miércoles, 24 de junio de 2009

La lección del mingitorio

Por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 24 de junio de 2009

Desde hace un tiempo tengo la costumbre —un tanto extraña, lo reconozco—, de tomarle fotos a los mingitorios que llaman mi atención (no se imagina usted, sobre todo si es mujer, lo curiosos y hasta bonitos que pueden resultar estos muebles de baño cuyo nombre, dice la Real Academia, viene “del latín mingere, mear”. Puede ver algunos en mi blog alternativo: mirabonfil.blogspot.com).

Aparte de las miradas extrañas —cuando no francamente alarmadas— que me dirigen los caballeros que entran al baño cuando estoy tomando la foto, mi pasatiempo me ha llevado a clasificar los dispositivos. Hay grandes y pequeños, modernos y antiguos, elegantes y austeros, pero prefiero dividirlos en tradicionales, electrónicos y ecológicos.

En los primeros el caballero, luego de usarlo, jala una palanca —en modelos más higiénicos pisa un pedal— que hace que fluya el agua para eliminar la orina. (En un baño de la UNAM hallé uno con un letrero que indicaba “No olvides accionar la palanca, mantengamos limpios los baños”… ¡pero alguien se había robado la palanca!)

Los urinarios electrónicos, de moda desde hace unos años, sustituyen el sistema mecánico de los tradicionales por uno electrónico: un rayo infrarrojo detecta si hay una persona enfrente. Cuando se retira, se activa automáticamente el flujo del agua. La idea es que el usuario se sienta más higiénico, pues no toca el aparato (suena bien hasta que uno recuerda qué aparato sí estaba tocando). El más chistoso que he visto tenía el logotipo de un robot haciendo uso del orinal.

La última moda son los mingitorios ecológicos, que no usan agua. Están diseñados para que la orina fluya hacia el drenaje por simple gravedad, sin dejar restos ni olores. Excelente… si no fuera porque normalmente están todos salpicados, con pañuelos desechables y chicles masticados que los bloquean.

¿Realmente necesitamos mingitorios que se “jalen” solos? ¿De qué sirve un mingitorio que ahorra agua, si el usuario no está concientizado para utilizarlo correctamente? Moraleja: la ciencia y la tecnología no sirven si no se integran con la cultura y las necesidades del usuario. Una buena lección de nuestro amigo el mingitorio.

Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aquí!

2 comentarios:

Silvia López dijo...

Pues vaya que en realidad es un tanto extraña su afición (no demasiado, yo misma no puedo aguantar el entusiasmo por fotografiar ¡ventanas o puertas!) pero sumamente interesante, ya que nos permite a las chicas conocer uno de los lugares que muchas nunca veremos en vivo. En cuanto a la utilidad de baños que se laven solos....pues a las mujeres nos es inútil pensar en que es por higiene, al no verse en la necesidad de tocar el artefacto, pues nosotras o lo tocamos o nos vemos obligadas a hacer todo tipo de malabares extraños cuando nos es necesario utilizar los baños de sitios públicos. De cualquier forma, me parece muy interesante observar la evolución de estos artefactos.

Anónimo dijo...

Tocayo, dos cosas. Primero, completamente de acuerdo contigo; de nada sirve meterle cerebro y dinero a un aparato para que funcione mejor, si los ingratos usuarios DEMUESTRAN SU DESPRECIO por el avance que representan. Vaya, si eso se refleja en la calle, hombres perfectamente vestidos o mujeres preciosas, TIRANDO BASURA EN LA CALLE, vaya pero si parece que hasta practicaran s estilo. Desden, indiferencia, INCULTURA. A ratos pienso que lo mejor seria como en Singapur (tal vez recuerdes esta nota) cuando un chico de EEUU fue condenado por andar grafiteando all, A RECIBIR DIEZ AZOTES CON VARAS DE BAMBU. Se pararon de pestañas los americanos, se armo el escandalo, PERO IGUAL SE EJECUTO LA SENTECNIA. ¡Bravo!

Segundo, a mi se me hace que eso de fotografiarlos, no es curiosidad cientifica pura, ha de ser fetichismo (jajaja, es broma tocayo). Por cierto, ¿NO ES MIGITORIOS (Miccion, orinar)? mingitorios se oye mal dicho. Saludos.

Luis Martin Baltazar Ochoa