Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 13 de junio de 2007
No puede negarse: la cultura científica es indispensable para el ciudadano.
No sólo por su utilidad práctica para dar sentido a los avances científico-técnicos que nos asedian. También porque el pensamiento científico es una herramienta incomparable para buscar soluciones reales a problemas en todos niveles (personal, laboral, social, global…). ¿Cómo resolver una discusión, encontrar trabajo, combatir el desempleo o el calentamiento global? ¿Conviene recurrir al pensamiento mágico –ese archienemigo de la razón– o buscar soluciones racionales basadas en la evidencia y la experiencia comprobable?
Desgraciadamente, la ciencia y el modo de pensar que la hace posible gozan de poco aprecio. En la revista Science del 18 de mayo, Paul Bloom y Deena Skolnik, de la Universidad de Yale, advierten que el rechazo a la ciencia tiene dos fuentes principales: el conocimiento previo, muchas veces adquirido en la infancia, y lo que se acepta como conocimiento de sentido común en una sociedad.
El conocimiento científico a veces contradice lo que indica la intuición. Las cosas, contradiciendo a Newton, parecen moverse sólo mientras las empujemos; la evolución darwiniana es un proceso ciego y azaroso, pero uno tiende a pensar que todo en el mundo tiene un objetivo; la dualidad entre cerebro y mente (o “alma”) parece natural, aunque las neurociencias muestran claramente que es falsa.
Bloom y Skolnik concluyen que es esperable encontrar en los niños una resistencia a las ideas científicas, pues tienden a chocar con el conocimiento intuitivo. Esta resistencia persiste y se convierte en rechazo si en su comunidad la ciencia es poco apreciada y se da crédito a creencias de tipo místico (creacionismo, horóscopos, hechicería). No ofrecen soluciones, pero su reflexión pone a pensar.
Afortunadamente, en nuestro país existen iniciativas que buscan reforzar la apreciación y comprensión pública de la ciencia, como el programa “La ciencia en las calles” que lanzará el próximo viernes y sábado el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal en la plaza 23 de mayo, junto a Santo Domingo, en el centro histórico, donde como invitación a la cultura científica los ciudadanos podremos disfrutar de conferencias, talleres, obras de teatro y otros eventos. Enhorabuena por la iniciativa, que fortalece el derecho de los ciudadanos a la ciencia. ¡Asista usted!
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