Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 31 de marzo de 2010
Cuando su padre, Pere, sufrió un infarto cerebral que lo dejó en una silla de ruedas e incapaz de hablar, Paul Bach-y-Rita decidió dejar su trabajo como doctor de pueblo en Tilzapotla, Morelos, y dedicarse a rehabilitarlo.
Nacido en Nueva York y graduado de la Facultad de Medicina de la UNAM, en México, Bach-y-Rita se había siempre sentido atraído por las teorías, formuladas en el siglo XIX, que sostenían que el cerebro, lejos de ser un órgano fijo, presentaba cierta plasticidad. Podía adaptarse y recuperar funciones luego de sufrir un daño.
En tres años, su padre se recuperó totalmente. Cuando murió de un ataque, años después, paseaba por las montañas. Bach-y-Rita, ya investigador en un instituto científico, decidió cambiar su tema de estudio –los movimientos de los músculos oculares– por el de la “sustitución sensorial”.
Desarrolló sistemas sencillos de retroalimentación para ayudar a personas que habían perdido el sentido del equilibrio, y unos guantes que ayudaban a leprosos que habían perdido el tacto a recuperarlo parcialmente.
Su mayor logro fue desarrollar un sistema que permite a ciegos ver a través del tacto. A fines de los 60 construyó una silla con cámara: las imágenes que captaba eran procesadas electrónicamente y convertidas en una representación de baja resolución (200 pixeles) que se transmitían a la piel del paciente a través de un mosaico de 20 por 20 pequeños actuadores en el respaldo, que golpeaban ligeramente su espalda.
Sorprendentemente, con algo de práctica, los ciegos lograban “ver” imágenes a través de su piel. Un modelo portátil les permitió caminar y sortear obstáculos.
Con los años y la tecnología moderna, Bach-y-Rita pudo construir un sistema mucho más pequeño y cómodo: unos lentes con una minúscula cámara, un procesador del tamaño de un iPod y un transductor en forma de pequeña paleta que se mete en la boca y da pequeños toques eléctricos a la lengua del usuario. El cerebro recibe así por otra vía la información que normalmente llegaría por el nervio óptico, y rápidamente aprende a interpretarla.
Con una resolución de 12 por 12 electrodos (144 pixeles), el Brainport, fabricado en forma todavía no comercial por la compañía Wicab –fundada por Bach-y-Rita en 1998–, permite a ciegos caminar, tomar objetos y hasta dibujar o leer con sólo unas horas de práctica.
Todo esto es posible gracias a la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro de formar nuevas conexiones entre neuronas, o fortalecer las ya existentes –e incluso, como se descubrió recientemente, generar nuevas neuronas ocasionalmente. Con terapia adecuada, un paciente con daño cerebral grave puede recuperarse en gran medida. Pero Bach-y-Rita –que murió en 2006– llevó la neuroplasticidad un paso más allá: demostró que, como le gustaba decir, no vemos con los ojos, sino con el cerebro.
(Puedes ver a Martín Bonfil en TV hablando de este tema
en el programa "La otra agenda" del canal FOROtv aquí.)
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