miércoles, 18 de abril de 2007

Señora: ¡no aborte!

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 18 de abril de 2007

Cuando ese badulaque llamado Serrano Limón se presentó en la Asamblea Legislativa del DF, donde recibió una merecida lluvia de tangas, intentaba demostrar que un embrión de siete semanas tiene ya vida.

Empeño inútil y bobo: ¡claro que un embrión está vivo! Igual que el espermatozoide y el óvulo de los que proviene. Quienes se sienten inquietos por la iniciativa de despenalización del aborto que se discute en la Asamblea se preocupan por otro asunto: ¿en qué momento se puede decir que un embrión se ha convertido en un ser humano?

La discusión se ha polarizado debido a lo radical de la postura religiosa: que “El embrión humano es persona desde la fecundación”, como afirma un desplegado reciente. Se toma la existencia humana como un valor absoluto, de todo o nada. En esta visión de blanco o negro, un embrión en desarrollo —o un óvulo fecundado— son tan completamente humanos como un bebé recién nacido.

Pero tal argumento no se sostiene. Evidentemente, un óvulo fecundado —y las etapas inmediatamente posteriores, en que esta célula se va dividiendo para convertirse en mórula, blástula y gástrula— no puede presentar las funciones que caracterizan a un ser humano (pensamiento, conciencia, o al menos capacidad de sentir dolor). No puede, porque las estructuras anatómicas necesarias para ello no están siquiera presentes. Sin tales funciones, hablar de ser humano no tiene sentido.

Las diferencias en “grado de humanidad” entre un óvulo fecundado, que es sólo una célula sin sensibilidad ni nada que pueda caracterizarse como “naturaleza humana” (más allá de sus genes… ¡y suponemos que no se trata de reducir la naturaleza humana a los genes!) y un bebé plenamente humano son indiscutibles. Muestran que debe existir algún punto intermedio en el embarazo —por arbitrario que sea— antes del cual interrumpirlo no tiene por qué ser un problema ético.

Muchas mujeres no estarán de acuerdo, quizá debido a sus creencias religiosas. A ellas les recomendaría, con toda sinceridad, ¡señora, no aborte! Pero no se preocupe por una ley que simplemente permitirá que otras mujeres que decidan hacerlo —y lo están haciendo, no por gusto sino muchas veces por necesidad imperiosa— no tengan que poner en riesgo sus vidas. Nadie está a favor del aborto, pero cerrar los ojos a una realidad urgente en aras de un ideal nebuloso sería imperdonablemente injusto.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

1 comentario:

Ruca Natividad dijo...

Usted pone por delante de la vida humana es esfuerzo o sacrificio de una mujer para cuidar o mantener a un niño. Me parece algo bochornoso, me parece que la vida humana tiene un poco más de significado que un simple "ahora sí" "Ahora no". Meditenlo, no traten a las personas como a perros, en ocasiones a los perros ya se los trata mejor.