Milenio Diario, 4 de abril de 2007
Continúa el debate sobre la aprobación de la causal de “daño al proyecto de vida” para excluir a mujeres embarazadas de responsabilidad penal por abortos realizados en las primeras 12 semanas de la gestación.
La iniciativa, necesaria y justa, reconoce el derecho de las mujeres a decidir no sobre su cuerpo -el embrión es un organismo individual, distinto a la madre-, sino sobre si desean o no tener un hijo en un momento determinado, y a recibir apoyo de las instituciones de salud al que tienen derecho.
Sin embargo, la oposición de la derecha religiosa continúa y se radicaliza. Uno de los argumentos que se esgrimen es el de la “ley natural”. El papa declaró en febrero, al inaugurar en Roma el Congreso Internacional sobre Derecho Natural, que “La ley natural expresa esas normas inderogables y obligatorias, que no dependen de la voluntad del legislador y tampoco del consenso que los Estados pueden darles, pues son normas anteriores a cualquier ley humana y, como tales, no admiten intervenciones de nadie para derogarlas”. Se trata, según la jerarquía católica, de principios no negociables que van incluso por encima de las leyes nacionales.
Es curioso ver a una iglesia que critica la “soberbia” de la ciencia en temas como la clonación o la investigación con células madre mostrar tal arrogancia. Pues incluso las leyes de la física, que a diferencia de las humanas, no pueden ser violadas -nadie puede “decidir” no obedecer la ley de la gravedad, o la de la conservación de la masa y la energía-, en realidad son relativas. Dependen del contexto.
En nuestro universo, rigen leyes físicas que podrían haber sido distintas si las condiciones del big bang hubieran sido otras. Las leyes de la química o la biología, en cambio, son menos universales: admiten excepciones. Esto se debe a que su dependencia del contexto es mayor. Un mismo fármaco tendrá efectos distintos dependiendo de las particularidades del organismo que lo reciba, por ejemplo.
El papa y su iglesia dirán, claro, que tales leyes -físicas, biológicas, etc.- fueron instauradas por su Dios. Al menos sería bueno que fueran honestos y, mientras insisten en imponer sus creencias, aceptaran que lo que defienden es, en todo caso, una supuesta ley sobrenatural.
¡Mira!
Con esta entrega, que coincide con la semana santa, esta nada piadosa columna celebra sus primeras 200 colaboraciones, hecho que agradece a sus lectores.
Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
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