miércoles, 22 de abril de 2015

Eficiencia y eficacia de la ciencia

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario,  22 de abril de 2015

La ciencia funciona a través de un sistema de producción de conocimiento que se evalúa a través de su publicación en revistas especializadas. Luego, los artículos publicados pueden o no ser citados por otros colegas en sus propias publicaciones.

Así, un artículo publicado en una revista de gran prestigio será mejor evaluado. También lo será si recibe un alto número de citas. El investigador, a su vez, será evaluado conforme al número de sus publicaciones, la calificación de las revistas donde publica, y el número de citas que obtengan.

Hay quien se cuestiona qué tan bien gastado está el dinero que se ocupa en mantener el sistema de investigación científica de un país (sobre todo uno no precisamente rico, como el nuestro). ¿Cuál es la eficiencia –definida como la relación entre los recursos invertidos y el producto obtenido– del trabajo de los investigadores científicos? Contra lo que se podría pensar, la respuesta no es tan sencilla como dividir el total de la inversión en ciencia entre el número de artículos de buena, mediocre o mala calidad que produce cada investigador nacional.

Hace poco causó cierto revuelo un análisis, publicado en el periódico singapurense The Straits Times, que se difundió ampliamente en internet (fue comentado en el popular blog filosófico Daily Nous). En él, los autores Asit Biswas y Julian Kirchherr presentan datos que muestran que, del millón y medio de artículos académicos que se publican anualmente en el mundo, un altísimo porcentaje –82 por ciento en humanidades, 32 por ciento en ciencias sociales, y 27 por ciento en ciencias naturales– no recibe ni una cita. Y no sólo eso: se estima que sólo el 20 por ciento de los artículos que reciben citas han sido realmente leídos (los investigadores tienden a conformarse con leer el resumen y las conclusiones de los artículos), y que un artículo típico es leído en su totalidad por menos de 10 personas en el mundo.

En resumen, alrededor de 30 por ciento de todas las publicaciones en ciencias sociales y naturales (para no meternos en líos con las humanidades) parecerían no serle útiles a nadie (pues no reciben citas); y de éstas, 20 por ciento ni siquiera son leídas (es decir, no lograron despertar el interés de nadie). Visto así, parecería que la eficiencia de la ciencia (social o natural) para entregar su producto, el conocimiento, encarnado en artículos arbitrados publicados en revistas internacionales, es muy baja.

Pero evaluar así la producción académica de conocimiento es ignorar uno de sus aspectos más básicos. Porque la ciencia, a diferencia de las labores técnicas, no es algo que pueda planificarse y calendarizarse con exactitud burocrática. Se trata de una actividad esencialmente darwiniana. Guiada por el azar, explora diferentes rutas prometedoras en busca de respuestas a problemas científicos, sin poder predecir cuáles resultarán ser callejones sin salida (la mayoría) y cuáles llevarán a la anhelada solución. (Además de que, muchas veces, lo que ocurre es que se descubren nuevas rutas inesperadas de investigación, que pueden resultar más fructíferas que la investigación original.)

Los procesos darwinianos son intrínsecamente ineficientes, pues hallan respuestas buscando ciegamente por todas las rutas hasta hallar soluciones. Pero son tremendamente eficaces: funcionan; obtienen resultados… sin tomar en cuenta cuántos recursos se gasten para lograrlo.

Si queremos tener descubrimientos científicos de importancia, que puedan dar origen a aplicaciones que puedan patentarse y generar industrias y riqueza, o resolver problemas de salud, ambientales o sociales, tendremos que tener una gran cantidad de investigadores trabajando. Sólo de vez en cuando se producen grandes descubrimientos. Pero cuando ocurren, valen por toda la investigación de bajo impacto que se haya realizado.

Sólo comprando muchos boletos puede uno ganarse la rifa científica. La ciencia es una inversión a largo plazo, que sólo da frutos si se cultiva con paciencia y se nutre adecuadamente.

¿Te gustó? ¡Compártelo en Twitter o Facebook!:

Contacto: mbonfil@unam.mx

Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!

No hay comentarios.: