miércoles, 19 de diciembre de 2007

La función del cerebro

por Martín Bonfil Olivera
publicado en Milenio Diario, 12 de diciembre de 2007


Si, como parece, el XXI será el siglo del cerebro, no sorprende que día con día se publiquen noticias que muestran cómo vamos descubriendo más y más detalles de su funcionamiento íntimo.

No sorprende, pero sí asombra, por la cantidad de hallazgos inesperados que nos muestran cómo ésta, la estructura más elaborada que existe en el universo, ha evolucionado para poder realizar las hazañas de procesamiento de información que percibimos como nuestra realidad y nuestro “yo” o conciencia.

Dos ejemplos recientes. Uno, la investigación realizada por el grupo de Ko Kobayakawa, de la Universidad de Tokio, y publicado en la revista Nature, que muestra que el olfato de los mamíferos funciona a través de un “mapa” en el que pueden distinguirse regiones dedicadas a distintos usos.

El bulbo olfatorio, en la parte baja del cerebro, concentra las señales provenientes de las neuronas del epitelio olfatorio, localizado en el interior de la nariz. Cada neurona olfatoria tiene receptores que detectan un tipo de sustancia que flota en el aire. Al encajar la molécula en el receptor adecuado, como una llave en su cerradura, la neurona envía un mensaje al bulbo olfatorio, y éste al cerebro, que finalmente produce la sensación de olor.

El artículo llegó a las noticias (MILENIO Diario, 14 de diciembre) porque los ratones a los que se les inactivó cierta zona del bulbo olfatorio perdieron el miedo ante el olor de depredadores (la foto mostraba a un ratoncito jugando amigablemente con un gato). Pero los ratones todavía podían aprender a temerle al gato, si se les entrenaba para ello. La verdadera importancia del estudio es que mostró que una zona del bulbo olfatorio permite que ciertos olores provoquen una respuesta innata de rechazo, mientras que otra puede detectar el mismo olor sin provocar tal respuesta, y puede servir para aprender respuestas nuevas.

Por su parte, Morten Kringelbach, de la Universidad de Oxford, reportó en un congreso datos preliminares que muestran que ciertas ondas cerebrales están asociadas directamente con la sensación subjetiva de dolor. Si se confirma, el hallazgo sería utilísimo para detectar cuándo un paciente sufre dolor, incluso aunque no pueda expresarlo, y para ayudar a combatirlo en quienes sufren dolores crónicos.

¿Qué nuevos detalles aprenderemos de cómo funcionan nuestros sentidos y las respuestas cerebrales que provocan?

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