Milenio Diario, 5 de agosto de 2003
Un querido amigo escribió una vez que, para muchos, la ciencia y la tecnología son sólo fuente de amenazas y promesas incumplidas. Amenazas, porque la ciencia y en especial la tecnología son vistas con recelo y hasta temor por gran parte de la población. La amenaza nuclear, las armas químicas, la contaminación del ambiente y la destrucción de la capa de ozono son ejemplos bien conocidos. Y sin embargo, muchas veces se pierde de vista que es precisamente gracias a la ciencia y la tecnología que podemos darnos cuenta de que existen estas amenazas, y que sólo utilizándolas podremos encontrarles solución.
En cuanto a las promesas sin cumplir, la lista es también larga: no sólo no hubo coches voladores en el año 2000 (como muchos de mi generación creíamos en nuestra niñez): ni siquiera se ha podido hallar una vacuna contra el sida, a 20 años del inicio de la pandemia. Mucho menos una cura contra el cáncer y ni siquiera contra el resfriado común.
Una desilusión reciente fue dada a conocer recientemente en los medios. Tiene que ver con la última moda tecnológica: la nanotecnología, que tiene como objetivo fabricar máquinas submicroscópicas, del tamaño de unos cuantos átomos (las distancias entre átomos se miden en nanómetros, millonésimas de milímetro; de ahí el nombre). Se supone, y así se muestra ya en películas de ciencia ficción, que estas nanomáquinas serán capaces de reparar los daños en el cuerpo humano, eliminar desechos transformándolos en sustancias inocuas o útiles, permitir la fabricación de computadoras mucho más potentes y pequeñas que las actuales, y en general revolucionar toda nuestra forma de vida.
Lo curioso es que nada de esto ha sucedido. He aquí algunos de los logros más sorprendentes que la nanotecnología ha logrado hasta el momento (hay que aclarar que se trata de logros que ya están a disposición del público, no de promesas que aún están a nivel de investigación). Entre ellas econtramos (prepárese para la sorpresa) ¡pantalones que no se arrugan y resisten manchas! (gracias a un recubrimiento especial que crea una capa protectora alrededor de las fibras de algodón); ¡pelotas de tenis que duran el doble! (porque un recubrimiento de nanopartículas evita que pierdan la presión de aire interior), y ¡cremas protectoras contra las quemaduras solares que son transparentes, y no blancuzcas como los protectores tradicionales! (debido a que la sustancia protectora que contienen, el óxido de cinc, que normalmente es blanco, se vuelve invisible cuando se administra en partículas de tamaño “nano”). ¿No es maravilloso? (Comentario sarcástico de este autor).
Lo gracioso es que hay quienes se alarman porque creen que la nanotecnología es parte de una conspiración para dominar el mundo, y además puede salirse de control y acabar con la raza humana, como ya se ha comentado en este espacio.
Pero no todo son chascos en la tecnología moderna: un equipo de científicos suizos y españoles está desarrollando un interesante mecanismo que quizá un día permita controlar una silla de ruedas utilizando sólo la mente. Esto podría ser de gran utilidad para individuos que estén totalmente paralizados debido a algún accidente o enfermedad.
El sistema se basa en un principio bien conocido: el cerebro produce ondas electromagnéticas como resultado de la transmisión de impulsos eléctricos entre las neuronas. Estas ondas, aunque son débiles, pueden captarse colocando electrodos en el cuero cabelludo (es el principio que se usa para realizar un electroencefalograma).
Pues bien: gracias a que se han identificado con bastante precisión las áreas cerebrales que se activan cuando se intenta realizar ciertos movimientos, estos científicos-tecnólogos han desarrollado un pequeño casquete que se coloca sobre la cabeza del sujeto, quien entonces “piensa” como lo haría para, por ejemplo, mover un brazo. El casquete recoge las ondas generadas por la zona correspondiente del cerebro y transmite la información –en forma inalámbrica- a una computadora en la silla. Ésta a su vez la traduce en órdenes como avanzar, detenerse, o girar a la izquierda o derecha.
En realidad, el sistema todavía se ha usado sólo para controlar un pequeño robot motorizado, pero los resultados con muy esperanzadores: con sólo dos días de entrenamiento, los sujetos de prueba lograron controlar los movimientos del robot casi tan bien como si usaran las manos. Por cierto, el robot, y seguramente la silla de ruedas, cuando se construya, tiene incorporado un sistema “inteligente” que evita las colisiones, lo cual facilita aún más el manejo mental.
Quizá un día no sólo los paralíticos, sino cualquiera de nosotros pueda manejar todo tipo de aparatos directamente con el cerebro (¿o es con la mente..? En estas cuestiones los términos de pronto se vuelven confusos). Me imagino lo que se sentirá marcar un teléfono con sólo pensarlo, o incluso escribir un texto como éste directamente en la mente, y ver cómo la computadora lo traduce a letras.
En lo personal, creo que veremos las sillas de ruedas con control mental más pronto que las maravillas nanotecnológicas. De cualquier modo, todo esto sólo demuestra que en ciencia y tecnología, como el la viña del señor, puede hallarse de todo.
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