miércoles, 27 de agosto de 2008

Aborto: en resumen...

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 27 de agosto de 2008

Desde el lunes, la Suprema Corte discute la constitucionalidad de la reforma que despenalizó el aborto en el DF. El debate público sobre el tema se ha recrudecido. Conviene repasar algunos hechos fundamentales, sin olvidar que, por ser hechos, son independientes de nuestras creencias o deseos:

1) Cada año, en México, miles de mujeres quedan embarazadas sin haberlo planeado. Muchas deciden abortar y lo hacen, sea legal o no.

2) En los estados, y en el DF antes de la despenalización, un alto porcentaje de las mujeres que abortaban sufrían complicaciones de salud derivadas del procedimiento, frecuentemente realizado en condiciones insalubres. Muchas de ellas morían.

3) A partir de la despenalización, el número de mujeres muertas o con problemas de salud derivados de abortos disminuyó drásticamente. La única muerte registrada fue producto de fallas humanas.

4) Muchos argumentos contrarios a la despenalización, como el carácter “plenamente humano” del feto de menos de 12 semanas o la existencia de un “derecho natural” están basados en creencias religiosas como la existencia de un espíritu o alma, o la existencia de un plan divino en la naturaleza.

Basándose en estos hechos, se puede afirmar con solidez lo siguiente:

1) La despenalización obedece a un problema de salud y libertades individuales. No es una decisión moral ni va “en contra de la vida humana”, como se afirma (puesto que a las 12 semanas no hay ser humano al cual afectar; sólo un organismo en las etapas iniciales de su desarrollo). Simplemente, se evitan muertes de mujeres.

2) Nadie está “a favor” del aborto. Se trata de un último recurso. Apoyar su despenalización no es promoverlo, sino mitigar sus efectos negativos. Para evitar abortos, lo mejor es prevenir los embarazos no deseados con educación sexual y el uso de anticonceptivos.

3) La ley no obliga a nadie a abortar: sólo otorga a las mujeres la libertad de decidir. La dimensión moral de abortar o no queda en la conciencia personal de cada una de ellas.

Ojalá se reconozca que, en vez de penas de 3 a 6 meses de cárcel, lo que se requiere es un sistema que apoye a las mujeres y reconozca sus necesidades. Y que la mejor forma de hacerlo es ampliando, no limitando, sus libertades individuales.

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miércoles, 20 de agosto de 2008

Olimpiadas y maestros

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 20 de agosto de 2008

A Laura Lecuona, con mi cariño,
y a Guillermo Pérez, con gratitud nacionalista

El talento es una cualidad darwiniana. Para hallar talentos sobresalientes, hay que buscarlos en una población amplia. Hay personas con escaso, mediano o gran talento: el truco es seleccionar a estos últimos. Así logran China o Estados Unidos tener tantas medallas en estas Olimpiadas: hacen bien su trabajo de selección darwiniana.

Pero un momento: ¿por qué México, con más de 100 millones de habitantes, cuenta con tan escasos talentos olímpicos? Es cierto que Estados Unidos y China tienen poblaciones, respectivamente, tres y trece veces mayores, pero en proporción nuestra cantidad de medallas es raquítica…

Respuesta: la selección darwiniana es importante, pero no basta. Además de seleccionar a los mejores (lo cual, en realidad, México no hace: no cuenta, como China, con un sistema que detecte atletas con potencial olímpico desde la primaria), hay que proporcionarles una preparación de alto nivel y un ambiente propicio. Al talento natural hay que cultivarlo, formarlo. Educarlo. Como en tantos temas, la educación es central.

Me duele escuchar las amargas quejas contra la mediocridad general de los deportistas mexicanos, pero comprendo sus causas. Y comprendo también que mientras no se tomen decisiones drásticas, la cosa no cambiará.

En cambio, me duele, pero no comprendo, las quejas que se han suscitado frente a los resultados del examen para otorgar plazas a los maestros. Cierto, los resultados fueron desalentadores (67% de reprobados, y profesores con promedio bajo o reprobatorio recibirán una plaza…). Pero hay que tomar en cuenta que por primera vez se está aplicando un verdadero sistema de selección que permite distinguir a los mejores.

Será difícil al principio, y tendremos que comenzar con los “menos peores”. Pero si el sistema no se corrompe —si no está ya corrompido desde su inicio— y si logra tener una continuidad transexenal, en unos años podríamos revertir la catástrofe educativa causada por décadas de descuido y falta de apoyo a la formación de maestros en todo el país.

La educación de calidad es la base necesaria para resolver la mayoría de los problemas nacionales. El desprecio a la profesión de maestro (no olvidemos tampoco sus sueldos miserables) es un boleto para el desastre. Vale la pena el esfuerzo por apoyar a los mejores talentos para educar a nuestros jóvenes. Ojalá lo mismo se hiciera por nuestros deportistas.

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miércoles, 13 de agosto de 2008

Educación sexual

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 13 de agosto de 2008

No he podido conocer directamente (aunque me encantaría) los contenidos del libro Tu futuro en libertad. Por una sexualidad y salud reproductiva con responsabilidad, que el Gobierno del DF distribuye entre estudiantes capitalinos.

Afortunadamente, gracias a su amplia discusión en los medios, sé que se trata de un material útil, elaborado por profesionales, que aborda temas que son, además de importantes, urgentes.

Si algo dejó la recién concluida Conferencia Internacional sobre el Sida fue la certeza de que el combate a la pandemia requiere más acción, más intensa, para evitar que el número de infectados y muertos aumente aún más alarmantemente. Sobre todo en el tercer mundo, y sobre todo entre los jóvenes.

Urge reforzar la educación sexual. Pero entendida como parte integral de la educación y la cultura general, no como simple propaganda. Está comprobado que la mera información no basta para modificar conductas. Y el mismo argumento es aplicable a otros temas relacionados: aborto, embarazos no deseados, anticoncepción, homosexualidad etc.

Esfuerzos como el realizado por el Gobierno del DF debieran recibirse con apertura y buen ánimo. Pero, ¿qué encontramos? Descalificación y rechazo.

Tradicionalmente, la iglesia católica y la derecha conservadora han defendido el supuesto derecho inapelable de los padres de familia a decidir qué se enseña a sus hijos. Afortunadamente el Estado mexicano decidió anteponer a este derecho —que tienen los padres, y que pueden ejercer en el seno familiar— su obligación de proporcionar una educación pública laica y basada en el conocimiento científico. Y así lo ordena el artículo tercero constitucional.

Mi colega columnista José Luis Reyna lo expresó anteayer certeramente: “La educación sexual... tiene que ser objeto de una política sólida de Estado, ajena a la religión y a la mojigatería”.

Las razones esgrimidas por la SEP para rechazar el libro son pueriles: se trata en realidad, de una decisión del gobierno federal de atacar todo aquello que provenga de sus enemigos políticos. Nuevamente, por desgracia, la política mal entendida se pone por encima de los intereses sociales y académicos. En este caso, de la educación sexual basada en conocimiento científico sólido, que tanta falta hace a la juventud mexicana.

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miércoles, 6 de agosto de 2008

Peligros de la credulidad

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 6 de agosto de 2008

Cada vez que se habla en contra de supercherías y seudociencias, alguien se queja de la “cerrazón” de los científicos, o de su soberbia por “pretender saberlo todo” y despreciar las creencias de mucha gente.

La acusación es injusta: los científicos no saben todo (serían imbéciles si lo creyeran, además de quedarse sin trabajo) ni, como comunidad, son cerrados. Simplemente, exigen ciertos estándares de calidad para aceptar una afirmación: básicamente, que haya pruebas convincentes y que sea coherente con lo que ya se sabe. Incluso, de vez en cuando, con pruebas contundentes, aceptan algo que vaya completamente en contra de lo que se sabía: ocurre entonces una revolución científica.

En cuanto a las creencias, más que desprecio se trata de honesta preocupación por el bienestar del prójimo. Hablamos de creer en ovnis tripulados por marcianos, o que leyendo las plantas de los pies se pueden detectar enfermedades (reflexología), o que acomodando los muebles y decoración de nuestra casa el chi, fluido imperceptible, correrá de manera propicia para tener salud y prosperidad (feng shui: ¡no deje destapado el excusado: puede quedar en la miseria!). Sin olvidar, claro, a la astrología: los astros influyen en nuestro destino.

La lista podría seguir, pero el patrón es el mismo: afirmaciones sin fundamento, y que nos exigen “creer” sin necesidad de pruebas. Un lector abierto a estas creencias podría preguntar, “¿y qué daño hacen?”.

La verdad es que mucho: aparte de ser un engaño, muchas de estas creencias pueden dañar la salud de sus adeptos, pues prometen sanar enfermedades a veces graves con tratamientos imaginarios o inútiles. Y hay un daño mayor: al promover la “apertura” a creencias sin fundamento racional y sin pruebas, las seudociencias socavan la capacidad crítica y fomentan la credulidad del público: debilitan su sistema de defensa intelectual y lo convierten en presa fácil para charlatanerías mucho más peligrosas, como el negacionismo del sida (que dice que el VIH no existe, que la enfermedad no es contagiosa y que los antirretrovirales tratar a los seropositivos son venenos).

Combatir supercherías y seudociencia no es intolerancia ni cerrazón: es la única manera de evitar que el pensamiento científico quede relegado a los rincones académicos, mientras el gran público es víctima de merolicos

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