martes, 22 de julio de 2003

El novelista antidarwinista

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 22 de julio de 2003

El premio Rómulo Gallegos es uno de los más prestigiados en la legua española. Está dotado con cien mil dólares y lo han recibido, entre otros, novelistas como García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes y uno de mis favoritos, Javier Marías. Este año lo ganó el colombiano residente en México Fernando Vallejo, por su novela El desbarrancadero.

Quizá usted conozca a Vallejo por La virgen de los sicarios, conmovedora y poderosa novela que muestra la violencia en Medellín a través del amor entre un maduro escritor homosexual y un joven sicario de 16 años. Fue llevada al cine recientemente, considero que con buenos resultados.

Pues bien: resulta que Vallejo, además de ser un excelente novelista, guionista, pianista (dicen quienes lo conocen) y un maestro en el arte de la provocación, es también biólogo. Y tiene sus muy particulares ideas acerca de esta ciencia, en especial sobre la teoría de la evolución por selección natural, formulada por Charles Darwin en su famoso libro El origen de las especies. Por ello, Vallejo escribió un libro de ensayos donde “refuta” a Darwin: La tautología darwinista (Taurus, 2002).

¿Qué opina Vallejo de Darwin y sus ideas? Quizá sea mejor que hable el autor mismo, en una entrevista concedida a Juan Villoro y publicada en 2002:

Darwin era un impostor. Y El origen de las especies, un libro estúpido, feo y mal escrito. Lo publicó ese impostor en 1859, 12 años antes de que Oscar Hertwig descubriera la fecundación del óvulo por el espermatozoide. ¿Cómo uno que no sabe que proviene de un óvulo fecundado por un espermatozoide se puede meter a explicar dizque “el origen de las especies”? El mecanismo que él propuso, el de la selección natural, es una tautología, una perogrullada, la vuelta del bobo, una explicación que no explica nada. Como la de Dios, que explica todo, ¿pero a Él quién lo entiende? Por supuesto que la evolución es una realidad, para mí tan clara como un día despejado con sol. Pero ésa no la descubrió él, la descubrieron otros.

La acusación es fuerte, como se ve. ¿Tendrá sustento? Después de todo, la teoría darwiniana ha sobrevivido durante casi 150 años con gran éxito explicativo (aunque con varias adiciones y refinamientos), y se ha convertido en la espina dorsal de toda la biología. “Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución”, reza una famosa frase, y cuando se dice “evolución” -al menos cuando lo dice un biólogo- se dice “selección natural”. Excepto si ese biólogo es Vallejo, claro.

Sin embargo, La tautología darwinista no es un libro charlatanesco escrito por un loco. Los ensayos son inteligentes y bien informados. Es sólo que el autor no acepta –no quiere aceptar– una explicación que no le parece convincente.

Y es que la idea central de Darwin, la selección natural, es tan simple que uno podría pensar que no la ha entendido bien. Explica la evolución de los seres vivos mediante dos mecanismos. Uno es el surgimiento de variaciones al azar en la descendencia –las famosas mutaciones. Otro, la selección de las variantes que estén mejor adaptadas al ambiente. Y aquí es la parte donde mucha gente se hace bolas, porque no es que haya alguien que seleccione a las especies o variantes mejor adaptadas. El que un individuo presente cierta característica puede hacer que sobreviva mejor que los otros. Que deje más descendencia y que su descendencia sobreviva también mejor que los demás. O sea, que esté mejor adaptada. Con el tiempo, los organismos mejor adaptados predominan, y los menos adaptados se extinguen. Eso es, en forma muy simplificada, la evolución.

Dicho de otro modo, decimos que los individuos (y las especies) sobreviven porque están mejor adaptados, y definimos que los “mejor adaptados” son precisamente los que han sobrevivido. He aquí la aparente tautología a que se refiere Vallejo.

Pero el punto es que la selección natural funciona. Y no sólo en biología: hoy se emplean algoritmos darwinianos para actividades tan distintas como la fabricación de fármacos y la creación (la “evolución”) de programas de computadora. Actualmente ningún biólogo serio cuestiona el darwinismo con la fiereza que lo hace Vallejo. Se trata, quizá, del último de su estirpe.

Congratulémonos, entonces, del libro –y el premio– de Vallejo. Es un texto inteligente, bien informado y que provoca a la reflexión. Y simpático, además, aunque el autor se empeñe en ser el malo de la película. Quizás son las mismas razones que hay para leer sus novelas. Lástima que, en este caso, su lucha contra Darwin esté perdida de antemano.

Ah, por cierto, a pesar de haber anunciado su retiro como novelista con La rambla paralela, Vallejo amenaza con publicar un libro de ensayos sobre física, donde sostiene que “la gravedad y la luz no son comprensibles, y los que nos están dando a entender con ecuaciones matemáticas que las entendieron, como Newton, Einstein y los físicos de la física cuántica, son unos impostores”. Seguramente, al igual que La tautología darwinista, será un libro polémico y muy interesante. Lo estaremos esperando.

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