Milenio Diario, 26 de agosto de 2003
Vivimos tiempos interesantes. No porque nos haya caído la famosa maldición china, sino por la resonancia que comienzan a tener los avances científicos en la vida social. Un caso son los enfrentamientos entre las agendas de las instituciones científicas y entidades como la Iglesia Católica o las organizaciones no gubernamentales que se oponen a ciertas agendas o proyectos científicos particulares.
La semana pasada, en estas páginas, se publicó la noticia de que en la UNAM (que, mal que les pese a sus detractores, y como muestra la noticia, sigue siendo la máxima casa de estudios de nuestro país) se inauguró una nueva Licenciatura en Ciencias Genómicas. Es un paso importantísimo en el desarrollo de esta polémica área de estudio, que ha sido criticada por diversos sectores, muy notoriamente la jerarquía católica.
El 10 de septiembre del año pasado, por ejemplo, varios periódicos nacionales publicaron las declaraciones de Jorge Palencia, encargado de la Comisión Pastoral de la Salud de la Arquidiócesis de México, la cual, junto con la Asociación de Médicos Católicos, estaba en contra de la creación del Instituto Nacional de Medicina Genómica, uno de los proyectos científicos mexicanos más interesantes de los últimos años.
Las razones detrás de este extraño rechazo (extraño porque ambas instituciones aceptan las posibilidades de la medicina genómica en la solución de enfermedades como las cardiacas, cerebrales, diabetes y cáncer, entre otras) son más que nada dogmáticas. Se piensa, a pesar de las explícitas declaraciones de las autoridades responsables, que el proyecto del Instituto de Medicina Genómica tiene en realidad la intención de clonar embriones humanos para experimentar con ellos. “Se pretende considerar como un producto al ser humano, que violentamente estará cautivo en laboratorios, convertidos en campos de concentración y exterminio”, llegaron a declarar los opositores al proyecto, que por lo visto tienen gran propensión al drama.
La cuestión ha sido tratada con gran sensatez por el gobierno y la comunidad científica mexicana, dejando claro que no existen tales pretensiones. Lo que sí se pretende es fomentar en México el desarrollo de un área de investigación de vanguardia cuyas aplicaciones serán importantísimas, y que está avanzando con gran velocidad en todo el mundo.
¿Qué son las ciencias genómicas? La información genética está almacenada en los genes, que se encuentran en el núcleo de nuestras células y controlan sus funciones. Al total de los genes de una especie se le llama su genoma. A partir del desarrollo de la genética molecular a mediados del XX, los genetistas han ido averiguando más y más sobre los genes y su manera de funcionar. También han aprendido a manipularlos de modo muy preciso, lo que dio origen a la ingeniería genética (la capacidad de injertar genes de una especie en otra, con el fin de estudiarla o de otorgarle capacidades que antes no poseía, por ejemplo para obtener insulina humana a partir de bacterias). Pronto será posible la terapia génica, en la que se “reparan” genes defectuosos.
Pero los genes no actúan solos: interactúan unos con otros. En la última década, gracias al desarrollo de técnicas que permiten leer el texto completo del genoma de los organismos (su “secuencia” de letras), del estudio de genes individuales se ha pasado al de genomas completos: de la genética a la genómica. Las promesas son muchas: desde controlar enfermedades con base genética hasta modificar la constitución genética de los individuos (cosa que ya se ha logrado con animales).
Y es precisamente contra la manipulación genética de seres humanos que se manifiesta la iglesia católica, no contra los usos médicos. Sin embargo, la iglesia asume (injustificadamente) que “estos proyectos científicos son muchas veces disfrazados como políticas públicas de salud”, como afirmó la Asociación de Médicos Católicos, añadiendo que “el resultado inmediato de estos proyectos científicos no son los tejidos y órganos... sino la producción de embriones humanos”.
El debate sobre la pertinencia o no de aplicar las poderosas herramientas de la medicina genómica a seres humanos es importante y urgente. Pero es indudable la obligación de buscar la manera de que los posibles beneficios derivados de esta disciplina se vuelvan realidad lo más pronto posible y ayuden al mayor número de personas.
El otro debate, el de si es o no inmoral la clonación o la experimentación en embriones humanos (que no son de ninguna manera indispensables para el desarrollo de la medicina genómica), es también urgente. La postura católica (el embrión, desde el momento de su concepción, es un ser humano con todos sus derechos), es cuestionable desde un punto de vista biológico que no acepta la existencia de un alma inmaterial.
De lo que no hay duda es que México no puede perder la oportunidad de desarrollar la medicina genómica ahora que está en sus inicios. No con la calidad de expertos con que ahora contamos, comparables con los de cualquier país de primer mundo, y no ahora que en la UNAM se han dado las condiciones para iniciar la formación de recursos humanos que alimentarán el desarrollo de esta área. Por todo ello, bienvenido el debate racional y bien fundamentado, y bienvenida la nueva Licenciatura en Ciencias Genómicas.
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