Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 12 de febrero de 2017
Publicado en Milenio Diario, 12 de febrero de 2017
Otro título para esta columna podría haber sido “Mentirosos patológicos”, o “compulsivos”. Pseudología fantástica es el nombre (originalmente en latín) usado para describir el desorden psiquiátrico también conocido como “mitomanía”.
Si usted jamás había conocido alguien que lo padeciera, felicidades. Estas personas, que se caracterizan por su enorme capacidad para estar constantemente generando mentiras, que mantienen con una enorme convicción y serenidad, logran engañar, a veces durante mucho tiempo, a las personas que los rodean, y les pueden llegar a causar grandes daños, tanto psicológicos y emocionales como laborales, monetarios y sociales.
Desgraciadamente, hoy usted conoce ya a un gran mentiroso patológico, que además está rodeado de un equipo de otros mitómanos que lo apoyan. Y está afectando la vida de miles de personas en todo el mundo. No necesito decir su nombre.
La mitomanía no es una enfermedad bien reconocida por la comunidad psiquiátrica. Aunque aparecía en la tercera edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-III), editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y que constituye una de las referencias clave para definir y diagnosticar alteraciones psiquiátricas, no fue incluido en la cuarta edición, ni en la actual, la quinta. No obstante, desde que fue descrita en 1891 por el psiquiatra alemán Anton Delbrück, ha sido aceptada como una entidad clínica real por numerosos especialistas que, a falta de criterios diagnósticos estandarizados, lo determinan con base en los patrones de comportamiento del individuo, mediante la observación, o a través de reportes de sus seres queridos.
He aquí algunas de las características que presentan los pacientes con pseudología fantástica (tomadas del blog especializado Compulsive Lying Disorder):
–No pueden controlar sus mentiras y no sienten remordimiento, sin importar cómo las mentiras los afecten a sí mismos o a otros.
–La falta de remordimiento es debida a que el individuo se involucra tanto en la mentira que está diciendo que comienza a creerla él mismo.
–Si se le confronta con sus mentiras, insistirá en que está diciendo la verdad.
–Con el paso del tiempo, el individuo se vuelve tan hábil para decir mentiras que es muy difícil para los demás determinar si está diciendo la verdad.
–Sus mentiras no son totalmente improbables; contienen un elemento de verdad (son plausibles, lo que diferencia a estos individuos de quienes padecen psicosis o alucinaciones).
–La tendencia a mentir es crónica, de larga duración.
–Se puede determinar clínicamente que el motivo de las mentiras es interno, no externo; es un rasgo de la personalidad del mentiroso, no un producto de las circunstancias del momento.
–Las mentiras tienden a presentar al mentiroso de manera favorable (por ejemplo, como héroe o víctima).
Aunque no se conocen las causas de este trastorno, hay evidencia de que podría estar relacionado con desbalances neurológicos del lóbulo frontal del cerebro, o con alteraciones en el tálamo. Se sabe, eso sí, que tienden a presentarlo individuos con baja autoestima que buscan, conscientemente o no, atención, popularidad y amor, o que buscan encubrir un fracaso.
¿Le suena conocido?
Quizá el fenómeno de la mitomanía tenga que ver con el hecho de que el cerebro humano es, esencialmente, una máquina de buscar sentido a las cosas. Cuando no entendemos algo, tenemos una enorme tendencia a inventarle una explicación. Y a creérnosla. Esto ocurre incluso en casos clínicos donde un paciente con alguna alteración psiquiátrica, por ejemplo de la memoria, fabula explicaciones incoherentes para los demás, pero que le permiten a él explicar, por ejemplo, por qué salió de su casa sin ponerse los pantalones (cuando en realidad olvidó ponérselos). Un caso más extremo es el de los “miembros fantasma”, que presentan algunas personas que han sufrido una amputación. Una persona que perdió un brazo, por ejemplo, puede llegar a sufrir comezón o dolor en dicha extremidad, o sentir que se mueve o que está torcida en una postura incómoda. El doctor Vilayanur Ramachandran propone que dicho fenómeno podría deberse a que el cerebro trata de interpretar los estímulos que recibe del muñón dentro de un “modelo” cerebral que incluye el brazo amputado, y genera así una “mentira” que, para la percepción del paciente, para su propio cerebro, se siente real.
Tal vez, para los mentirosos patológicos, sus mentiras sean la manera que tiene su cerebro de adaptar la información que reciben del exterior para que no contradiga su modelo interno de la realidad, ni entre en conflicto con su autoestima y su personalidad. Lo cierto es que, independientemente de las causas, el daño que pueden llegar a causar los mitómanos, cuando llegan a ocupar posiciones de poder que afectan a otras personas, puede ser terrible.
Por desgracia, varios miembros del equipo presidencial de Donald Trump, incluyendo a su ex-vocera y hoy consejera Kellyanne Conway, sus asesores Steve Bannon y Stephen Miller (cada uno más terrorífico que el otro) y su vocero Sean Spicer, parecen estar afectados por este inquietante trastorno. Ojalá pronto más gente se dé cuenta de que el presidente de los Estados Unidos, y muchos de sus principales colaboradores, son en realidad pacientes psiquiátricos que requieren atención urgente.
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2 comentarios:
Ya que alegremente se refiere a potus en su artículo, es sensato y no cínico, preguntarle:
desde su perspectiva: ¿¿¿¿ En la elaboración de su tesis, el actual presidente de méxico incurrió en PLAGIO ????
Si porque si nó, pues estaremos pecando de mediocres, coludidos, cínicos y descarados al no tratar el tema. ¿¿No le parece ??
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