Publicado en Milenio Diario, 27 de febrero de 2008
Siguiendo al maestro José de la Colina (20 de febrero), espero que nuestro director Carlos Marín no me corra por decir esto, pero me parece que quienes se oponen a la “Ley antitabaco” olvidan algo fundamental.
Arguyen que prohibir que se fume en espacios públicos es vulnerar un derecho de los fumadores: el de meterse la sustancia que se les venga en gana a los pulmones, con las consecuencias que esto tenga.
Puede que tengan razón. El café y el alcohol, por ejemplo, son drogas que pueden causar daño y no están reguladas. Pero otras, como la mariguana —que también se fuma— o la cocaína, están prohibidas. Y nadie se rasga las vestiduras por ello (bueno, casi nadie...).
Pero el punto no es ése: es que está comprobado, por medio de estudios clínicos rigurosos, que fumar aumenta de forma importante la probabilidad de padecer enfisema y cáncer de pulmón (junto con otros males, menos publicitados), enfermedades que causan anualmente miles de muertes. Ninguna de las otras drogas mencionadas perjudica de manera tan clara y directa la salud.
Además, el humo del tabaco se difunde alrededor del fumador, afectando a quienes lo rodean. Por ello, el “derecho a fumar” se contrapone directamente al derecho a no fumar de los demás. Esto tampoco ocurre con las otras drogas mencionadas, excepto la mariguana (podrá decirse que un borracho perjudica a los demás al conducir ebrio y causar un accidente, pero se trata de un efecto indirecto).
Así que fumar es dañino, y no sólo perjudica al fumador, sino a quien esté cerca. Éstos son hechos.
Lo que se les olvida a quienes adoptan la línea de “discriminación al fumador” para defender su vicio (o su gusto) es que las medidas contra el tabaquismo no están dirigidas a discriminar a una minoría de adictos: están encaminadas a disminuir su número. Lo que se busca es que haya cada día menos fumadores o que los que haya fumen cada vez menos. De modo que no: no se trata de discriminarlos, sino de ayudarlos a cambiar. Las razones son claras.
Una sociedad tiene derecho a combatir todo lo que la daña, sean hábitos, adicciones o enfermedades. Uno puede quejarse porque lo obliguen a vacunarse, a usar cinturón de seguridad, a no conducir tomado o a no fumar. Pero tratar de justificar tal oposición con argumentos es forzar las cosas. ¡Sólo espero que los fumadores no clamen, ahora, que se está planeando un genocidio contra ellos!
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3 comentarios:
Antes de nada, decir que soy anti-tabaco pero esta vez me toca actuar como abogado del diablo.
Estoy de acuerdo con lo que dices peeeeeeero, cuál es el límite?
Por esa misma regla de tres yo podría quejarme de la gente que utiliza coches (la contaminación de los coches provoca tres veces más víctimas que los accidentes) o de los que tienen vacas (que por muy gracioso que parezca una vaca lechera europea emite cada día tantos gases nocivos como un coche).
Está claro que los que no queremos que los fumadores nos obliguen a respirar el humo de sus cigarrillos estamos en nuestro derecho de quejarnos, el problema es la forma en hacer prevalecer ese derecho, sobre todo, en esta sociedad tan hipócrita.
La gente no muere de cáncer sólo por el humo de los cigarrillos.
... y el uso de los coches también está reglamentado y también creo que debemos desalentar su uso y promover mucho más el transporte colectivo porque contamina menos y dejar el auto particular para los casos en los que el transporte colectivo no aplique (por cierto, el que la vaca lechera europea, misma que nosotros -ni nadie- no creamos ni diseñamos, emita tantos gases nocivos como un coche ¿nos autoriza a crear una máquina que lo haga?)
¿El hecho de que el cigarro no sea la única ni la más significativa, causa del cáncer nos autoriza para hacernos de la vista gorda por las consecuencias del mismo?
En cuanto al límite, pues para eso acordamos vivir en un (imperfectísimo :P) sistema democrático, en donde es la mayoría quien acuerda que cosas nos vamos a permitir y cuales no. Pero aún así pasando de lo genérico a lo más concreto el límite en este momento es que la minoría que fuma no afecte con sus acciones a la mayoría que no. Yo no tengo problemas con que fumen cigarros que no huelan y no afecten la salud de los que están cerca.
claro que, si de hacer el bien y mejorar la salud de la población hablamos, sería mucho más conveniente hacer leyes reguladoras del alimento en este país lleno de obesos y donde la principal causa de defunción es la diabetes tipo II... y no prohibir fumar a la gente en una ciudad donde un no fumador, como yo, se echa aproximadamente 10 cajetillas nomás por respirar... ¿existen estadísticas de qué tanto se ha reducido el consumo de cigarrillos en países con esta ley antitabaco? Probablemente sería bueno consultar también las estadísticas del gran estadista y padre de la genética de poblaciones, Ronald Fisher, donde encuentra correlaciones mas no causalidad entre fumar y sus supuestos males (claro que además de genio era un super fumador y murió de cáncer).
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