18 de junio de 2005
Varios colegas columnistas de este diario han expresado por quién van a votar y por qué. Aunque esta columna está dedicada a la ciencia y no a la política, me tomo por una vez la libertad de hacer lo mismo. Y es que tengo la impresión, quizá subjetiva o ilusoria, de que algo tiene que ver mi decisión con mi perspectiva profesional como divulgador científico (es decir, como parte de la comunidad científica del país).
Lamentablemente, ninguno de los tres candidatos punteros incluyó en sus campañas una propuesta de política científica de Estado. Los candidatos siguen sin tener idea de la importancia que una ciencia madura y pujante (parte de un sistema científico-tecnológico-industrial vigoroso) tendría para el bienestar nacional.
Si la racionalidad juega un papel central en la ciencia, también debe jugarlo en la democracia. Como ciudadano promotor de la ciencia, me encuentro imposibilitado para votar por el partido de la derecha: el del paternalismo católico que prohíbe la investigación con células madre, que penaliza indiscriminada e irracionalmente el aborto, que se opone al reconocimiento de los derechos ciudadanos de las minorías sexuales que prefiere defender dogmas (incluyendo los neoliberales) por encima de la voluntad y el bienestar ciudadanos. Que niega la posibilidad de construir algo diferente y mejor.
Tampoco puedo votar por el partido de la dictadura perfecta y la corrupción. Menos con un candidato como Madrazo. Quizá algún día lejano el PRI recupere sus ideales revolucionarios y nacionalistas y se convierta en una verdadera opción de centro. Todavía no.
Queda pues, el partido de la izquierda, acorde con mis afinidades personales y con la tendencia ideológica de la mayoría, creo, de los universitarios y científicos del país. Su candidato, aunque tiene defectos, ofrece buscar el bien común y ha sabido remontar las tretas más sucias para descalificarlo de la contienda (no olvidemos la canallada del desafuero).
La izquierda sigue cargando defectos históricos. Y sigue crónicamente dividida (aquí la capacidad de los científicos para formar acuerdos sería útil). También es la opción más honestamente democrática.
Por eso, con más esperanza que certeza, con más convicción y voluntad crítica que ilusiones, este columnista votará el domingo por el PRD. Luego, claro, habrá que exigir que se cumpla lo prometido.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx