Martín Bonfil Olivera
publicado en Milenio Diario, 19 de septiembre de 2007
El futuro de la tecnología parece estar irremediablemente ligado a la biología.
Hasta hace poco, eran los aparatos mecánicos y electrónicos, diseñados por ingenieros, los que auxiliaban a los sistemas biológicos: prótesis o sillas de ruedas para minusválidos; dispositivos biomecánicos para personas con daño en la médula espinal; exoesqueletos robóticos que aumentan la fuerza de un individuo mediante motores y poleas. Hasta hoy todos los robots se mueven mediante motores, cada vez más precisos, eficientes y pequeños. Pero un artículo publicado el 7 de septiembre en la revista Science permite intuir en un futuro el nacimiento de la biorrobótica.
Kevin Parker y sus colegas, de la Universidad de Harvard, describen el desarrollo de capas delgadas (películas) de células musculares de corazón de rata cultivadas sobre un material flexible llamado siloxano. Las células se aíslan, se “siembran” sobre el material, en un medio nutritivo, y se cultivan durante 4 a 6 días a 37 grados.
Cuando las células han formado una capa plana y se han conectado entre sí, como en el tejido cardiaco, la película se puede recortar, para darle formas diversas: tiras alargadas, triángulos, o formas ligeramente más complejas.
Lo interesante es que cuando se estimula eléctricamente a las células, éstas se contraen en forma sincronizada. Así, una tira larga puede enrollarse y formar un tubo en espiral; otra, en forma de serpentina, puede apretarse, lo cual permitiría aplicarla para formar conductos que muevan líquidos en su interior, en forma similar a las contracciones peristálticas que mueven el alimento dentro del intestino. Y una tira puntiaguda, con forma de hoja, se arquea hasta que sus extremos se tocan, formando el prototipo de unas pinzas sencillas.
Se diseñaron también artefactos sencillos, de unos cuantos milíme-tros, que pueden desplazarse: una tira enrollada en forma de clip que extiende un “pie” para impulsarse en una superficie, y un triángulo que puede “nadar” al contraer y extender sus puntas.
La técnica es aún primitiva, pero ¿quién sabe? Quizá con el tiempo se aprenda cómo mantener vivas y alimentar continuamente a películas musculares de este tipo para fabricar robots biomecánicos, que harán realidad las predicciones de los escritores de ciencia ficción.
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