miércoles, 13 de abril de 2016

El pionero de la divulgación


Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 13 de abril de 2016

Pensaba escribir de otro tema, pero me llegó una triste noticia: ayer martes 12 de abril falleció el doctor Luis Estrada Martínez, una de las personas que más hicieron para desarrollar en México lo que hoy conocemos como divulgación científica.

No podría yo resumir aquí, y menos tan apresuradamente, la trayectoria de Luis, el Doctor Estrada, quien tuvo la amabilidad de permitirme llamarlo su amigo –aunque me considero más bien su discípulo, una especie de “nieto académico”, pues pertenezco a la generación de divulgadores que fuimos adiestrados por los miembros de la generación que él formó. Pero intentaré dar al menos un esbozo. Nació en la Ciudad de México en 1932, y en los años 50 estudió la carrera de física en la Facultad de Ciencias de la UNAM (que por entonces todavía ocupaba el Palacio de Minería, en el Centro). Luego hizo estudios de posgrado en física teórica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (el famoso MIT).

Al regresar a México, a principios de los 60, comenzó a dar clases de física en la Facultad de Ciencias –labor que continuó durante cinco décadas– y comenzó a buscar formas de llevar la ciencia a públicos más amplios, actividad que por entonces se llevaba a cabo a través de ocasionales ciclos de conferencias y publicaciones. Estrada, junto con otros físicos universitarios, comenzó a formar un grupo dedicado de manera profesional a la divulgación científica. A partir de ese esfuerzo se creó en 1970, dentro de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, un Departamento de Ciencias, dedicado de lleno a difundir la cultura científica.

En 1968, fundó la revista Física, que más tarde cambiaría su nombre a Naturaleza, y que dirigió hasta conclusión en 1977. Aunque estaba dirigida a más al público universitario que al ciudadano común, fue una revista fundamental que abrió brecha en la divulgación científica mexicana, y un taller donde se formaron muchos de los mejores divulgadores científicos de nuestro país.

En 1977, con apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Estrada fundó el Programa Experimental de Comunicación de la Ciencia de la UNAM. En 1980 éste se convirtió en el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia de la UNAM (CUCC), institución que sería pionera a nivel iberoamericano en el desarrollo –mediante la experimentación y el ensayo razonado, académico– de nuevas y mejores maneras de poner la ciencia al alcance del ciudadano. Estrada fue su director hasta 1989.

El CUCC desarrolló innumerables proyectos: publicaciones, exposiciones, cursos y talleres, ciclos de conferencias, programas de radio y otros. Pero quizá lo más importante es que fue un sitio donde se formó toda una generación de divulgadores que tomaron esta labor como una profesión de tiempo completo. Luis Estrada fue, en este sentido uno de los fundadores de la moderna profesión de comunicador de la ciencia en México. Como me comentara ayer el doctor Antonio Lazcano, de la Facultad de Ciencias de la UNAM, él mismo un entusiasta divulgador: “todos quienes nos dedicamos a la divulgación científica en México le debemos algo a Luis”.

En 1974 Estrada fue el primer mexicano en ganar el Premio Kalinga, otorgado por la UNESCO: el Nobel de la divulgación científica en el mundo (posteriormente lo han recibido otros tres mexicanos, dos de ellos merecidamente: los doctores Jorge Flores Valdés y Julieta Fierro, grandes divulgadores.) Estrada fue también, en 1986, uno de los fundadores de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (Somedicyt), otra de las instituciones que más han hecho para promover la divulgación científica en el país. De 1998 a 2007 fue presidente del Seminario de Cultura Mexicana.

Por desgracia, en 1997 el fallido rector Barnés tomó la pésima decisión de convertir al CUCC en Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC), a partir de una visión de la divulgación científica como una mera herramienta de comunicación y promoción institucional, y no como lo que en realidad es: una labor humanística de difusión de una parte vital de la cultura humana: la cultura científica. Esto ha limitado el desarrollo académico de la institución; muchos discípulos de Estrada seguimos convencidos de que, tarde o temprano, la DGDC tendrá que volver a convertirse en una dependencia académica, no meramente de servicio, como se la considera oficialmente (aunque internamente nunca haya dejado de realizar labores académicas como la enseñanza, la difusión de la cultura y, en cierta medida, la investigación).

Luis Estrada es ampliamente reconocido como uno de los pioneros y decano de la labor de divulgación científica en México y Latinoamérica, y como defensor de la visión profunda, académica y cultural de la también llamada “comunicación pública de la ciencia”. Fue además un ser humano excepcional: cultísimo, noble, creativo y generoso, que trabajó siempre para formar divulgadores profesionales y desarrollar proyectos que promovieran la cultura científica de los mexicanos.

Con su muerte, la comunidad de divulgadores pierde a uno de sus elementos más valiosos, y a un líder que desde la tranquilidad de su despacho –nunca desde el pedestal o la tribuna– fue siempre un mentor que ayudó a orientar el desarrollo de la divulgación científica en México.

Se le extrañará siempre como amigo, y nos hará siempre mucha falta su visión profunda e inteligente.


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Contacto: mbonfil@unam.mx

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2 comentarios:

Antonio dijo...

"En 1974 Estrada fue el primer mexicano en ganar el Premio Kalinga, otorgado por la UNESCO: el Nobel de la divulgación científica en el mundo (posteriormente lo han recibido otros tres mexicanos, dos de ellos merecidamente: los doctores Jorge Flores Valdés y Julieta Fierro, grandes divulgadores.)"

El que lo ganó inmerecidamente ¿Será Drucker?

Un abrazo

Martín Bonfil Olivera dijo...

¡Bingo!