martes, 2 de septiembre de 2003

Marte y la desilusión mediática

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 2 de septiembre de 2003

Cualquiera diría que los medios de comunicación en México estaban suficientemente avanzados como para que esto no sucediera, pero el pasado martes 26 de agosto pudimos ver la triste realidad. Hicimos el ridículo; me pregunto qué pensaría un periodista extranjero que hubiera visto los titulares de ese día.

No; no me estoy refiriendo a Lucerito, sino al titular que, por el acercamiento de Marte, apareció en el diario Crónica ¡en primera plana! “Nacerán bebés agresivos al acercarse Marte esta noche”, rezaba el texto, y añadía: “Las niñas serán sensibles y ordenadas; los niños tendrán toda la pinta para ser unos sátiros como Napoleón, según una astróloga”.

¿La astrología en primera plana? Así es, créalo o no. Pero eso es sólo el principio. En la página 31, en la sección de ciencias (sí; ¡de ciencias!) el encabezado era el mismo: “Serán agresivos bebés que nazcan durante el acercamiento de Marte”. Se añadía que una tal Aura Alvarado, presentada como “una de las astrólogas más respetadas de México” (por quienes respetan a los astrólogos, supongo), recomendaba que las embarazadas “deben atarse un listón rojo con siete llaves de bronce en su vientre, pues éstas simbolizan los siete días de la semana y el metal protegerá la energía negativa” (si usted puede, disparates aparte, hallar alguna lógica en la frase anterior, por favor explíqueme).

El reportaje también presenta las declaraciones de dos astrónomos, José de la Herrán (quien recién recibió el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia) y Julieta Fierro. Ambos hacen interesantes comentarios sobre el acercamiento de Marte (de la Herrán incluso comenta que “muchas veces los astrólogos se aprovechan de estos fenómenos y algunos van mucho más allá al asegurar el advenimiento del fin del mundo, pero eso es pura fantasía”). Quizá las autoras del reportaje incluyeron las opiniones de estos dos expertos en un esfuerzo por dar una visión balanceada. Como tengo el privilegio de ser amigo de de la Herrán y de Julieta, les pregunté si les habían advertido que se presentaría como nota principal las disparatadas opiniones de los astrólogos. Ambos lo ignoraban; de haberlo sabido, estoy seguro que habrían sido más enfáticos en negar la validez de tales ideas.

Un lector sensato podría preguntar cuál es el problema. ¿Por qué rasgarse las vestiduras? Hay varias razones. En primer lugar, la astrología podrá ser muy interesante, muy antigua, tener muchos partidarios y generar un respetable ingreso para quienes cobran por ejercerla. Pero no es una ciencia.

No puede serlo porque parte de supuestos no científicos, como el de que los astros ejercen alguna influencia “espiritual” sobre nuestros destinos. Mezcla la simbología de los antiguos dioses griegos, en cuyo honor se nombraron planetas y constelaciones, con la supuesta influencia de éstos sobre nuestras vidas (Marte, por ejemplo, era el dios de la guerra, lo que explica su influencia en el carácter de los bebés).

Otra razón es que este tipo de explicaciones sirve para todo (o lo que es lo mismo, no explican nada; son un fraude). Otro astrólogo, entrevistado en la radio (en todas partes se cuecen habas), declaró que “evidentemente” el acercamiento de Marte ¡había causado el apagón del jueves 21 en Nueva York! La “explicación” era que Marte representa la energía, y el apagón había sido causado por una sobrecarga eléctrica, un exceso de energía. Como se ve, la lógica de las explicaciones astrológicas no es precisamente rigurosa.

Si nos olvidamos de factores místicos, quizá la cercanía de Marte podría tener alguna influencia en las vidas de quienes habitamos en la tierra debido a su gravedad. Después de todo, la luna ocasiona mareas dos veces al día. Pero no: si se hacen los cálculos (que agradezco a Sergio de Régules, compañero columnista de Milenio, cuya habilidad en tales menesteres supera con mucho la mía), se descubre que la fuerza que ejerció el planeta rojo sobre una persona promedio era equivalente a una diezmilésima de un gramo (la que ejerce un automóvil a un metro de distancia es cinco veces mayor, y nadie se preocupa de que la gravedad de un coche altere nuestro destino).

Entrevistar astrólogos en la sección de ciencia de un diario es otorgarles una credibilidad que están lejos de merecer. Es demostrar (como lo hizo otro locutor de radio) que hay periodistas incapaces de reconocer la diferencia entre astrología y astronomía. Es confundir fuentes confiables con charlatanería; darle al lector gato por liebre. Nadie se opone a que los astrólogos tengan su espacio (aunque hay formas más útiles de perder el tiempo), pero ese espacio no puede ser uno de los pocos que está reservado para la ciencia.

La triste experiencia de la semana pasada demuestra varias cosas: que el pensamiento científico no sólo se difunde poco, sino que pierde terreno frente a supercherías. Que hay periodistas que cubren la fuente de ciencia sin contar con una elemental cultura científica. Y que los divulgadores científicos tenemos que esforzarnos más, mucho más.

Mientras lo hacemos, si quiere, disfrute usted leyendo su horóscopo, pero por favor, ¡no se lo crea!

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