28 de febrero de 2007
La nota publicada en MILENIO Diario la semana pasada, sobre el peligro que corre la riqueza biológica (especialmente la Microbiológica) en el Valle de Cuatro Ciénegas, en el desierto de Coahuila, es ejemplo de un tipo de conflictos por desgracia cada vez más comunes: los que confrontan intereses económicos y conservación ambiental.
En Cuatro Ciénegas, aparte de una riqueza de más de 70 especies endémicas (exclusivas del lugar), lo que está amenazado son las formaciones biogeológicas conocidas como estromatolitos: estructuras formadas por capas sucesivas de bacterias y depósitos minerales, que se hallan en las pozas de Cuatro Ciénegas desde hace unos 200 millones de años.
Su importancia radica en que son reliquias vivas del pasado de la vida, y pueden proporcionar importantes pistas para entender no sólo su origen, sino su futuro. El estudio de la riqueza de bacterias como éstas nos puede ayudar a entender mejor su papel en la regulación de los gases atmosféricos, entre ellos los gases de invernadero.
Cuatro Ciénegas está amenazado por la excesiva extracción de agua para sembrar alfalfa en parajes cercanos, promovida por compañías lecheras. Afortunadamente, al parecer se acaba de aprobar una veda a la extracción y el retiro de las compañías... ¡bien por los defensores de la riqueza biológica!
Por cierto, la ganadería también afecta el ambiente mediante la liberación de gases de invernadero: se calcula que una vaca libera diariamente 50 litros de metano.
¡Mira!
Dice ayer Carlos Mota en su columna que “Greenpeace atenta contra México” al oponerse a la siembra de vegetales transgénicos (todos los vegetales de cultivo han sido “mejorados genéticamente”, mediante técnicas tradicionales).
Quizá tenga razón, pero las cosas no son blancas o negras. Sin defender las posiciones exageradas o mentirosas que maneja Greenpeace, lo cierto es que la siembra de maíz transgénico en nuestro país es un asunto complejo, con varios riesgos. Algunos a la salud, pues no se ha comprobado su inocuidad; pero otros, gravísimos, a la biodiversidad. Es un hecho que las secuencias transgénicas contaminan los maíces criollos, únicos de nuestro país. Igual que en Cuatro Ciénegas, los intereses económicos —y alimentarios— no deben ser el único criterio para tomar decisiones que afectan al ambiente, a nuestra riqueza biológica y a futuras generaciones.
comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx