Martín Bonfil Olivera
23 de agosto de 2006
Hay una palabra que pone a temblar a toda la jerarquía religiosa: “Depende”. Ese vocablo encarna una visión del mundo que, al menos desde la perspectiva católica más estricta, resulta profundamente amenazadora: el relativismo. Por ello el Papa denuncia constantemente los peligros del relativismo: la postura de que las cosas –y, en particular, los valores– dependen de las circunstancias.
Es comprensible: muchas posiciones fundamentales de la iglesia (curiosamente, casi todas son prohibiciones: al aborto, la anticoncepción, la eutanasia, la clonación o la investigación con células madre, a la ordenación sacerdotal de mujeres, al sexo fuera del matrimonio o a las preferencias sexuales distintas a la heterosexual) se basan en dogmas religiosos o en “verdades” reveladas por la divinidad en textos sagrados.
Si se acepta que puede existir una diversidad de opiniones al respecto, que las verdades y dogmas son posturas relativas que pueden ser interpretadas de distintas maneras, se abriría la puerta al desorden y el caos. La intolerancia se presenta así como requisito para la subsistencia.
Pero, ¡sorpresa!, los dogmas suelen ser acordados mediante discusiones en concilios en los que finalmente gana no necesariamente la postura “verdadera”, sino la más convincente. Y las razones para que algo sea convincente son muy variadas… Por su parte, los textos sagrados tienen que ser interpretados, nuevamente de forma relativa, para extraer el conocimiento que contienen. Véase, por ejemplo, la forzada interpretación del Cantar de los cantares, un himno al placer erótico si los hay, que la iglesia insiste en presentar como una metáfora del amor de Cristo por su iglesia, o las distintas interpretaciones que católicos, judíos y musulmanes hacen de los textos bíblicos…
La ciencia está también expuesta, por supuesto, a los vaivenes del relativismo. Pero lo acepta y lo integra como parte de su estructura evolutiva. El conocimiento científico cambia constantemente, y está siempre sujeto a ser refutado. Es este “control continuo de calidad” lo que le confiere su notoria confiabilidad.
Hoy que los grupos conservadores impugnan la moderna y necesaria educación sexual que está por impartirse a los jóvenes del país, recordemos las razones por las que, en cuestiones de la naturaleza, conviene más confiar en el conocimiento científico que en dogmas y prejuicios religiosos.
Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
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