por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 13 de febrero de 2008
Un 12 de febrero, hace 199 años, Susannah Wedgwood y su esposo, el doctor Robert Darwin, vecinos de Shrewsbury, Inglaterra, recibieron a su quinto hijo, Charles.
Ayer, en muchas partes del mundo, tal evento se conmemoró como el Día de Darwin. Y se espera que en el 2009 los festejos sean a nivel mundial, pues este ilustre biólogo cumplirá 200 años de nacido. Ese mismo año su obra esencial, Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la supervivencia de las razas favorecidas en la lucha por la vida, cumplirá 150 años de haberse publicado.
En algunos lugares se organizan cada año eventos de lo más diverso para conmemorar el día: conferencias, ferias de ciencia, obras de teatro, exposiciones, protestas… (contra la introducción de ideas creacionistas en las clases de biología, como ha ocurrido en algunas partes de Estados Unidos).
En otros sitios, como México, el día pasa casi inadvertido. Tal vez por suerte, porque el hecho de que no necesitemos promover especialmente las ideas de Darwin muestra que en nuestro país no hay necesidad de luchar contra la competencia desleal del creacionismo (que se presenta falsamente como teoría científica, cuando es en realidad una creencia religiosa).
En cualquier caso, y sin soñar que se convierta en un día festivo oficial (como sí ocurre en Des Moines, Iowa, y quizá próximamente en Inglaterra y Australia), sería bonito que el día de Darwin se celebrara en México.
¿Por qué? Porque la teoría darwiniana es la columna vertebral que da sentido a toda la biología. Porque el concepto central de esa teoría, la selección natural, ha sido calificado como la idea más poderosa jamás concebida. Y porque sus aplicaciones fuera de la biología están revolucionando la ciencia, la industria y la vida diaria.
Darwin descubrió cómo, a partir la variabilidad y la herencia imperfecta de los sistemas biológicos, pueden surgir, sin necesidad de un diseñador, sino sólo como efecto de la “selección” que el ambiente ejerce sobre los organismos, todas la maravillosas adaptaciones del mundo viviente. Hoy la selección darwiniana se usa en computación, la industria farmacéutica, en economía y un sinfín de campos para extraer diseño del azar.
Pero quizá la mejor razón para celebrar a Darwin es que nos mostró que no hay necesidad de magia para que exista la belleza en el mundo. Por eso, ¡feliz Día de Darwin!
1 comentario:
que tal Martín
me gusto mucho la comparación que hiciste en Imagen de la evolución de las tiendas de la esquina a tiendas de "conveniencia" creo que es una manera muy clara de ejemplificar la evolución
un saludo
mario mora
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