Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 18 de julio de 2007
Si yo, querido lector, lo invitara a cenar a mi casa y al abrirle la puerta le pidiera que no se robara nada, usted se molestaría: los demás invitados pensarían que ya me ha robado. El comentario implica veladamente, si no una acusación, al menos una sospecha.
Cuando leo en Milenio Diario (11 de julio) que “La esposa de Calderón insta a poner la ciencia ‘al servicio de la vida’”, me siento con derecho a indignarme. ¿Pensará que está en contra de la vida?
Margarita Zavala visitó las instalaciones del Instituto Nacional de Medicina Genómica, donde trabajan especialistas de excelencia formados con rigor para servir a la nación realizando investigación en genómica, proteómica y otras ramas de frontera que prometen revolucionar el cuidado de la salud.
En su visita, Zavala exhortó a los investigadores a efectuar “investigaciones honestas y responsables, cuyo sujeto sea la persona humana”. Y añadió que la ciencia y la tecnología “siempre fueron instrumentos al servicio de la vida”. ¿Insinúa la señora que las ciencias genómicas no están al servicio de la vida, o que las investigaciones del INMEGEN no son honestas?
En realidad, el mensaje oculto de Zavala hace referencia a esa tramposa “cultura de la vida” que el Vaticano esgrime para negar el derecho a disponer del propio cuerpo (anticoncepción, aborto, eutanasia, clonación, investigación con células madre…). No me extraña, en estos tiempos panistas en que la iglesia católica se descara y va por todo contra el estado laico. En su búsqueda de poder, los jerarcas eclesiásticos dicen combatir un jacobinismo decimonónico… ¡para regresar a un estado confesional del siglo XVII, anterior a las leyes de reforma!
Mientras, un obispo afirma cínicamente (17 de junio) que “En México hubo manoseos, no violaciones”, y la Conferencia del Episcopado Mexicano inaugura el Congreso Nacional de Exorcistas. Al parecer, a la iglesia le resulta más fácil creer en demonios y espíritus que en el bien documentado abuso sexual a menores.
En medio de todo ello, insinuar que la investigación biomédica pueda no estar al servicio de la vida es pura mala voluntad.
¡Mira!
Quizá el mejor antídoto contra la ambición eclesiástica sea leer La puta de Babilonia (Planeta, 2007), erudita diatriba del espléndido novelista colombiano Fernando Vallejo. Lectura esclarecedora, necesaria y divertida.
1 comentario:
¡Y vaya que es indignante ese tipo de aseveraciones! Pero son tan comunes, que el mismo director de CONACYT constantemente exhorta a la comunidad científica a "hacer investigaciones prácticas y útiles a la sociedad", insistiendo en que la vinculación con el sector productivo empresarial es la única vía de desarrollo que tenemos (y veladamente implicando que la ciencia básica está bien para entreterse un poco, pero que no hay que tomarsela tan en serio).
Publicar un comentario