Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 7 de septiembre de 2011

Y es que la imagen popular de la ciencia, la que tiene el ciudadano común, al tiempo que la presenta como producto de inventores o científicos locos, como una labor más bien rara, mecánica, aburrida y difícil (eso sí: nunca creativa –creativos, los artistas–, aunque en realidad un científico siempre tiene que serlo: para generar nuevas hipótesis, experimentos para someterlas a prueba, enfoques para interpretar los resultados…), también la idealiza. Un científico es bueno, sabio y feliz (como Einstein, o como los personajes del programa de TV The big bang theory).
El autor de este blog con John Ziman, Salamanca, España, 2002 |
Y en efecto: no se puede ser pianista o bailarín practicando unas cuantas horas a la semana; hay que hacerlo “24/7”. Y no se puede ser un buen investigador trabajando de 9 a 5. En muchos laboratorios –especialmente en el competitivo ambiente de los Estados Unidos–, es frecuente que las labores se prolonguen hasta altas horas de la noche, e incluyan fines de semana y días festivos (cuando hice mi servicio social y tesis en un instituto de la UNAM, no era raro ver estudiantes de doctorado que iban a trabajar en domingo).
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Alfredo Quiñones (centro) con su equipo |
Puede sonar horrible, pero no es raro. Al parecer, el científico promedio en Estados Unidos trabaja 50 horas a la semana. “La ciencia es una amante cruel”, afirma otro investigador, Pierre Azoulay, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, haciendo referencia al título de la magistral novela de Robert A. Heinlein The moon is a harsh mistress. Y añade: “creo que pocos científicos esperan tener un trabajo de 9 a 5”.
Aunque hay estudios que muestran que este estilo de trabajo rinde frutos –los laboratorios más industriosos son los que producen más artículos científicos (no en balde la palabra “laboratorio” viene de “labor”)–, también tiene un costo. Quiñones acepta no ser un buen padre, y el nivel de estrés y desgaste puede ser un problema para quien no se adapte.

Un equipo “fatigado e infeliz” no puede ser muy creativo, comenta Overbaugh, que suele jugar basquetbol y tenis, ir al bar con amigos, tomar clases de arte y salir en bicicleta o de caminata (“ahí es donde he tenido varias de mis mejores ideas”). Y defiende la necesidad de recuperar la costumbre de “tomar una taza de té y discutir temas científicos”.
No, ser científico no es una vida fácil. Pero para quienes tienen la personalidad correcta, y encuentran un estilo de vida compatible con la ciencia, es también una vida increíblemente satisfactoria. Si no, no estarían ahí.
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