por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 22 de abril de 2009
El misterio comenzó en 1911: el explorador australiano Thomas Griffith Taylor descubrió en la Tierra de Victoria, en la Antártida, una catarata de color rojo sangre que surgía bajo el glaciar Taylor (nombrado en su honor).
Inicialmente se pensó que el color era causado por algas, pero hoy se sabe que se debe a óxidos de hierro. ¿Qué los produce?
La corriente brota —en ciertas épocas— de un depósito sub-glaciar: un pequeño lago sepultado 400 metros bajo el hielo. El glaciar —un río de hielo que fluye con lentitud geológica— fue cubriendo el lago de agua de mar hasta dejarlo encapsulado hace dos millones de años. En su interior, hoy super-salado, no hay oxígeno, ni luz.
Aunque no es posible entrar al lago, analizando el agua que fluye en la catarata los investigadores del grupo de Jill Mikucki (Science, 17 de abril), del departamento de Ciencia Terrestre y Planetaria de la Universidad de Harvard, con apoyo de la NASA, han hallado evidencia genética de diversos tipos de bacterias —un “consorcio bacteriano”— que utilizan compuestos de azufre para oxidar el hierro presente en la roca bajo el glaciar como medio para sobrevivir en un ambiente helado, sin luz y sin oxígeno.
Y es que, aunque estamos acostumbrados a pensar que la vida sólo existe si hay oxígeno, eso sólo es cierto para organismos modernos. Microbios como las bacterias y sus primos los arquea son mucho más antiguos, y tienen metabolismos más versátiles.
Las plantas usan energía solar para formar alimentos a partir del dióxido de carbono de la atmósfera (luego, los demás seres vivos oxidamos esos alimentos, combinándolos con oxígeno, para obtener la energía almacenada en ellos).
Pero hay otras formas de sobrevivir. Las bacterias antárticas obtienen energía a partir de compuestos de azufre, y en el proceso producen los óxidos de hierro.
Lo fascinante es que lo mismo pudo haber sucedido hace 700 millones de años, cuando los mares estuvieron cubiertos de hielo.
Y también podría estar ocurriendo en otros mundos, como la luna de Júpiter llamada Europa, bajo cuya superficie helada quizá exista un mar con vida de tipo microbiano.
Moraleja: nunca se sabe lo que puede descubrirse al investigar un misterio sangriento.
4 comentarios:
¡Órale, está genial el fenómeno! No dudo que haya habido incautos que lo atribuyeran a una manifestación de Diosito Bimbo por nuestros pecados o algo por el estilo...
En efecto, las bacterias que "comen" cosas diferentes a las que comemos nosotros son chidas. Un ejemplo que me encanta es el de las que se encuentran en mi pecera marina. Dichas peceras se caracterizan porque no les puede uno meter peces luego luego, sino hay que esperar algunas semanas para hacerlo. Resulta que la degradación del alimento sobrante y las heces de los peces libera amoniaco, que es muy tóxico para los mismos peces. De hecho, los peces liberan amoniaco de manera directa, a través de las agallas, en lugar de inactivarlo como nosotros en forma de urea. Sucede que para que la pecera sea segura para los peces, hay que darle chance a dos tipos de poblaciones de bacterias que pueden utilizar el amoniaco como alimento, y luego el producto resultante, nitrito, oxidándolos con el oxígeno presente en el agua, hasta nitrato, que es relativamente inocuo. Sin embargo, la acumulación de altos niveles de nitrato, además de estresar a algunos animales delicados, conduce al crecimiento desmedido de algas (después de todo, los nitratos se utilizan mucho como fertilizantes en agricultura) y el agua y los vidrios se ponen horriblemente verdes. Ahí entran en acción otras bacterias, que bajo condiciones de bajo nivel de oxígeno, pueden usar el nitrato (que es un oxidante fuerte; por eso se usa en la pólvora) en su lugar, convirtiéndolo en nitrógeno gaseoso, que se emite a la atmósfera. Desafortunadamente, establecer las condiciones adecuadas para el desarrollo de este último fenómeno, es un poco más complicado de lograr, y normalmente requiere de accesorios externos a la pecera. Es más, uno de los más atrayentes es uno que que está relleno de azufre y permite el desarrollo de bacterias que obtienen energía utilizando el nitrato para oxidar al azufre, que se libera como sulfato, el cual es inocuo.
Sin duda un fenómeno increible.
Pero, disculpandome por la ignorancia, si no es posible entrar en el lago ¿como fluye el contenido del lago encapsulado hacia el exterior? y ¿en ese proceso no es posible que entre oxigeno al mismo?
¿Esta suposición sobre la luna de Júpiter es de Mikucki o de Bonfil?
Ribo:
¡Qué padre el sistema ese de bacterias quimiótrofas (que es como se llaman técnicamente, a diferencia de las bacterias y plantas que realizan la fotosíntesis, que se llaman fotótrofos)!
Luis:
El agua fluye en ciertas épocas del año por procesos que no se conocen bien, pero obviamente tienen que ver con la fricción del glaciar, junto con los cambios de temperatura. El agua sale a presión, como en un aerosol, así que no puede entrar el aire. Y claro, de poder sí se podría, pero no queremos contaminar un ecosistema que tiene 2 millones de años y que es tan interesante. Por eso mejor se estudia de forma no invasiva, aunque sea más difícil.
Generación:
No, claro, la sugerencia es de Mikucki, pero tampoco era muy difícil hacer la conección, casi todos los microbiólogos que trabajan con microorganismos extremófilos (como se llama a los que viven en condiciones extremas de frío, calor, acidez, salinindad...) tienen bien claro que sus estudios tienen que ver con la exobiología (el estudio de posible vida en otros mundos).
¡Saludos a todos y cuídense de la influenza!
martín
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