Por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 30 de septiembre de 2009
La semana pasada comenté que la buena ciencia ficción conjunta ciencia genuina con imaginación para obtener relatos estimulantes que revelen algo acerca de la naturaleza humana o de las sociedades actuales o futuras.
La mala ciencia ficción, en cambio, construye fantasías que “suenan” científicas pero no se basan en conocimiento científico legítimo, y muchas veces lo contradicen. Normalmente presenta tecnologías efectistas, algunas reales (rayos láser, computadoras, robots) y otras poco factibles o imposibles (campos de fuerza, máquinas del tiempo) para sostener una trama que en realidad es sólo de aventuras. Es simple fantasía con tintes científicos. Películas como La guerra de las galaxias y mucho de lo que en TV pasa por “ciencia ficción” son ejemplos claros.
Pero aún la mala ciencia ficción es entretenimiento honesto. Lo grave es que existen también mezclas de ciencia y ficción que tienen fines deshonestos: las incontables estafas de charlatanes que dicen haber descubierto nuevos principios científicos y poseer el secreto para curar cualquier enfermedad.
Tomemos un ejemplo popular. ¿Que tal si existiera una máquina capaz de sanarnos con sólo conectarnos a ella?
Un gringo que se hace llamar “profesor” William Nelson, y afirma haber trabajado en el proyecto Apolo de la NASA, se mudó a Budapest y comenzó a fabricar una máquina que “restaura el balance bioenergético del cuerpo”.
La llama SCIO, de Scientific Counciousness Interface Operation, o Interfase Científica de Operación de la Conciencia (también se conoce como EPFX, QXCI o Quantum Xrroid Interface System; todo sin el menor sentido, claro).
Nelson luce justo como lo que es: un completo charlatán. Pero es buen negociante y su máquina es popular en muchos países, incluido México. La cantidad de charlatanes que ofrecen “tratamiento” con esta máquina mágica va en aumento, así como el número de clientes, que en realidad son sólo víctimas de su propio pensamiento mágico —el que busca que los deseos se cumplan— y de la ignorancia o mala fe de los “terapeutas”. Es además una estafa peligrosa, pues pretende sustituir tratamientos médicos legítimos.
La buena ciencia ficción no habla de cosas imposibles, sino, precisamente de las que la ciencia considera posibles, y a partir de ello construye fantasías. En cambio la máquina SCIO, cuya importación, por cierto, está prohibida en Estados Unidos bajo cargos de fraude, es mala ciencia y mala ficción: una mentira y una falta de respeto a la inteligencia y buena fe de gente que sufre.