Publicado en Milenio Diario, 29 de octubre de 2008
Desde hace más de 10 años, se lleva a cabo en todo el país —y otras naciones— la Semana Nacional de Ciencia y Tecnología. La auspician el Conacyt, los Consejos Estatales de Ciencia y Tecnología, diversas universidades e instituciones educativas, empresas y todo tipo de agrupaciones y personas interesadas en promover la cultura científica en nuestro país.
De hecho, la “semana” ha rebasado sus límites oficiales, y se ha convertido en muchos lados en un mes completo dedicado a la ciencia y la técnica, con todo tipo de actividades: conferencias, “tianguis de ciencia” con experimentos, exposiciones, cursos, talleres, concursos y hasta conciertos, rallys y maratones científicos.
Este año tuve el privilegio de ser invitado a Pachuca, Colima, Xalapa y Oaxaca, a ofrecer cursos y conferencias. Pude así atestiguar el entusiasmo con el que la gente en todos lados ofrece lo mejor de su talento para lograr que el ciudadano común, y especialmente los niños, puedan descubrir lo fascinante, placentera e importante que puede ser la ciencia, así como para formar más y mejores comunicadores de la ciencia.
¿Por qué este afán divulgador? ¿Qué justifica la labor evangelizadora de los comunicadores de la ciencia? ¿Se justifica gastar dinero público en esta labor?
La respuesta tiene que ver no sólo con el valor intrínseco de la ciencia y la tecnología, como manifestaciones de la cultura humana —cultura que merece ser difundida—. Se relaciona también con su tremenda importancia práctica. Los productos de la tecnología, derivados del conocimiento científico (comunicaciones, computadoras, vacunas, transporte, energía…) cambian cada vez más profundamente nuestro estilo y nivel de vida.
Además, el conocimiento científico nos da una visión confiable y realista del mundo que nos rodea, y de nuestro lugar en él. Y finalmente, una cultura científica básica resulta indispensable para que un ciudadano pueda asumir su responsabilidad en las decisiones relacionadas con temas científicos y técnicos (clonación, células madre, eutanasia, aborto, cultivos transgénicos, energía nuclear…).
Vale la pena invertir en divulgar el conocimiento y el pensamiento científico: puede redundar, a largo plazo, en un país más próspero y democrático. Por todo eso, ¡larga vida a la Semana de Ciencia y Tecnología!
4 comentarios:
Martín, me sorprende que exista esa semana en el calendario y en la agenda de este gobierno. No te entusiasmes tanto (como diría Larry David), ya verás como nuestros brillantes políticos, en breve, recortarán fondos para que sea “El día de la ciencia”.
No, insisto en mi optimismo, por una vez, querido Rodrigo: ya ves, el gobierno (Conacyt) propone una semana, y la gente la crece a un mes! No todo es negativo, aunque lo parezca...
Un abrazo Emo
martín
Hola Martín, me entero por tu columna que estuviste en Xalapa y lamento no haberme enterado antes para poder asistir al breve curso que impartiste.
Pero lamento aún más que ningún centro de investigación Conacyt no tenga destinado ni un mínimo porcentaje de presupuesto para difundir lo que se realiza dentro de ellos. ¡Cómo vamos a convencer al resto de los funcionarios -diputados, poder ejecutivo- que la ciencia requiere de mayores recursos si nisiquiera los funcionaros "tecnocientíficos" del Conacyt han reparado en este detalle de dotar de personal permanente que realice estas actividades de extensión! La semana anual de la ciencia (o el mes completo si gustas) no basta, hoy más que nunca hay una sociedad que reclama información sobre diversos temas y los medios de comunicación suelen brindar mal esta información, aunque paulatinamente van surgiendo cambios al interior de los medios, los centros de investigación requieren tender puentes directos con la sociedad y la semana nacional de la ciencia la sostiene más otra gente que la inversión y el entusiasmo propio de Conacyt. ¿No crees?
Saludos boscosos desde la ciudad de la neblina
Dóc su libro esta mas que descatalogado ¿habra reimpresión? ó ¿alguna forma de conseguirlo?
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