domingo, 14 de mayo de 2017

Cáncer, toronjas y química

Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 14 de mayo de 2017


Leyendo el título de este texto, usted podría pensar que voy a decir que comer toronjas puede causar cáncer. Nada más falso.

Más bien, voy a tratar de contarle una historia interesante. Seguramente usted ha oído frases que afirman que todo lo “químico” es malo, dañino, tóxico, venenoso o causa cáncer. Contrariamente, todo aquello que es “natural” se considera automáticamente sano, beneficioso, curativo o al menos inocuo. De ahí modas como el consumir alimentos “orgánicos” porque “no contienen químicos”, y satanizar todos los productos de la industria química y farmacéutica.

Desde luego, de nada sirve explicar que “químicos” somos las personas que estudiamos una licenciatura en esa materia, y que la palabra correcta a usar es compuestos o sustancias químicas. Tampoco sirve de gran cosa aclarar que toda la materia común, incluyendo los animales, plantas y nuestro propio cuerpo, están hechos de compuestos químicos, por lo que la idea de alimentos que no los contengan es absurda. Como me gusta decir, hasta el agua pura es pura química.

La idea de que todo lo químico es malo se llama quimiofobia, y es un prejuicio. Pero cuando se explica lo anterior a quienes lo padecen, simplemente lo sustituyen por otro prejuicio equivalente: el de que todo lo artificial es dañino, mientras que lo natural es sano. Para ver lo falso de esta otra idea basta con recordar que numerosos venenos y toxinas provienen de plantas, animales, hongos o bacterias (incluyendo la toxina botulínica, el veneno más tóxico conocido: bastan unos 350 nanogramos, o milésimas de miligramo, para matar a un adulto de 70 kilos; sin embargo, en dosis aún más bajas sirve para paralizar los músculos faciales y borrar temporalmente las arrugas… quizá la conozca usted bajo el nombre de Botox).

Quienes satanizan lo químico o lo artificial tienden a pensar, también, que “la naturaleza es sabia” y jamás hace nada que pueda dañar a los seres vivos.

Por eso les puede resultar sorprendente enterarse de que una de las sustancias más conocidas por causar cáncer, o carcinógeno, llamada benzopireno –producida al quemar compuestos orgánicos, y que por tanto está presente en el hollín y el humo de tabaco, pero también en las carnes al carbón– en realidad es un pre-carcinógeno. Sólo se vuelve carcinogénica cuando es transformada, por un grupo de enzimas dentro de nuestras células conocidas como citocromos P450, en un derivado que es el que puede causar cáncer. (El derivado carcinogénico del benzopireno, por si tenía la duda, se llama benzopireno-dihidrodiol-epóxido, y ejerce su efecto intercalándose entre los “escalones” que forman las bases el ADN e interfiriendo con el proceso de duplicación de la información genética.)

¿Por qué el cuerpo humano contendría una enzima que transforma una sustancia más o menos inocua en un carcinógeno? La razón es que esa transformación es un primer paso, llamado bioactivación, para poder eliminarla eficientemente.

Puede sonar complicado, pero hay que recordar que cada célula de nuestro cuerpo es un sistema químico increíblemente complejo, formado por miles de distintas moléculas que constantemente participan en intrincadas cadenas de reacciones químicas. Nosotros mismos, nuestros cuerpos, no somos más que sistemas químicos. Es natural que algunas de estas numerosas reacciones tengan consecuencias indeseadas, pero inevitables.

Citocromo P450,
mostrando el grupo hemo
Las enzimas de la gran familia de los citocromos P450 –que, por cierto, están presentes en prácticamente todas las especies vivas conocidas– participan en muchísimas reacciones vitales para el organismo. Reacciones de óxido-reducción (sí, de esas que odiaba usted en las clases de química de secundaria), en las que toman electrones de algún compuesto, que se oxida, y lo pasan normalmente al oxígeno, que se reduce para formar agua. (Como curiosidad química, en su estructura tienen un grupo hemo, con un átomo de hierro en el centro, como el que contiene la molécula de la hemoglobina, la proteína responsable de transportar el oxígeno dentro de los glóbulos rojos de nuestra sangre, además darle su color rojo.)

Así, los citocromos P450 oxidan compuestos químicos para, por ejemplo, eliminarlos del organismo, pero a veces en el proceso los vuelven carcinogénicos. Así es la bioquímica: ni buena ni mala; solamente complicada.

¿Y las toronjas? Bueno, resulta que algo tan natural e inofensivo como el jugo y la pulpa de toronja contienen varios compuestos, entre los que se hallan la naringenina y la bergamotina, además de furanocumarinas, que pueden alterar la actividad de los citocromos P450. Y como estas enzimas son importantísimas para activar o para eliminar muchos de los medicamentos que se usan para tratar diversas enfermedades (incluyendo cáncer e infección por VIH), el consumo de toronja puede interferir peligrosamente con el tratamiento, causando que sea ineficaz o, por el contrario, favoreciendo una posible sobredosis. Si uno está bajo cualquier tratamiento farmacológico, es mejor evitarla.

¿Cuál es la moraleja? Que ni la naturaleza es sabia, ni lo químico es malo, ni las cosas se pueden reducir a simplonas frases de autosuperación. Que la vida misma es un proceso químico. Y que es importante saber química, y tener médicos y farmacólogos que la dominen, para poder vivir saludablemente.

No hay recetas fáciles: se necesita ciencia.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y si hablamos del impacto ambiental al producir por ejemplo plástico o incluso otras sustancias derivadas de petróleo que no son dañinas para el ser humano como los aceites minerales comestibles o de uso farmacéutico? No solo su producción contamina de manera significativa sino tambien su desecho. Entiendo la quimifobia pero también entiendo el interés de muchas personas en cambiar la manera en que se hacen las cosas, ser un poco más conscientes de lo que estamos consumiendo, de donde proviene y dónde termina. Afortunadamente hay muchísimas fuentes de información en línea, con fundamentos científicos y creo que se está superando esa llamada quimifobia (aunque empresas "naturales" la encuentran muy lucrativa) y se está alcanzando un consumo inteligente, sin despreciar todo lo "químico" ni adorar todo lo "natural".

Ramón Nadal dijo...

Me encantó esta columna. Muy de acuerdo con lo que dice. No todo lo artificial es malo, ni todo lo natural es bueno para nosotros. También concuerdo con parte del comentario anterior, no debemos quedarnos en el siglo pasado donde no existía preocupación por el origen de lo que comíamos o usábamos. El problema ya no es si es natural o químico, un ejemplo es la terrible sobre-explotación del suelo para producción de ganado, llamemos a ello un proceso para obtener un producto "natural", pero al final no es correcto y tiene impacto negativo en el ambiente. Así como la utilización de combustibles fósiles, o productos obtenidos a partir de la refinación del petroleo, que tienen mucho mayor impacto en nuestra salud de lo que creemos, no por consumo directo sino por las consecuencias en el medio ambiente. Yo haría un llamado a informarse, a no tener miedo a lo elaborado en un laboratorio pero si vigilar que su producción no perjudique a nadie, así como a informarse sobre el origen de productos naturales y la misma cuestión, que su obtención o elaboración no perjudique aunque sea de manera indirecta a nosotros o a el ambiente. Saludos

Martín Bonfil Olivera dijo...

Mil gracias a ambos por sus comentarios, con los que coincido. Y claro, para combatir la contaminación química... pues hay que saber química!