Martín Bonfil Olivera
Es irremediable: no soporto el futbol, y la política (el otro tema de moda) ha alcanzado un nivel de lodazal (especialmente entre los panistas, desesperados ante la mera posibilidad de no ganar). Sigamos mejor hablando de los X-Men.
Mi colaboración anterior, debido las críticas que hacía yo a la cinta desde el punto de vista científico (ideas erróneas de mutaciones que confieren poderes paranormales, de individuos que “mutan” de súbito, o de las mutaciones como anormalidades monstruosas), pudo dar la impresión de que no la disfruté.
No es así: como cinta dominguera es muy efectiva. Los X-Men se han caracterizado por algo especial y distinto: presentan una subtrama sobre derechos humanos y discriminación. En X-Men III este tema es central, pues se plantea el descubrimiento de una “cura” para los mutantes: una inyección que instantáneamente corrige la mutación del ficticio “gen X” que les confiere sus poderes.
En cómic y película, la sociedad teme y hasta odia a los X-Men y demás mutantes por ser diferentes (y poderosos). Por ello su archienemigo, el mutante Magneto, harto de ser maltratado, decide lanzarse a una guerra para sustituir de una vez por todas a los anticuados Homo sapiens por la raza superior de los mutantes. Así, en este ámbito de fantasía científica se discuten temas que, en el mundo real, afectan a muchos tipos de minorías que no sólo no tienen “poderes especiales”, sino que se encuentran en franca desventaja: minusválidos, negros, indígenas, homosexuales, bisexuales y demás orientaciones sexuales alternas, e incluso las mujeres (consideradas minoría no por el porcentaje de la población que representan, sino por el trato discriminatorio al que todavía son frecuentemente sometidas).
El punto polémico de la película es qué debe considerarse “normal” y qué “anormal”. ¿Son los mutantes enfermos, o simplemente diferentes? ¿Qué pasaría, ya en la vida real, si alguien descubriera una “cura” para la homosexualidad, o bien, como ya sucede, un método para “blanquear” a los negros? ¿Qué ocurrirá cuando, no dentro de tanto, se vuelva posible elegir el color de piel u ojos, o las capacidades físicas y hasta intelectuales de los bebés? Se trata ya no sólo de cuestiones científicas, sino sociales y éticas, que dejan de ser ficticias y se vuelven urgentes.
A veces, hasta la ficción comercial tiene sus dimensiones profundas.
Es irremediable: no soporto el futbol, y la política (el otro tema de moda) ha alcanzado un nivel de lodazal (especialmente entre los panistas, desesperados ante la mera posibilidad de no ganar). Sigamos mejor hablando de los X-Men.
Mi colaboración anterior, debido las críticas que hacía yo a la cinta desde el punto de vista científico (ideas erróneas de mutaciones que confieren poderes paranormales, de individuos que “mutan” de súbito, o de las mutaciones como anormalidades monstruosas), pudo dar la impresión de que no la disfruté.
No es así: como cinta dominguera es muy efectiva. Los X-Men se han caracterizado por algo especial y distinto: presentan una subtrama sobre derechos humanos y discriminación. En X-Men III este tema es central, pues se plantea el descubrimiento de una “cura” para los mutantes: una inyección que instantáneamente corrige la mutación del ficticio “gen X” que les confiere sus poderes.
En cómic y película, la sociedad teme y hasta odia a los X-Men y demás mutantes por ser diferentes (y poderosos). Por ello su archienemigo, el mutante Magneto, harto de ser maltratado, decide lanzarse a una guerra para sustituir de una vez por todas a los anticuados Homo sapiens por la raza superior de los mutantes. Así, en este ámbito de fantasía científica se discuten temas que, en el mundo real, afectan a muchos tipos de minorías que no sólo no tienen “poderes especiales”, sino que se encuentran en franca desventaja: minusválidos, negros, indígenas, homosexuales, bisexuales y demás orientaciones sexuales alternas, e incluso las mujeres (consideradas minoría no por el porcentaje de la población que representan, sino por el trato discriminatorio al que todavía son frecuentemente sometidas).
El punto polémico de la película es qué debe considerarse “normal” y qué “anormal”. ¿Son los mutantes enfermos, o simplemente diferentes? ¿Qué pasaría, ya en la vida real, si alguien descubriera una “cura” para la homosexualidad, o bien, como ya sucede, un método para “blanquear” a los negros? ¿Qué ocurrirá cuando, no dentro de tanto, se vuelva posible elegir el color de piel u ojos, o las capacidades físicas y hasta intelectuales de los bebés? Se trata ya no sólo de cuestiones científicas, sino sociales y éticas, que dejan de ser ficticias y se vuelven urgentes.
A veces, hasta la ficción comercial tiene sus dimensiones profundas.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
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