miércoles, 11 de febrero de 2009

¡Un brindis por Darwin!

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 11 de febrero de 2009

Mañana es el gran día. Celebraremos que hace 200 años nació Charles Robert Darwin. Cincuenta años más tarde publicaría Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia, libro que convirtió a la biología en una ciencia hecha y derecha, al proporcionar el espinazo conceptual que da sostén y sentido a la totalidad del conocimiento biológico.

Celebramos al hombre, pero se debe celebrar también la idea (que tuvo también otro hombre, Alfred Russell Wallace, quien lamentablemente no recibirá homenajes: la historia sólo recuerda primeros lugares, no segundos).

La gran idea de Darwin —la selección natural como mecanismo que permite que las especies cambien, adaptándose a su ambiente— ha resultado, en estos 150 años, bastante polémica. Ello se debe a que tiene tres problemas de relaciones públicas.

En primer lugar es una idea que, aunque simple —los mejor adaptados heredan sus ventajas a sus descendientes, que van predominando en la población—, resulta antiintuitiva. La selección permite que los cambios ventajosos, producidos al azar y heredados de padres a hijos, se acumulen. El proceso reiterado de variación-selección produce, con el tiempo, diseños que parecen producto de una inteligencia. Cuesta trabajo aceptar que creaciones tan complejas como el ala de un ave o el cerebro —y la mente— humanas sean resultado de un mecanismo ciego.

En segundo lugar, la idea de Darwin es naturalista: a diferencia de la religión, proporciona una explicación completamente natural —casi mecánica— para la maravillosa variedad y las sorprendentes adaptaciones de los seres vivos. Renunciar a una explicación simple y reconfortante (la creación por un ser superior) y sustituirla por un proceso natural puede verse como una amenaza a la fe religiosa. Quizá lo sea.

Finalmente, la idea de Darwin es poderosa. Es aplicable no sólo en biología, sino en economía, computación, estudios culturales, medicina, química, ingeniería, sociología, filosofía… No en balde ha sido descrita como “peligrosa”.

Sin embargo, pese a las reticencias, la importancia de esta idea es hoy innegable, y sus aplicaciones cada día más importantes. Por ello, bien merece Darwin que mañana brindemos en su memoria. ¡Salud!

(Ilustración: tomada del blog El cerebro de Darwin)

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Renunciar a una explicación simple y reconfortante (la creación por un ser superior)... te faltó "ridícula".

Como diría Sam Harris en el libro "the end of faith" (cortesía de Ribozyme). Solo el 17% de nosotros permanecemos en duda que un Dios personal, en su infinita sabiduría, haya podido ser el autor de este texto -o, para este propósito, que haya creado la tierra con sus 250,000 especies de escarabajos.

Martín Bonfil Olivera dijo...

Bueno, es ridícula para algunos, para otros es importante... creo que hay que hacer un esfuerzo por ser tolerantes con la diferencia en una sociedad democrática -y en un espacio público como éste-, aunque en pláticas privadas pueda uno reírse de todo lo que le parece ridículo. ¿No? (aunque confieso que yo tampoco entiendo cómo alguien puede creer muchas de esas cosas...)

saludos, mi estimado y nunca bien recompensado traductor!
martín

Anónimo dijo...

En efecto, puede alguien creer cosas sin evidencia, o incluso con evidencias en contra y no ser perseguido por ello (aunque sí se puede decir que tiene una muy pobre apreciación de la realidad). Lo que no se puede decir es que dichas personas esperen que los demás actuemos con estricto apego a lo que ellos creen. Tampoco pueden esperar que si lo que ellos proponen es contradicho por evidencias verificadas de alguna manera los demás sigamos considerando que aquello es verdadero e incuestionable. Así, la Biblia dice que los homosexuales, los hijos rebeldes y las adúlteras deben ser castigados con la muerte y que está bien comprar y vender gente ¿Debemos respetar eso? De igual manera, la Biblia dice que todo lo que conocemos tiene sólo 6,000 años de antigüedad y que en una ocasión el sol se detuvo en el cielo durante un día. ¿Debemos considerar a estas propuestas igual de respetables que los hallazgos de la geología, la astronomía y la mecánica gravitatoria, aún cuando se contradicen de manera irreconciliable?