mamíferos. Por supuesto, las profundidades marinas siguen albergando incontables organismos misteriosos que muy de vez en cuando tenemos ocasión de conocer. Y ni hablar de las incontables especies de bacterias que, por ser microscópicas, aún no hemos encontrado ni identificado.

Pero una cosa es hallar nuevas especies en la Tierra, y otra muy distinta encontrar vida en otro planeta, que podría ser completamente distinta a la que existe aquí. Todos los organismos terrestres formamos las ramas de un único "árbol de la vida" en cuya raíz se encuentran los primeros seres vivos que existieron en el planeta.

A partir de ellos evolucionamos todos los demás. Por eso compartimos la misma química, basada en el carbono. Nuestras proteínas están formadas por aminoácidos "izquierdos" (técnicamente, de tipo L) y nuestros azúcares son "derechos" (tipo D). Y almacenamos nuestra información genética en moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN).

Pero el árbol de la vida de otro planeta podría ser diferente. Podría usar aminoácidos novedosos (aquí todas las proteínas constan de los mismos 20, en infinitas combinaciones). Podrían tener aminoácidos D, o azúcares L. Podrían utilizar el ácido ribonucleico (ARN), molécula genética de los primeros organismos terrestres, que fue luego sustituida por su primo, el ADN. E incluso podrían tener una química más extraña, no basada en el carbono sino en el silicio, o que utilizara un disolvente distinto al agua, como el metano.

Las posibilidades son fascinantes. Pero más lo es la propuesta que analiza Paul Davies en la revista Scientific American de diciembre: la de que un árbol de la vida distinto haya podido florecer aquí mismo, en la Tierra, sin que lo hayamos notado.

¿Y si un día descubriéramos, sorprendidos, que hemos estado compartiendo el planeta con invisibles vecinos cuya existencia ni siquiera habíamos imaginado?

miércoles, 9 de enero de 2008

¡Y dale contra el aborto!

por Martín Bonfil Olivera
publicado en Milenio Diario, 9 de enero de 2008

A Carmen Aristegui, víctima del miedo
de este régimen ante la crítica inteligente


Una característica definitoria de la derecha es su autoritarismo: no busca defender una postura, sino imponerla. Las libertades y derechos son secundarios ante ciertos “valores” que, en general, son conservadores y cercanos a los de la religión católica.

Muestra de ello es la campaña para echar atrás la legalización del aborto hasta las 12 semanas de gestación en el Distrito Federal , importante avance en los derechos de la mujer. Como se sabe, dos dependencias federales, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Procuraduría General de la República, han sometido recursos de inconstitucionalidad contra esta medida ante la Suprema Corte.

Ello obedece a una de las líneas principales de acción vaticanas, la promoción de la llamada “cultura de la vida” y la “defensa de la familia”. Entendida ésta, claro, sólo como la unión de hombre y mujer para tener hijos, y excluyendo a madres solteras, parejas sin hijos o divorciadas o del mismo sexo, ¡y hasta a madres que trabajan! (Carlos Briseño, obispo auxiliar de México, dixit, al compararlas con Herodes). Se maneja la falacia de que la existencia de familias diversas “amenaza” a la familia tradicional (¿cómo?).

La “cultura de la vida” se opone también al aborto, la eutanasia y en general al derecho a disponer del propio cuerpo. En esta tendencia se inscribe la reciente y tramposa campaña (¿la vio usted en parabuses y anuncios espectaculares?) que promovió el “día de los derechos humanos del concebido”.

¿Qué dice la ciencia ante esto? Simplemente, que una persona no aparece mágicamente al momento de la concepción, y que a las 12 semanas no es todavía un ser humano consciente ni sensible. Defender los derechos de alguien que aún no existe por encima de los de la mujer no es justo ni razonable.

¿Qué dice el sentido común? Que las decisiones en una democracia laica deben basarse en conocimientos, no dogmas. Ojalá el gobierno mexicano compartiera la visión del español de Rodríguez Zapatero, que ante la presión clerical ha afirmado que “seguiremos trabajando para que los ciudadanos españoles sean más libres y con más derechos”. Al final, los excesos autoritarios de la derecha religiosa son, como ha dicho el filósofo Fernando Savater, “prueba de que debemos ser racionalmente anticlericales”.

miércoles, 2 de enero de 2008

Evolución en Año Nuevo

por Martín Bonfil Olivera
publicado en Milenio Diario, 2 de enero de 2008


Navidad y año nuevo son ocasiones propicias para dos cosas (además de comer rico y en exceso): hacer las cosas para las que uno nunca tiene tiempo, y reflexionar sobre lo que normalmente sí hace.

En mi caso, los días de fin de año son buena ocasión para ponerme al día en lecturas atrasadas. Inevitablemente, eso me hace reflexionar sobre mi propia labor de escribir sobre ciencia.

La revista 
Scientific American de diciembre, por ejemplo, trae tres interesantes textos relacionados con la evolución. Uno habla de cómo una muestra de bacterias del género Salmonella, al ser cultivadas en condiciones de falta de gravedad a bordo del transbordador espacial, se volvieron más virulentas. Aunque no se trata de evolución propiamente dicha (“no son bacterias mutantes del espacio”, afirmó uno de los responsables del estudio), sino de la activación de ciertos genes debido a las condiciones de cultivo, el experimento muestra cómo el ambiente modula las características de un organismo.

Los otros dos ejemplos muestran claramente la evolución en acción. Uno es un experimento en que se cultivaron 152 cajas de Petri con gusanos 
Caenorhabditis elegans junto con la bacteria Pseudomonas aeruginosa, que normalmente los mata. Inesperadamente, en una de las cajas hubo gusanos que sobrevivieron sin problemas. Se encontró que habían sufrido mutaciones que los volvieron resistentes a la bacteria, aunque con un costo: se mueven más lento que los gusanos normales, pues no respiran muy bien. Las bacterias actuaron como un filtro que seleccionó la mutación adecuada para sobrevivir: selección natural en vivo y en directo.

Finalmente, el tercer texto comenta otros numerosos casos en que la evolución se manifiesta fuera del laboratorio de manera clara y en una escala no de siglos ni milenios, sino de años. Sapos centroamericanos introducidos en Australia que han reducido su tamaño y toxicidad y alargado sus piernas; peces que han disminuido su talla debido a que los pescadores prefieren los ejemplares grandes…

En resumen, y a pesar de la incredulidad de quienes, como los creacionistas norteamericanos, niegan la evolución darwiniana, ésta es una realidad que se manifiesta en todo el mundo natural. Y es importante informar al público de éste y otros hechos científicos.

Es bueno confirmar, leyendo textos así, que la labor a la que uno se dedica vale la pena.