domingo, 17 de junio de 2018

Políticos e incultura científica

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 17 de junio de 2018

Los candidatos
El pasado martes 12 de junio los mexicanos pudimos seguir el tercer debate entre los candidatos a la presidencia del país en las elecciones que se llevarán a cabo en 15 días.

Por alguna extraña razón, el Instituto Nacional Electoral (INE) decidió incluir, en esta ocasión, el tema de ciencia y tecnología en el segundo bloque del debate, junto con el de la educación.

Digo “extraña” porque es raro que, en unas elecciones, se mencione siquiera a la ciencia y tecnología. En ese sentido, fue un acierto y una buena señal que se incluyeran. Pero en realidad lo que ocurrió fue, primero, que el tema de la educación dominó el bloque; y segundo, que cuando sí hablaron de ciencia y tecnología, lo que dijeron los tres candidatos fue bastante lamentable (ignoro al cuarto, pues me parece indigno de ser tomado en serio).

Fue lamentable porque, por la pobreza general de sus propuestas, los candidatos evidenciaron la estrechez de su cultura científica. Todos tienden a confundir la ciencia con la tecnología, y a la tecnología (que se refiere a la investigación que produce desarrollos propios patentables, basados en ciencia, que pueden dar origen y fortalecer a industrias nacionales, contribuyendo así a elevar el nivel económico y competitivo del país) con la compra de simples aparatos (gadgets) que son producidos por empresas extranjeras.

Propuestas como aumentar la cobertura de internet, hacerlo gratuito, repartir tablets a los estudiantes, instalar paneles solares (Anaya), usar la “huella digital” (quién sabe a qué se refería Meade cuando lo propuso) como “sistema de identificación universal”, fomentar el uso de energías renovables… todas ellas, útiles aunque vagas, caen en el rubro de “comprar tecnología”, no en el de desarrollar la propia, y menos en el de apoyar la investigación científica y tecnológica nacional.

Otras propuestas se quedan en meras vaguedades, discurso hueco sin mucho contenido: “fomentar que la ciencia que se genera en las universidades se aplique en la sociedad” (Anaya), “usar la ciencia y tecnología para resolver problemas de inseguridad y corrupción” (Meade).

En cambio otras más, como la de elevar la inversión en ciencia y tecnología (López Obrador, que ofreció incrementarla al 1% del Producto Interno Bruto, PIB, mismo ofrecimiento que hiciera Peña Nieto en su momento), repatriar a los científicos mexicanos en el extranjero (Meade) o fortalecer el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) para evitar la fuga de cerebros son propuestas sensatas, que ojalá se volvieran realidad.

Un ejemplo del discurso de la
investigadora: "muerte o transgénicos"
Pero quizá lo que llamó más la atención –y causó revuelo entre la comunidad científica– es la propuesta de López Obrador de nombrar a la doctora Elena Álvarez-Buylla como directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Candidatura polémica, porque aunque se trata indudablemente de una ecóloga mexicana de primer nivel y reconocida reputación –recientemente recibió el Premio Nacional de Ciencias–, es bien conocida también por su activismo extremo en contra de los organismos genéticamente modificados (transgénicos), activismo que lleva en ocasiones a límites difíciles de justificar con base en la evidencia y el consenso científico mundial, y que llegan a rayar en la intransigencia (insiste, por ejemplo, en que su consumo puede ser dañino para la salud, a pesar de toda la evidencia acumulada durante décadas en sentido contrario, y es bien sabido que suele acusar a los expertos que discrepan de esa opinión de estar pagados por la industria agrobiotecnológica trasnacional). Por ello, y por su total falta de experiencia en puestos político-administrativos, es difícil que la comunidad científica deje pasar, en caso de ganar quien la propone, la candidatura de Álvarez-Buylla para un puesto tan importante.

¡Mira!

Mientras tanto, en la Cámara Alta del Congreso la cultura científica también brilla por su ausencia: el 7 de mayo la senadora María del Carmen Ojesto Martínez Porcayo, del Partido del Trabajo (¡cómo no!) presentó un punto de acuerdo “de urgente resolución”, para exhortar al poder ejecutivo federal a apoyar “un experimento sustentado en una tesis matemática irrefutable [sic] que beneficiaría el desarrollo tecnológico de la nación”. Se trata nada menos que de la delirante y absurda tesis sobre “gravedad repulsiva” que un estudiante de ingeniería de la UNAM propusiera en 2014, con la que prometía fabricar autos voladores y ganar el primer premio Nobel de física para Latinoamérica.

Es vergonzoso que una propuesta así, equivalente a fabricar motores de movimiento perpetuo o gasolina a partir de agua, haya podido llegar a presentarse al Senado. Afortunadamente, su Comisión Permanente la desechó “total y definitivamente” el 22 de mayo. Menos mal.


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Contacto: mbonfil@unam.mx

1 comentario:

FLORES dijo...

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