miércoles, 5 de agosto de 2015

Plagio en la academia

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 5 de agosto de 2015

Rodrigo Núñez Arancibia
Yo creo que el escándalo que causó la expulsión por plagio de dos miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), anunciada el pasado lunes 3 de agosto por el Conacyt, ha sido excesivo.

Por si no está usted enterado, Rodrigo Núñez Arancibia, de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo, en Morelia, Michoacán, y Juan Antonio Pascual Gay, de El Colegio de San Luis, en San Luis Potosí, fueron hallados, luego de una investigación, culpables de haber realizado plagios de tesis, libros y artículos que usaron para simular una alta productividad académica y obtener así el beneficio de una beca del SNI.

Juan Antonio Pascual Gay
Las acusaciones ya se habían venido discutiendo, cada una por su lado, pública y privadamente. Incluso hubo quien salió, en una carta en la revista Nexos, firmada por el escritor Javier Sicilia y numerosas personas más, en defensa de uno de los acusados (Pascual Gay) con el argumento de que su plagio de un texto del escritor Guillermo Sheridan (que éste denunció de manera bastante jovial en su blog de la revista Letras libres) era sólo un “error” en una carrera académica por demás respetable.

Por su parte, Núñez Arancibia se las arregló para cometer numerosos plagios a lo largo de 11 años de carrera académica sin ser descubierto (incluyendo el de su tesis de doctorado en El Colegio de México).

En su comunicado del lunes, los funcionarios del Conacyt (del cual depende el SNI) indicaron que esta institución “no tolera faltas éticas que ponen en duda la integridad del Sistema Nacional de Investigadores”.

Y hacen bien, porque, como señala Soledad Loaeza en un artículo publicado el 16 de julio en La Jornada, “Los plagiarios en la academia son delincuentes que se aprovechan del código de honor que gobierna nuestra profesión, uno de cuyos principios es la buena fe con que se recibe un trabajo que se piensa que ha sido elaborado también de buena fe por quien lo firma”. Y acertadamente concluye: “en materia de plagio hay que ser contundentes y definitivos. Estamos actuando en defensa propia”.

¿Por qué digo, entonces, que no habría que hacer tanto escándalo?

Uno, porque la deshonestidad es parte de la naturaleza humana, y existe siempre y en todos lados. El que se haga presente de vez en cuando en el mundo académico, en el de la ciencia o en el de las letras no debería ser sorpresa, y menos noticia. El caso de Núñez y Pascual apareció, con grandes titulares, en todos los medios noticiosos mexicanos. Si se le prestara la misma atención a otras noticias relacionadas con la ciencia, seríamos un país mucho más científicamente culto. En este caso lo que privó fue más bien el morbo.

Y dos, porque la visibilidad que tuvo la noticia haría pensar que se trata de un problema grave en la comunidad académica y científica en México. Pero, como señala el propio comunicado del Conacyt, “el SNI cuenta con alrededor de 23 mil 300 miembros y (…) es muy poco frecuente que se dé una situación de falta de honorabilidad. La comunidad de científicos y tecnólogos del SNI es un orgullo de nuestro país”.

Desgraciadamente, el actual sistema de evaluación del trabajo académico y científico, basado en medir la cantidad, no la calidad, ejerce una presión perniciosa que fomenta comportamientos deshonestos, ante la amenaza de perder los privilegios trabajosamente ganados. En todo caso, habría que felicitar a la comunidad académica mexicana porque tiene cada vez mejores mecanismos para detectar este tipo de fraudes, y porque toma medidas efectivas para sancionarlos. De hecho, hoy existen modernas herramientas informáticas útiles, ya comentadas en este espacio, para detectar plagios en los ámbitos académicos, escolar y literario. Y hay también sitios web y comunidades de personas dedicadas a detectar y exponer dichos casos, como Plagiosos.org y Retraction Watch.

Habría, eso sí, que reforzar la formación de los estudiantes para que sepan qué es un plagio y qué un uso legítimo de una cita, y para que tengan las habilidades técnicas y las actitudes éticas correctas al respecto. Al respecto, la UNAM lanzó hace poco una muy elogiable campaña de ética académica, con el título “Velo en perspectiva”, que merecería ser mejor conocida.

Pero lo que a mí parecería realmente fascinante sería estudiar con mayor profundidad las motivaciones de los plagiarios académicos. Y sobre todos los mecanismos de autoengaño y racionalización que elaboran para justificar sus actos ante sí mismos. Resulta fascinante leer las declaraciones de Núñez Arancibia, a quien el diario La Tercera de su natal Chile llama “plagiador en serie” y lo describe como buen estudiante y como un individuo “autoexigente, solitario y depresivo”.

“Yo sabía que iba a chocar como un tren contra una pared, haciéndome pedazos. Y eso fue lo que pasó”, comenta Núñez en la entrevista. “Había situaciones [académicas] que no había podido resolver (…) y frente a las presiones del medio y personales, cometí un gran error. Necesitaba más tiempo y no podía”. El reportaje continúa: “(…) la mentira se fue convirtiendo en una mochila insoportable. [Núñez Arancibia] pasaba el tiempo entre las clases y encerrado en su oficina. Apenas conversaba con sus colegas. Dormía mal, tenía crisis de angustia. ‘Yo todo esto lo viví solo. Nunca he estado en pareja, tenía pocos amigos. Empecé a ir al psiquiatra y a tomar medicamentos. Me detectaron depresión crónica. Me dedicaba al trabajo, pero estaba perdiendo el juicio’”.

Creo que alguien tendría que iniciar un proyecto de investigación serio para entender mejor los rasgos de personalidad (que en casos como éste se vuelven verdaderos trastornos psiquiátricos) de los plagiarios y estafadores académicos.

Es indudable que los fraudes, plagios y otras conductas deshonestas son extremadamente dañinas, pues socavan la base misma del trabajo científico y académico. Pero es también indudable que seguirán existiendo. Son parte de la naturaleza humana. Y es parte de la naturaleza de la academia combatir esos defectos de nuestra naturaleza.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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8 comentarios:

Ribozyme dijo...

Como dije en un post de Facebook, este tipo de cosas es mucho más fácil que se dé en ciencias sociales, donde mucha de la supuesta investigación consiste en citar lo que escribieron otros y poca la que se sustenta en datos duros que otros puedan obtener de manera independiente. Por ejemplo, por ahí me enteré de un "investigador sobre marxismo" que es SNI 2, y eso que Marx murió hace más de un siglo y sus escritos deben estar abundantemente estudiados.

Por otro lado, no fueron Conacyt ni el SNI quienes sacaron a flote estos plagios, de hecho ellos parecen haber tomado cartas en el asunto sólo hasta que empezó a aparecer en la prensa, después de que las propias instituciones donde trabajaban los plagiarios hicieron las correspondientes investigaciones al respecto. En el caso del docente de la universidad Nicolaíta, que hizo su doctorado en el Colegio de México, esta institución en un principio se negó a aceptar el plagio de la tesis doctoral. Después del revuelo causado, finalmente le retiraron el título, pero la tutora, cuya responsabilidad era supervisar la elaboración de dicha tesis, no ha enfrentado ninguna consecuencia por lo que sólo pudo ser negligencia.

Lydia Alvarez dijo...

Pues sí, la negación siempre ha funcionado para mantenernos tranquilos y sentir que todo está bien.

Por supuesto que los casos de investigadores que toman un libro ajeno y le ponen su nombre deben ser muy raros. Al menos, eso espero.

El verdadero problema es que la mayoría en nuestra comunidad no sabe que copiar porciones de un texto palabra por palabra para referenciar el marco teórico de su investigación es algo que no deberían estar haciendo.

La situación es tan grave que si un profesor le recomienda a un estudiante que no lo haga, siempre habrá otro profesor que le diga que eso es una exageración, que claro que puede hacerlo, que todo el mundo lo hace, y lo dirá con toda la honestidad del mundo.

Ahora, con el Turnitin y otros sofwares antiplagio, los “journals” se están dando cuenta de qué les están mandando y no están comprando nuestras excusas.

Los escándalos por plagio en otros países no son por copiar libros completos. La tesis doctoral de Annette Schavan, la Ministra de Educación de Alemania a quien le retiraron su doctorado, sólo tenía un 10% de texto copiado de otros autores.

Pero, ni modo, ya aprenderemos, a base de escándalo tras escándalo.

Martín Bonfil Olivera dijo...

Hhíjole, hasta ahorita tuve cabeza para entrar a leer los comentarios... Ribo, estoy de acuerdo con la segunda parte de tu comentario. No con la primera. No comulgo con la idea de despreciar a las ciencias sociales. Y me sonó como que por ahí va esa primera parte de tu comentario.

Lydia: En efecto, es un problema grave. Pero la diferencia entre copiar (plagiar) y citar es clarísima, y así debe enseñarse.

Lydia Alvarez dijo...

Bueno, si mi trabajo tiene mil palabras consecutivas idénticas a las de un texto ajeno, en teoría puedo volverlo “una cita” si pongo las mil palabras entre comillas e incluyo una referencia “en el renglón”.

Pero como poner mil palabras entre comillas haría evidente mi poca originalidad y no sería aceptable para algunas publicaciones, lo más probable es que “olvide” las comillas y mande la referencia a “Bibliografía Consultada”.

¿Sigue siendo “una cita”? No todos estarían de acuerdo.

Pero bueno, vamos a ponernos sabrosos. “¿Qué nos importa lo que ellos opinen?” “¡Nosotros tenemos nuestras propias reglas!”

Ustedes saben, así funciona el trabajo académico. Cada país se encierra en sí mismo y crea sus propias reglas. Es el mejor caldo de cultivo para el desarrollo tecnológico.

Víctor Ortiz dijo...

No considero que "la deshonestidad es parte de la naturaleza humana, y existe siempre y en todos lados. El que se haga presente de vez en cuando en el mundo académico, en el de la ciencia o en el de las letras no debería ser sorpresa, y menos noticia".
Para sorpresa de Lidia Álvarez, el plagio es común en la academia, especialmente por parte de "doctores" que se adueñan del trabajo de sus subalternos, tesistas etc. con el fin de acumular puntos para escalar el SNI sin mucho esfuerzo. Dentro de la UNAM que es donde laboras, conozco casos vergonzantes de doctores de la ciencia publicando sin mayor pudor trabajos de sus tesistas. Eso es reprobable. Si no son capaces de generar sus propios resultados, hipótesis, trabajo académico aceptable, mejor que se dediquen a vender churros. ¡Así de simple!

Ribozyme dijo...

En vista de que el intercambio sigue activo, pues aprovecho para agregar algunas cosas.

Primero, Martín, no digo que las ciencias sociales sean inferiores. Son diferentes, eso ni duda cabe, de las ciencias naturales, y mi punto va en esa dirección, que como uno de tantos sistemas humanos, que siempre tienen debilidades, una debilidad peculiar de las ciencias sociales es ese hecho de sustentarse mucho en escritos ajenos, lo que no las hace inferiores pero sí vuelve *necesario* que se tenga mucha vigilancia en esa dirección, pues por los agujeros en el sistema siempre se van a escapar algunos vivales.

Lo que me lleva a mi segundo punto, referente a lo que tocan los comentarios previos al mío. La tendencia a la deshonestidad y la mentira, en efecto son características de los humanos (podemos verlo incluso en niños pequeños, que las practican sin haberlo aprendido previamente), como también lo son la tendencia a la violencia, al abuso sexual y la xenofobia. Eso no los hace deseables o buenos, lo bueno en ese caso es que las personas aprendan a bloquear su apetito por ese tipo de conductas. Sin embargo, el control de esos apetitos nunca será perfecto, por lo que siempre habrá personas (a menos que logremos cambiar la naturaleza humana en puntos importantes) que fallen en ese autocontrol esperado. En eso coincido con Lydia. Lo que también es un hecho es que el grado de autocontrol de las personas varía dependiendo de la cultura de la que provengan y de las circunstancias en que se encuentran inmersas.

Lo que me lleva al tercer punto. Por desgracia, nuestra cultura no es de las que se caracterizan por valorar más la honestidad y la veracidad. La corrupción somos todos, es puro cuento eso de que "los males del país son responsabilidad de unos cuantos malos". Ya ahí la llevamos de perder. Si a eso agregamos un sistema vicioso como el del SNI, que alienta a los que están en él (o quieren estarlo) a obrar a la mala (eso incluye no solo plagio y falsificación, sino trabajos de baja calidad), lo sorprendente es que no veamos más casos como estos. Más probablemente, sí se dan, pero no salen a la luz. Por ejemplo lo que menciona Víctor, yo he atestiguado algunas historias de horror en ese sentido (no diré ni dónde ni cuándo), y el estudiante puede hacer poco o nada porque el tutor tiene poder casi de vida o muerte sobre él (cuando menos sobre su carrera futura como investigador sí que lo tiene) y el sistema de las instituciones ve como incorrecto incluso que el estudiante cuestione al tutor. Es por demás curioso, ya que en ciencias el cuestionamiento y la crítica son indispensables para un buen desempeño, pero supongo que también depende de quién cuestione (lo que sí no niego es que los cuestionamientos deben hacerse de manera justa, inteligente y con un mínimo de cortesía).

Maria dijo...

Estas cosas dan miedo a los que nos dedicamos a la investigación y hemos dedicado años a trabajar en una tesis. Siempre he tenido miedo a que alguien robara mi trabajo mientras realizaba mi tesis. Después de años me di cuenta que mi trabajo era una fuente de otras tesis donde nadie me había citado siquiera.

Una lamentable situación para todos los que investigamos...

Saludos desde Badajoz.

Sergio J. Castro dijo...

Hola María

Si gustas documentar tu caso te ofrezco un espacio en www.plagios.info

Saludos

Sergio Castro