miércoles, 8 de abril de 2009

La paradoja de las especies

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 8 de abril de 2009

El cerebro humano tiende a simplificar. Nos gusta entender las cosas en términos de blanco o negro, bueno o malo… Y también nos gusta pensar que las cosas pueden definirse con claridad: que tienen una esencia.

Un problema para entender la teoría de Darwin es la definición de especie biológica. Aunque él mismo evitó definirla (“…considero la palabra ‘especie’ como dada arbitrariamente… a un grupo de individuos muy semejantes, y que no difiere esencialmente de la palabra ‘variedad’”, escribió en El origen), no negaba su existencia. Nadie confunde perros con caballos.

El criterio usual para definir una especie es el “aislamiento reproductivo”: si dos animales o plantas no se pueden cruzar, o producen descendencia estéril, pertenecen a especies distintas. Si, en cambio, por distintos que parezcan, pueden cruzarse (como las razas de perros), pertenecen a la misma especie.

Pero el criterio reproductivo no es infalible (hay razas caninas que no se cruzan simplemente por razones de tamaño), y no siempre es aplicable: hay muchísimos organismos asexuales, como las bacterias. Además, como se mencionó aquí la semana pasada, muchos de estos organismos intercambian genes “lateralmente” (no de padres a hijos, sino por una especie de “contagio”), por lo que incluso un criterio más moderno, como el análisis de genes, no siempre permite distinguir claramente entre especies.

Por otra parte, decir que “las especies evolucionan” es confuso: si una especie cambia, se convierte en otra. Entonces, ¿cambian las especies, o desaparecen para dejar su lugar a otras?

El problema, explica el filósofo Daniel Dennett en su esclarecedor libro La peligrosa idea de Darwin, es que lo que caracteriza a una especie no es la presencia de una cierta esencia que la defina, sino la ausencia de formas intermedias entre una especie y otra.

Las especies no son colecciones de organismos idénticos: son más bien nubes de individuos con genomas casi iguales, pero con pequeñas variaciones. Decimos que hay dos especies distintas cuando entre dos de estas nubes de genomas hay espacio vacío; en caso contrario, hablamos de variedades. Como siempre, en ciencia las cosas no son tan sencillas como las pintan.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Que puedes opinar tu contra el creacionismo o contra las "logicas" argumentos del designio, por que si hay un reloj deveria haber un reloj.