Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 24 de agosto de 2011
Los placebos –definidos por la Real Academia como “sustancias que carecen por sí mismas de acción terapéutica pero producen algún efecto curativo en el enfermo, si éste las recibe convencido de que poseen realmente tal acción”– pueden ser útiles si lo que uno busca es sólo sentirse bien. Pero resultan peligrosísimos si se confía en ellos para solucionar problemas reales.
En el marco de la guerra contra el narcotráfico –mayoritariamente considerada, si no un fracaso, al menos sí muy poco fructífera– y las tragedias que han ensombrecido a nuestro país en los últimos días, resulta incomprensible que el gobierno federal, muchos gobiernos estatales y las fuerzas armadas y policiales sigan confiando en el fraudulento e inútil “detector molecular” GT200, comercializado en México por la empresa británica Global Technical a través de la distribuidora SEGTEC.
El aparato pretende ser capaz de detectar a distancia “narcóticos, explosivos, armas y numerosas sustancias más” (sic, las armas como “sustancias”…) mediante sus vibraciones moleculares. No sólo se sabe que tal cosa es imposible; los detectores, que valen de 20 a 30 mil dólares, por dentro están completamente huecos. Son simples varitas de zahorí: su antena, que gira libremente y debería apuntar hacia la sustancia buscada, obedece en realidad al efecto ideomotor, guiado por los movimientos inconscientes del usuario (otro ejemplo de efecto ideomotor es la famosa ouija). Su inutilidad ha sido confirmada por gobiernos de otros países, como Tailandia, y en marzo de 2010 el gobierno británico previno al mexicano en contra de su uso. La empresa que los vende afirma que hay 700 unidades operando en México.
El papelón que nuestras autoridades están haciendo debido a esta estafa está dejando de ser ridículo para volverse peligroso. El diario AM, de Guanajuato, informó de una falsa alarma el pasado 28 de agosto en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV) de Irapuato, cuando un examen con el GT200 indicó erróneamente que un paquete recibido contenía explosivos (en realidad contenía un monedero). Y si un falso positivo causó pánico, un falso negativo –no detectar un explosivo real– es una tragedia esperando ocurrir.
La prensa ha sido lenta en responder (aunque algo había publicado El Economista y este espacio en Milenio), pero el 29 de agosto El Universal publicó un reportaje señalando el fraude. Y ya era hora, porque el GT200 se usa también, según denuncia la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, para allanar ilegalmente viviendas y “construir la flagrancia” que justifique el hecho (“Recomendación general no. 19, Sobre la práctica de cateos ilegales”, inciso D, Diario Oficial de la Federación, 18 de agosto de 2011)). Desgraciadamente, la CNDH no reconoce al GT200 como el peligroso timo que es, sino que da por supuesto que funciona (y se preocupa que al detectar sustancias que estén dentro de casas particulares se esté violando su privacidad… ¡Les urge asesoría técnica!).
Si el gobierno continúa confiando en varitas mágicas para combatir el crimen, estará haciendo no sólo el ridículo, sino poniendo en peligro a la población civil y a las fuerzas armadas que ha enviado a protegerlas. Necesitamos inteligencia, no placebos.
¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:
Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!