Milenio Diario
11 de octubre de 2006
Los tres premios Nobel de ciencias naturales (y el de economía) de este año han sido para estadunidenses. Y los dos que tienen que ver con biología son por trabajos con el ácido ribonucleico o ARN, la molécula genética que muchas veces se considera como el hermano feo del famoso y fotogénico ADN.
El premio de fisiología o medicina, comentado aquí, se otorgó por el descubrimiento de la “interferencia de ARN”, que permite bloquear la expresión de genes individuales. El de química lo ganó Roger Kornberg, por haber permitido entender con detalle precisamente cómo es que se fabrican las moléculas de ARN mensajero que llevan la información del ADN, en el núcleo celular, a los sitios donde se fabrican las proteínas. Curiosamente, el fenómeno celular que ganó el Nobel de medicina se contrapone al que ganó el de química.
Otra curiosidad es que el padre de Roger, Arthur Kornberg, ganó en 1959 el mismo premio por haber descifrado el mecanismo de la replicación del ADN, que permite copiar la información genética de padres a hijos: se convierten así en la sexta pareja padre-hijo con premios Nobel.
La fabricación de una molécula de ARN mensajero a partir del ADN nuclear se conoce como “transcripción”, y es un fenómeno central para la vida. Ciertos venenos que interfieren con él causan la muerte inevitable. Pero el trabajo de Kornberg hijo no sólo tiene importancia como ciencia básica que permite entender un fenómeno biológico fundamental: sus posibles aplicaciones médicas son muy prometedoras.
Y es que la transcripción es el principal mecanismo por el que una célula controla qué parte de la información genética se expresa (o no). Aunque todas las células de nuestro cuerpo tienen la misma información, la transcripción selectiva de ciertos genes hace que una célula nerviosa haga lo que debe hacer (por ejemplo, fabricar neurotransmisores) y no se confunda con una célula productora de insulina del páncreas. Una de las principales promesas médicas de este siglo, la terapia con células madre, dependerá de que logremos controlar la transcripción para obtener células del tipo que necesitamos.
Gracias a las técnicas desarrolladas por Kornberg hoy sabemos exactamente cómo funciona la maquinaria celular que controla la transcripción. Quizá pronto logremos manipularla. La promesa, sin duda, bien vale un Nobel, y todo queda en familia.
mbonfil@servidor.unam.mx
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